ADIÓS, MIAMI

Por Lida Prypchan

La Comedia, rica cosa, gracioso entretenimiento para ocupar gente ociosa que divierte el pensamiento de la tristeza enojosa”
Lope de Vega

 Dedicado a quienes tienen capacidad de cambio

 

Venezuela es un país desalentado y pesimista, pero no triste. Este desaliento y este pesimismo lo conducen a la indiferencia que lleva consigo lo irremediable. Es un desaliento que raya en lo kafkiano: realizar maniobras, pocas efectivas y muchas inefectivas, para nada, porque el objetivo es inalcanzable e imposible. Por eso el diario vivir del venezolano consiste en ir con prisa hacia un objetivo imposible de alcanzar. El venezolano se ha vuelto escéptico y su jocosidad tiene la ironía y la desilusión propias del escepticismo.

Cuando se desespera al ver lo que pasa, comienza a quejarse, a aconsejar, a querer salir del letargo en que vive. Pero es un esfuerzo inconstante porque queda paralizado al enfrentarse con el grupito, la rosca que todo lo maneja y todo lo decide, no en bien del país, sino en base a sus conveniencias, o simplemente para darse gustos que en épocas pasadas dejaron de darse.

“Adiós, Miami” es hablar con tristeza de la idiosincrasia venezolana. Es una triste realidad que nos produce risa. Sucede, entonces, lo que les decía al principio; preferible reírse porque esto no lo arregla nadie, para arreglarlo se necesita un cambio interno en los gobernantes y los gobernados, un cambio integral.

En este film actúan Gustavo Rodríguez, Tatiana Capote y Alicia Plaza; es una producción de Reinaldo de Los Llanos, dirigida por Antonio Llerandi. La actuación de G. Rodríguez: muy buena. Tatiana no tuvo que actuar, tuvo que ser ella misma para que resultara un éxito su intervención en la película. Con Tatiana pasa lo mismo que sucedió con Maira Alejandra, ninguna de las dos sirve para actuar en telenovelas; sencillamente no cuadran. En cambio, en una película que se les pida actuar como ellas son, todo sale maravillosamente bien. Maira Alejandra se lució en “Carmen la que contaba con 16 años”, así como Tatiana se luce ahora con “Adiós, Miami”.

Esta película representa un vuelco en la temática del cine venezolano de su época.

¡Y a buena hora! En el momento de producir esta película el cine venezolano había caído en el aburrimiento con el tema de la delincuencia y la prostitución.

En la película Gustavo Rodríguez es un hombre que vive y administra los negocios del padre de su esposa; presume de estar trabajando todo el día, cuando lo que en realidad hace es despilfarrar el dinero en negocios extraños, mujeres y alcohol. Además, exige a sus hijos una rectitud que él mismo ni posee ni sabe aparentar: es un moralista. Está casado con una mujer, cuya segundo hogar es la peluquería. Es un hombre, como muchos machos vernáculos y criollos que habitan en Venezuela y en el resto del mundo, que cree que la virilidad consiste en acostarse con varias mujeres en un día. Es un hombre que le compra un apartamento a una cubana, sólo porque ésta le muestra los senos.

También sale a relucir la arrogancia del venezolano y la excesiva importancia que le da a lo que de él piensen: me refiero a una escena en el Hipódromo, donde están subastando un caballo y cuando llegan a los quinientos mil bolívares, Gustavo Rodríguez levanta la mano para saludar de lejos a su socio y el subastador lo interpreta como una aceptación de pagar la elevada suma por el caballo, él se acerca al subastador y le dice que ha sido una confusión, que no desea adquirir el caballo, el subastador lo tilda de irresponsable, hasta que concluye la discusión comprándolo. Su socio le dice – con tono de reclamo – que cómo estando en la mala situación económica en que se encuentra compra ese caballo, a lo que G. Rodríguez responde: “Lo compré para que ese tipo no pensara ni me tratara como si yo fuera un limpio.”

Rodríguez tiene un romance con Tatiana, la típica actriz superficial y mediocre a quien no sólo le gusta la vida fácil, sino que además, no le importa participar en lo que sea con tal de hacerse publicidad. Juntos se van a Miami, donde se cansan de despilfarrar. Un día, G. Rodríguez llama a su suegro en Venezuela, y se entera que su socio está preso y que a él lo andan buscando. Tatiana observa muy extraña esta situación y se va sin notificarle su partida. G. R. en su estadía en Miami, gastó más dinero del que llevaba y no aceptan tarjetas de crédito venezolanas.

No quiere volver a Venezuela para evadir la cárcel por una estafa que hizo, por lo que se queda en Miami. En la miseria, le es difícil conseguir trabajo y siente que de un momento a otro, la policía lo va a encontrar. Cansado de vagar, robar comida y esconderse, la policía lo encuentra echado boca abajo, a orillas de una playa, G. R. se voltea y se hace pasar por cubano. Allí termina.

Resulta ser un final muy triste, un final que expresa incapacidad para el cambio, expresa que ni aún los graves problemas que el protagonista tuvo que enfrentar le sirvieron para reflexionar; expresa que no hay solución, que siempre el ser humano utiliza los mismos mecanismos para salir de apuros.

Venezuela es en la actualidad un país desalentado y pesimista, pero no triste, porque el que se deprime padece por su exagerada autocrítica, ya que a Venezuela le falta no la exagerada autocrítica del que se deprime, pero sí, al menos, un poquito de ésta.

¡Adiós compañeros del desaliento!

MÁS ALLÁ DEL AMOR Y EL ODIO LEONARDO DA VINCI I

Por Lida Prypchan
Leonardo Da Vinci fue uno de los hombres más grandes del Renacimiento Italiano, un genio polifacético, cuyos límites sólo podemos sospechar y nunca fijar -como dijo Buckhardt-. Ejerció la más intensa influencia sobre la pintura de su época. En cambio, sólo en la actualidad, se ha llegado a reconocer la grandeza del investigador físico que se enlaza en el artista.

Además, fue citarista, constructor de nuevos instrumentos musicales, gran conocedor de arquitectura o ingeniería militar, en fin un hombre con múltiples aptitudes. Vivió aislado de sus contemporáneos, lo consideraban un enigma, un chiflado por perder su tiempo en investigaciones en vez de dedicarse a pintar los cuadros que le eran encargados.

En cuanto a su actividad pictórica, muchos le critican su inconstancia; se cuenta que subía al andamio en las primeras horas del día y trabajaba en sus cuadros sin descanso hasta el anochecer, no recordándose ni siquiera de tomar alimento, pero luego pasaban semanas que no pintaba en absoluto.

Además de la genialidad que poseía, era un hombre esbelto, de rostro hermoso, fuerza física, nada común; encantador en su trato, alegre, afable y elocuente; amaba todo lo bello, se adornaba de magníficos trajes y estimaba todo refinamiento de la vida.

Estos son algunos de los detalles que se poseen sobre la vida de Leonardo, los que nos cuentan los biógrafos menos arriesgados, más cobardes. E. Solmi, en su biografía sobre Leonardo, nos permite conocer un poco la intimidad de este enigmático artista del Renacimiento.

De esta biografía, poseemos dos frases sumamente interesantes que desenmascaran un poco el enigma que siempre lo encubrió. Con estas frases, no se pretende derrumbar la imagen que se tenga de Leonardo, sino, por el contrario, permitir que se le conozca y amarlo tal cual era.

Poco o nada se sabe de la vida sexual de Leonardo. En sus diarios, no se encuentran estudios sobre el amor, ni sobre la pasión, no hace mención a ninguno de esos temas, posiblemente, por considerarlos de poca o ninguna importancia. Pero los estudios que se han hecho sobre su personalidad revelan que no tuvo vida sexual: es dudoso que haya tenido alguna vez entre sus brazos a una mujer; tampoco, por lo que se sabe, se cree que haya tenido alguna pasión platónica.

En esta biografía de E. Solmi, a quien nombré líneas atrás, aparece una frase que demuestra la gran repulsión que Leonardo sentía por el sexo; dice así: “el coito y todo lo que con él se relaciona es tan repugnante, que la Humanidad se extinguiría en breve plazo si dicho acto no constituyera una antiquísima costumbre y no hubiera aun rostros bellos y temperamentos sensuales”.

Esta “antiquísima costumbre” nos revela su repulsa sexual, y al nombrar “rostros bellos y temperamentos sensuales: se refería, posiblemente, a esos jóvenes con los que frecuentemente se reunía, tomaba como discípulos y, como costumbre de la época, vivían con él.

Existe otra frase de Leonardo, en la que se afincó Freud cuando quiso estudiar el desarrollo anímico de Leonardo, y dice así: “No se puede amar ni odiar nada si antes no se ha llegado a su conocimiento”. Ante esta frase, Freud concluyó que Leonardo había sustituido, en vista de su repulsión sexual, la pasión por las ansias del saber; se entregó con el afán que desboca un enamorado por una mujer a la investigación científica y la actividad pictórica, que tan brillantemente desempeñó.

Esa última frase, y de ello tuvo que darse cuenta Leonardo, era falsa en el caso específico de la forma de obrar del ser humano. Los hombres no se detienen a meditar si el objeto que atrae su atención cumple 40 requisitos; hay una especie de impulso, una aceptación que anuncia la llegada repentina de un sentimiento, ya sea amor u odio. Leonardo solía decir que eso que los humanos llamamos amor no es amor justo y perfecto, que se debe retener al sentimiento, analizarlo, someterlo a un contraste intelectual y, posteriormente, si el objeto de nuestro estudio sale triunfante de nuestro examen, lo amamos o sino pues lo abandonamos.

Leonardo fue más allá del amor y el odio ya que ni amaba ni odiaba, sino que se preguntaba cuál era el origen de aquello que había que amar u odiar y cuál era su significación. Convertía los sentimientos en su interés intelectual objetivo.

En sus recuerdos infantiles, está la clave de esta actitud ante la vida, el por qué rehusó al sexo, el por qué de la enigmática sonrisa de la Mona Lisa, la base de las dos frases citadas en este artículo.

TONTOS ILUSTRADOS

Por Lida Prypchan

Decir tonterías correctamente es uno de los frutos más escasos en las enseñanzas modernas.
Anónimo

Subió a la plataforma el licenciado en filosofía. Con gran confianza en sí mismo mantuvo activa su enorme boca por espacio de dos horas. Durante ese prolongado lapso de tiempo, el orador de orden pronunció un discurso lleno de palabras extrañas y aparentemente mal empleadas aunque muy bien pronunciadas. Viéndolo bien eran sinónimos de aquellas que correspondían a la oración y con significados correctos.

Pero el conferencista pensó que como lucían tan bien dichas por él, poco importaba  sacrificar la comprensión del público asistente acerca del tema. Alimentó el vientre somnoliento de su ego, haciendo uso del gran número de palabras que conocía.

Jugar con las palabras, es un arma de doble filo. Deja de ser peligroso cuando se domina un tema a la perfección y se tienen claras ideas acerca del mismo. Un vanidoso, con nociones precisas sobre un asunto puede, en un principio, lucirse y hasta pretender impresionar a su público, pero  siempre al final acabará planteando sus ideas con palabras sencillas y comprensibles para todos.

De no ser así podremos deducir que no está muy convencido de lo que piensa, que él mismo no lo comprende bien y por eso es que desea deslumbrarnos: para encubrir su falla.

El colmo fue al final del discurso, cuando el licenciado dijo: “Queridos amigos, quiero finiquitar esta exposición, citando una célebre frase de Víctor Hugo: “Ceux qui vivent, ce sont ceux qui luttent”. Inmediatamente, algunos hombres y mujeres aplaudieron desde sus asientos y, otros llegaron hasta a acercarse al conferencista para felicitarlo. Pensé: “un tonto siempre encuentra a otro más tonto que le admire y se ría de sus gracias”.

Definición de hacerse el tonto o necio: es todo aquél que, dándose cuenta de las cosas, se hace de la vista gorda. Siente miedo de opinar y con ello convertirse en objeto de burla de un grupo de personas, ¡es tan desmesurada su subestima! Prefiere aprobar y aplaudir discursos cuya comprensión están fuera de su alcance – dando de esta manera una imagen ficticia de sí mismo – antes de reconocer que no entiende lo que escucha o que no está de acuerdo con lo que el expositor plantea. En términos más simples: prefiere hacerse el tonto, para no ser rechazado por la mayoría.

Erasmo de Rotterdam, en su obra “Elogio de la Locura o Elogio de La Necedad Humana”, dice al respecto: “Quiero imitar con esto a los retóricos de nuestro tiempo, que se creen dioses con sólo mostrarse con dos lenguas, como la sanguijuela, y que piensan hacer maravillas encajando de cuando en cuando en sus discursos latinos algunas palabras griegas, con las que hacen, aunque no venga a cuento, una especie de mosaico.

A falta de términos exóticos, desentierran de algún viejo pergamino cuatro o cinco palabras anticuadas, cuya oscuridad ofusque a los lectores, para que aquellos que las entiendan se complazcan más y más con ello, y los que no, los admiren tanto más cuanto menos comprendan. Porque conviene que sepáis que mis fieles aceptan una cosa tanto mejor cuanto de más lejos viene, y este no es uno de sus mejores placeres.

Y si entre ellos hubiese algunos más vanidosos, rían, aplaudan y muevan, como el asno, las orejas, que con ello tendrán más que suficiente para hacer creer a los demás que lo comprenden de maravilla, aunque en el fondo no entiendan una palabra».

El otro día hallé un dato curioso: el término necio, posee ochenta sinónimos. Mientras que su opuesto, sensato, tiene sólo diez. Esto demuestra, que la Real Academia de la Lengua se vio en la obligación de darle herramientas a los sensatos, para poder demostrar a los necios su triste condición.

Debemos pensar qué actitud adoptar frente a los necios, ya que pueden hacernos perder el tiempo – y hasta el juicio – con su vanidad y sus ansias de demostrar el dominio de un conocimiento que no poseen. Al aprovecharse de su poderosa labia, pueden lograr jerarquías que no merecen y llevar una institución a la ruina.

El discurso de cada persona, demuestra su realidad: niega o afirma la presencia o la ausencia de algún rasgo de su personalidad. Cuando se niega algo con insistencia, es que está presente en la personalidad. Por eso para identificarlos, siempre recuerden este pensamiento: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”.

Consciente de estar poniéndome necia, termino aquí.¡Hasta pronto!

EL DIA QUE BOYLE SE OLVIDO DE ARISTOTELES

Por Lida Prypchan

Roberto Boyle, precursor de la química moderna, fue un niño prodigio que a los ocho años de edad hablaba tres idiomas: inglés, que era su lengua materna, latín y francés.

Fue el décimo cuarto hijo del Conde de Cork, nació en Lismore Castle, Irlanda, el 25 de enero de 1627 y falleció en Londres el 30 de diciembre de 1691. Boyle, integra un conjunto de figuras claves en la historia de las ciencias y entre ellas están: Roger Bacon, Copérnico, Galileo, Gassendi y Descartes.

En 1681 publicó su libro “El Químico Escéptico”. Ese día Boyle desconoció la autoridad casi sagrada de Aristóteles, le enmendó la plana en lo que respecta a los elementos básicos de la materia, firmó el acta de defunción de la alquimia, certificó el nacimiento de la química y la separó de la medicina.

Nadie discute el genio asombroso de Aristóteles, cuya poderosa intuición, unida a su capacidad de organización y trabajo, le permitió ocuparse de todos los campos del conocimiento. La gran mayoría de sus conceptos conservan alguna validez en biología, lógica, física, política, literatura y ética. Pero hubo un instante histórico, durante el Medioevo, en el cual ese gigante del pensamiento frenó el avance de las ciencias.

Sus errores conceptuales eran considerados como verdades inmutables y, cometía el pecado de la osadía todo aquel que disentía con el maestro clásico. De esta manera, la sombra aristotélica, con el peso de sus concepciones duraderas y sus errores manifiestos, oscureció y abrumó los esfuerzos en favor del desarrollo del conocimiento.

La química aristotélica

Para medir el alcance de las afirmaciones revolucionarias de Boyle, es necesario tratar de sintetizar el pensamiento aristotélico respecto de la química.

Creía que los elementos básicos del universo eran cuatro: el agua, la tierra, el aire y el fuego. Seguía de esta manera la línea de Tales de Mileto, Anaxímenes y Heráclito, ordenada por Empédocles. Todas las cosas estaban hechas mediante composiciones distintas de esos cuatro elementos, a los cuales Aristóteles agregó un quinto elemento, el éter. El éter aristotélico participaba de la composición del universo, cuyas leyes y naturaleza eran distintas a las de nuestro planeta.

Fuerzas parecidas al amor y el odio de los seres humanos actuaban sobre los elementos básicos, determinando sus combinaciones. Esta noción, consagrada por Aristóteles, permaneció como base de la teoría química durante más de dos mil años.

Autoridad que no se discutía

Las obras de Aristóteles se reunieron y publicaron muchos años después de su muerte. Después de la caída de Roma, esas obras se perdieron, con la única excepción de “Organón”, que incluye sus trabajos sobre lógica, básicos para la matemática.

Sin embargo, los árabes tuvieron el cuidado de conservar esa herencia, la hicieron retornar hacia la Europa cristiana. En el siglo XII, Aristóteles había reemplazado a Platón y sus ideas, tamizadas por el pensamiento cristiano, estaban consideradas poco menos que divinas. Si Aristóteles decía que algo era así, ese algo era así, sin discusión posible. Por una extraña fatalidad, de todas sus concepciones, las más aceptadas eran las más erróneas. En este clima, le correspondió a un grupo de notables figuras del pensamiento, intentar las correcciones necesarias. Entre ellos figuraba Boyle.

Los trabajos de Boyle

En 1657, Boyle construyó con la ayuda de Roberto Hooke, una bomba de vacío. Durante un tiempo, ese vacío se llamó “vacío de Boyle”. La afirmación de Aristóteles “la naturaleza le tiene horror al vacío”, tambaleaba. Con esa bomba y un cilindro suficientemente amplio, Boyle demostró que “en el vacío, dos cuerpos, sea cual fuere su naturaleza, caen con la misma velocidad”. Esa afirmación ya la había hecho Galileo, y también contradecía la creencia aristotélica.

Luego hizo más experimentos relacionados con el aire, descubriendo que se podía comprimir. Utilizó un tubo curvado y cerrado en un extremo, en el cual introdujo mercurio. El mercurio comprimió el aire. Agregó más mercurio y el aire perdió otra parte de su volumen. Descubrió así, la ley de los gases que estipula que, manteniendo invariable la temperatura, el producto del volumen V por la presión de un gas perfecto es una constante (pV-constante). Esto se conoce como la ley de Boyle-Mariotte, debido a que éste último, un físico francés, hizo el mismo descubrimiento independientemente, aunque varios años más tarde.

La doctrina de Demócrito

Aristóteles fue el enemigo más poderoso que tuvo la vieja doctrina de Demócrito, que preconizaba la existencia de los átomos como componentes últimos e indivisibles de la materia.

Boyle, al considerar los resultados de sus experimentos sobre la compresibilidad del aire, señaló que ese gas debería estar compuesto por partículas inmersas en el vacío y que la presión unía más esas partículas, disminuyendo su volumen en el recipiente. Boyle había leído a Pierre Gassendi, pensador francés contemporáneo de Galileo, que abogaba por la experimentación científica, y era además un atomista convencido.

En su libro “El Químico Escéptico”, Boyle, reunió toda la información derivada de sus experiencias, y recomendó el abandono inmediato de la teoría griega, que consideraba los elementos como sustancias místicas. Afirmó, que un elemento era una sustancia material que podía ser identificado mediante métodos analíticos. Un elemento, agregó, es cualquier sustancia que no se puede descomponer en otras dos más simples.

En 1680, Boyle aisló el fósforo a partir de la orina, sin saber que el alemán H. Brand se le había adelantado. La controversia que suscitó el descubrimiento del fósforo, le permitió a Boyle arremeter en contra de la tarea científica. Sostuvo, con mucha firmeza, la idea de que, todo trabajo experimental debía ser publicado con claridad y rapidez para que otros pudieran repetirlo y confirmarlo. Este pensamiento de Boyle originó, una regla científica que mantiene su vigencia, a pesar de los llamados secretos militares e industriales.

El sentido religioso

Considerado como uno de los científicos que logró esparcir una oleada de aire nuevo en un ambiente que la sombra de Aristóteles llenaba y colmaba, Boyle fue en su vida privada un hombre tranquilo, sobrio, trabajador  y dueño de profundos sentimientos religiosos.

Cuentan sus biógrafos, que su padre, para premiar su dedicación al estudio, lo hizo viajar por Europa a los 12 años de edad acompañado de un tutor. A los 14 años, leyó los libros de Galileo, muerto hacía poco. Durante su visita a Génova, Boyle tuvo la oportunidad de presenciar una terrible tormenta eléctrica, fue tal la impresión que le produjo ese fenómeno, que su actitud cambió de manera definitiva, convirtiéndose en un adolescente casi místico. Su religiosidad le acompañó durante toda su vida y, en su testamento, dejó una parte considerable de su patrimonio para que se establecieran las “Conferencias Boyle”, que tendrían como objeto, promover el cristianismo y demoler las argumentaciones de los no creyentes.

Influido por Francisco Bacon, que preconizaba el método experimental, Boyle formó con otros científicos el “Colegio Invisible”, asociación de eruditos que más tarde se convirtió en la Real Sociedad, tras el reconocimiento que le hiciera el Rey Carlos II.

Resumen de su obra

Boyle formuló la Ley de Boyle (también conocida como Ley de Boyle-Mariotte) que dice que a temperatura constante el volumen de un gas varía inversamente a la presión que él ejerce. Señaló, que el aire es el que propaga el sonido. Habló de la fuerza expansiva del hielo e hizo experimentos sobre la refracción, los cristales, la electricidad, los colores, la hidrostática y la gravedad específica.

Su aporte más importante se relaciona con la química y el desarrollo de la teoría atómica. Desarrolló la técnica para separar los elementos de una sustancia dada, denominándola análisis químico. Demolió la vieja teoría aristotélica de los elementos básicos, el aire, el agua, la tierra y el fuego y la noción que toda la materia estaba compuesta de sal, azufre y mercurio.

A Boyle se le ha atribuido la condición de padre de la química moderna. El título que realmente le corresponde es el de precursor de la química moderna y de la teoría atómica. La paternidad honorífica de esa disciplina pertenece sin duda a Antonio Lavoisier – junto a su esposa, la científica Marie-Anne Pierrette Paulze – el extraordinario químico francés, quien no vacilaba en reconocer que uno de sus maestros había sido el inglés Boyle.

Boyle fue presidente de la Real Sociedad y, renunció a ella por no estar de acuerdo con la fórmula de juramento que se empleaba. Financió el viaje de misioneros cristianos al Oriente y, escribió ensayos sobre la fe cristiana. Nunca contrajo matrimonio y toda su existencia la dedicó a la ciencia y la religión.

FREUD UN LITERATO EN POTENCIA

Por Lida Prypchan

Discernir la complejidad del alma: Freud siempre reconoció que el Psicoanálisis y la literatura, tenían ese propósito común. Por ello no era raro que retomara expresiones de algunos poetas o que ilustrara algunos análisis con versos cuidadosamente elegidos. Para él los escritores dramáticos eran ante todo poetas: Sófocle, Ibsen, Shakespeare estaban entre sus poetas preferidos.

En un manicomio particular, se hallaba recluido un poeta dálmata, que enloqueció por una sombra. Su amada era una “reina de la pantalla” y desde la pantalla le sonrió. Desde entonces no tuvo vida y, su pasión desesperada por la sombra de su amada destruyó su existencia. En el mismo manicomio, se encontraba un personaje muy peculiar: era un monstruo, que debía tener medio siglo vestido de verde claro.

Su vida fue espectacular. En principio, era uno de los hombres más ricos del mundo; con esa fortuna en sus manos, decidió iniciarse en las más refinadas drogas de una cultura en putrefacción. Empezó a viajar, a conocer las más variadas ideologías que gobiernan el mundo, mantuvo conversaciones apasionadas con artistas, leyó una cantidad enorme de libros y, con toda esta dilapidación maniaca, adquirió, después de 7 años, un olfato perverso por las más radicales ideologías.

Después de mucho deambular, su espíritu – agotado del mundo – enfermó, pero nos legó unos escritos que con tinta verde realizó, dándonos sus impresiones sobre el mundo en que vivimos.

Les hablo de Gog, el personaje inventado por el fabuloso crítico Giovanni Papini. Esos escritos con tinta verde, se los entrega Gog a Giovanni Papini, quien es amigo del poeta dálmata que se encuentra recluido en el manicomio. Giovanni Papini se aprovecha de su personaje, ese monstruo desgarbado que hace juicios de genio.

En este libro titulado GOG, Giovanni Papini, traslada su ingenioso personaje a Viena para que le haga una visita a Sigmund Freud en su 70 aniversario y, como regalo, lleva un hermoso mármol griego que representa a Narciso. Desde que lo recibe, Freud le queda agradecido por tan espléndido regalo y, por ello lo invita a su casa. Una vez allí, Freud toma la palabra y nos revela el secreto de su vida.

Giovanni Papini, crea las circunstancias y pone en labios de Freud las opiniones que este merece. Veamos, pues, qué piensa este hombre de gran juicio sobre el creador del Psicoanálisis. Agregaré algunos datos que harán posible una mayor comprensión de la vida de Freud.

Busca una manera de estudiar el desarrollo anímico del ser humano y crea el Psicoanálisis. Crea su sistema, basándose en el método que Goethe utilizaba cuando escribía: el desahogo. Goethe, en su Werther, escribe para liberarse de su dolor, la literatura era para él catarsis. De esta forma, Freud hace que sus pacientes utilicen este método para curarse: la confesión, mientras Freud permanecía como un sacerdote, escuchando, aconsejando y callando secretos.

Pronto se dio cuenta de que las confesiones de sus enfermos constituían un maravilloso repertorio de documentos humanos. Documentos que él guardaba para sí, mientras el escritor Émile Zola publicaba novelas.

Llegó otra etapa de su vida en la que la poesía decadente comenzó a llamarle la atención, sobre todo la semejanza existente entre el sueño y la obra de arte y, la importancia del lenguaje simbólico. Para este momento, gobernaba el Romanticismo, el cual había proclamado la primacía de la pasión y dejaba de lado el amor.

En su oficio de investigador psiquiátrico y bajo la influencia de los novelistas naturalistas, dio una interpretación del amor menos sentimental y mística. Quería ver los linderos más repugnantes pero más comunes de la vida humana: la bestia en el hombre. Con un bisturí apartó la hipocresía de las buenas maneras y halló la sensualidad desprovista de máscaras.

Luego, quiso escribir sus conclusiones y es esta la mejor prueba de sus dotes de literato. La forma en que Freud escribe se inclina al ensayo, la paradoja, el dramatismo, y no tiene nada de la pedante rigidez y técnica del verdadero hombre de ciencia. De sus libros no podemos decir que “son tratados de patología”.

Es tal su espontaneidad y deleite al escribir, que se percibe lo cerca que se encontraba de las obras de imaginación y, existe una prueba irrefutable: quienes mejor han captado las ideas freudianas han sido los artistas, en especial los escritores.

En todos los hombres de ciencia, podemos encontrar la propensión a dejarse llevar por la fantasía, pero en el caso de Freud, vemos cómo este viajó de la mano de la fantasía y, cómo tradujo en teorías científicas las inspiraciones de la literatura moderna.

La inteligencia que poseía, le hizo sobreponerse a su destino para lograr su sueño: escribir siempre como un literato, ejecutando semejante tarea bajo la apariencia de un médico. Comparto que era de este estilo, por estar en completo acuerdo con las opiniones de Papini, y por la alegría que me causó encontrar un juicio tan acertado acerca del polémico investigador y descubridor de la psiquis, hasta entonces tan desconocida.

Las Ilusiones de Sigmund Freud

Cuando Freud estudiaba bachillerato, todos sus maestros veían en él un joven con grandes aptitudes para el arte, en especial para la poesía y la novela. Pero él estaba muy consciente de los obstáculos que retenían sus ilusiones de literato. Era de familia pobre y la poesía, según testimoniaban los más célebres contemporáneos, rendía poco o demasiado tarde. Además era hebreo, lo que le ponía en condiciones de manifiesta inferioridad, en una monarquía antisemita.

El destierro y el mísero fin de Heine lo desalentaban. Se decidió por las Ciencias Naturales. Se graduó de médico, pero nunca ejerció esta profesión. En cambio, concibió la idea de transformar una rama de la medicina – La Psiquiatría – en literatura. Literato por instinto y vocación y, médico a la fuerza y por necesidad, fue poeta y novelista bajo la figura de hombre de ciencia.

YO NO SUFRO ESCRIBIENDO

Por Lida Prypchan
El domingo 18 de abril de 1982, El Nacional publicó una entrevista a la escritora y diplomática venezolana Antonieta Madrid, nacida en Valera, Venezuela.

Al hablar de su voz, el entrevistador dice: “Es un atropello de ternura”. Pero creo que su voz y lo más importante, sus palabras, “tienen más de atropello que de ternura”.

Una de las preguntas que le formulan en la entrevista es: ¿Por qué escribe?  Es una pregunta que se hace con la finalidad de conocer las motivaciones que tienen las personas en relación a la carrera u oficio que han elegido.

Ella responde “con su atropello de ternura”: no debemos perder el tiempo planteándonos y respondiendo esa pregunta. Da la impresión que para ella es tan borrosa su actividad que no sabe ni por qué la hace.

Otra de las preguntas que le hacen es: – De los problemas del país ¿Cuál te angustia más? La escritora con su delicado y tierno atropello responde: “del país prefiero no hablar. Lo amo mucho. Es algo íntimo, tan personal”. No me parece una actitud sincera de una persona que “ama su país”. ¿Si lo ama tanto, por qué no habla de él?  Es como decir que quiere mucho a su mamá, pero prefiere no hablar de ella.

Antonieta Madrid dice que con la amargura nada se consigue. Tiene razón. Bueno, con la amargura muchas veces se consigue hacerle difícil la vida a la persona que nos ha causado la amargura. Es una forma de venganza. En todo caso, es una forma de hacer más dramática la vida que ya de por sí es dramática.

Por último quisiera hacer unos comentarios acerca de una de sus declaraciones, y es la siguiente: “Yo no sufro escribiendo”.

Al leer semejante afirmación me pregunté ¿Quién sufre escribiendo?  ¿Cómo será eso de “sufrir escribiendo”?  Creo que no se puede sufrir escribiendo porque se trata de un arte que permite e incluye, ante todo, el desahogo. Para expresarlo mejor, pondré un ejemplo: Goethe.

Era un hombre tranquilo, brillante, que trataba en lo posible de no complicarse la vida, era un hombre que cuando se enamoraba y las cosas empezaban a marchar un poco mal, salía de viaje para refrescar su mente. Cuando le llegó el momento o la época de sufrir, no se quedó con esa espina adentro, sino que se la extrajo del corazón y la convirtió en un libro: Las desventuras del joven Werther.

Giovani Papini, cuando se refiere a Freud en su libro GOG, dice que él basó su método en su héroe Goethe. Transcribo a continuación textualmente lo que expresa Papini: “El primer impulso para el descubrimiento de mi método nace de mi amado Goethe. Usted sabe que escribió Las desventuras del joven Werther para librarse del incubo morboso de un dolor: la literatura era para él catarsis. Y en qué consiste mi método para la curación del histerismo sino en hacer contar “todo” al paciente para librarlo de la obsesión;  no hice nada más que obligar a mis pacientes a proceder como Goethe”.

Y así como Goethe han existido muchos otros.

En realidad la literatura es, para muchos escritores, una forma de desahogo. Pero más que una forma de desahogo, es una manera de buscar explicaciones a su personalidad o puede ser también una forma de expresar lo que piensan de las cosas, la vida, la muerte, la mujer. Y si nos ponemos a analizar, nos damos cuenta de que se hacen grandes sólo aquellos que expresan con sinceridad y sin miedo su manera de ver la vida. Y a veces no se conforman con expresar, prefieren delatar el absurdo de la sociedad o quizás prefieren acusar o insultar.

¡Son fieles a sus ideas, sus puntos de vista por más radicales que sean o parezcan, sus gustos, sus disgustos, y todo lo que su persona signifique!

PELÍCULAS DE CALIDAD PARA UN PÚBLICO ÍNFIMO

Por Lida Prypchan
Desde hace unos meses, las películas que presentan los teatros en Valencia son de muy baja calidad.  De conocidos y buenos directores han llegado contadas películas y esas pocas duran en cartelera máximo tres días, porque acuden veinte personas, de las cuales diez salen creyendo que se equivocaron de película.  El problema no está en la película, sino en ellos que no logran entenderla.  Debido al escaso número de gente que acude a ver películas de buena calidad, los dueños de los teatros no hacen más que presentar, una y otra vez, films pésimos.  Estas no son sólo superficiales y aburridas, sino que también carecen por completo de argumento para distraer a la gente y, aparte de esto, la actuación de los que en ellas trabajan es igualmente catastrófica.

Los temas de las películas que aquí presentan y su estilo pueden ser fácilmente clasificados: 1) Las de Kung Fu: estas se dividen en antes de la muerte de Bruce Lee y después de la muerte del mismo.  Todas estas se componen de piernas voladoras, griticos, ojos achinados y ladrillos partidos por la mitad.  2) Las de misterio que ofrecen una gran variedad como para complacer hasta los gustos más exigentes.

Los ingredientes principales de estas películas son: un castillo endiablado, un senador de la Casa Blanca, un niño con cara de angel e intenciones maléficas, una ama de llaves perversa, un perro negro con ojos de asesino;  otras muestran a un psicópata, cuya debilidad son los niños que cuidan las niñeras;  otras como las  de Agatha Christie, que después de ver la primera ya conocemos de memoria el resto, presentan a una chica heredera asesinada en un barco que viaja hacia Grecia, pero hay tantos involucrados que no se sabe quién haya podido ser.  Al final el detective, un gordo genial (aunque el exceso de comida embrutece) descubre que fue quien uno menos pensaba: la señora que salía, en el momento del asesinato, del baño, metiéndole una zancadilla, la heredera cayó y se fracturó el cráneo y murió.

Otras películas de misterio son tan excesivamente misteriosas que una vez terminada, uno no sabe si lo que vio fue Superman, el exorcista o la novicia rebelde.  3)  Las de amor, pasión y belleza;  como la de Bo Derek, la cual está recargada de humor americano: repetitivo a más no poder, productor de somnolencia y cansancio por exagerar trivialidades hasta convertirlas en estupideces. Y Bo Derek no es la mujer perfecta y sólo aparece 15 minutos.  La del Gigoló americano es un poquito mejor aunque también sin mensaje y con la pésima actuación de la modelo Lauren Hutton.  4)  Las de John Travolta, cuyo último film es El Macho. De esta lo único que se puede decir es que atrae a los jóvenes amantes del Travolta del film Fiebre del Sábado por la Noche, y a los adolescentes que se identifican con el título de su más reciente realización cinematográfica.  5)  Las de héroes siderales.  La última en su estilo ha sido Flash Gordon.  De Flash Gordon lo que se ha hecho es una nueva adaptación del héroe creado por el dibujante Alex Raymond en 1934.

Esta, una vez más, es el típico héroe sideral “made in USA”: un rubio sin defectos que ni balas, ni bombas, ni espadas, ni nada, logran matarlo.  El destronará a Ming, cruel Rey del Planeta Mongo, para evitar la destrucción de la tierra y rescatar a su novia Dale que está en manos del malvado Ming para convertirse en Rey de ese planeta o volver a New York.

Sin embargo, no todas han sido malas, por el contrario, en medio de esta mediocridad en cuanto a las películas, también hubo la oportunidad de ver películas de calidad, tales como: la de Al Pacino, Cruising: bastante original, entretenida y con buenas actuaciones.  Muy buena en su estilo.  Otra fue “El show debe continuar”, en que especialmente en la segunda mitad de la película hay escenas llenas de creatividad e ingenio y nos presentan a un personaje, su actor principal, un hombre fabuloso y sus diálogos y guerras con la muerte y su lucha por vivir y presentar su arte.  Otra fue la última de Woody Allen: Manhatan, que recibió muy buena crítica y demasiada publicidad.  Aunque fue buena causó quizá decepción, sobre todo a aquellos que, meses atrás, vieron Dos extraños amantes.

VENGANZA AL ESTILO ANGLOSAJÓN

Por Lida Prypchan

La Tumba Circular

Aunque parezca mentira, la ciencia avanza, pero nadie se atreve a profundizar en la fiera humana

 

Escuchen bien, dijo el hombrecillo de traje gris frunciendo el ceño: ¿Civilización? Freud se reía de todos aquellos que negaban la existencia de la fiera que lleva el hombre por dentro. Me refiero a esto, porque fui espectador de la transformación de un hombre bueno y caritativo, en un ser vengativo.

Se trataba de un ciudadano anglosajón, que nos hacía pensar en un ser poco emocional, o por lo menos, eso era lo que demostraba. Hablar de él, significaba mostrarlo como un hombre que poseía dentro de sí tres amores: su hija Lucy, la música y la justicia.

Su hija se enamoró de un atleta que se burló de sus sentimientos y, por esta razón, la muchacha se ahorcó. Tenía 16 años cuando lo hizo. Él por su parte, contrató un detective privado para que averiguara las razones que habían conducido a su hija al suicidio. Fue así como se enteró del móvil del desgraciado suceso, quién era el atleta, qué hacía, etc.

Entre varios sucesos notorios, supo que un año antes del suicidio de su hija, otra chica, por igual motivo había puesto fin a su existencia, pero utilizando diferente medio: el envenenamiento.

Un representante de una cultura latina le hubiese pegado un tiro al culpable de la muerte de su hija, pero dense cuenta, que nos hallamos ante un ciudadano anglosajón, parco y bastante reservado en la expresión de sus emociones.

Él en cambio diseñó y llevó a cabo un plan maquiavélico con la intención de vengar la dolorosa desaparición de su hija, un plan que llamó “La Tumba Circular”.

El procedimiento fue el siguiente: alquiló un apartamento en el último piso de un gran edificio, cambió su identidad – Morton era el nombre elegido-, también se hizo pasar por un importador que tenía muchos asuntos en el extranjero y debía hacer frecuentes viajes que en ocasiones podían durar varios meses.

Notificó al conserje y al administrador del edificio que en su apartamento habían muchos objetos de valor y que, por ningún motivo, ninguna persona debía entrar allí.

En su apartamento, acondicionó una habitación-estudio para sus fines: instaló un aire acondicionado, colocó un televisor que estaría prendido día y noche, ubicó una mesita en la que puso pan y agua, instaló en una pared una  larga cadena gruesa de la que pendía una argolla de hierro en el extremo que iría alrededor del tobillo del joven atleta, cuyo nombre era David.

Como parte del plan, se procuró algunos papeles comerciales con membretes falsos y, en uno de ellos, escribió un mensaje a David, ofreciéndole un empleo con un sueldo magnífico en una empresa inexistente. David, emocionado, contestó rápidamente a la dirección de correo señalada en la oferta de empleo.

Seguidamente Morton lo llamó por teléfono y acordaron tres cosas: 1. – se reunirían ambos en un restaurante de renombre, 2. – que David llevaría su automóvil.  3. – que él no comunicaría a nadie sobre el empleo que le había sido propuesto, ni el día ni la hora de la reunión.

Imaginémoslos después de cenar, dirigiéndose al apartamento que alquilado como parte del plan. Una vez allí, Morton le sirvió un trago que tenía un somnífero; David cayó rendido  rápidamente.

El amargado padre le quitó al deportista los zapatos, la correa y le vació los bolsillos, metiendo en uno de ellos una nota sugestiva que en unos instantes referiré. La habitación-estudio tenía una particularidad: era circular y además había sido construido prueba de ruidos.

Del carro fue muy fácil deshacerse,  lo dejó en un estacionamiento muy concurrido y, al cabo de dos días, los ladrones habían hecho presencia y acto seguido ejecutado su trabajo.

Finalmente David se despertó con un fuerte dolor de cabeza y una molestia en el tobillo; enseguida se percató que alrededor del mismo tenía una inmensa argolla que presionaba y limitaba sus desplazamientos. Inicialmente  reflexionando quiso pensar que se trataba de una broma pesada por parte de Morton.

Después de un rato encontró, en uno de sus bolsillos, la nota de Morton que decía así: “lo siento viejo, pero tengo que irme; le ruego que sea mi huésped hasta mi regreso. Le dejo pan y agua. Estaré ausente bastantes días. Póngase cómodo hasta mi regreso”. Su vida consistió desde ese día, en comer pan, beber agua, ver televisión y levantarse con una sensación que se encontraba en una tumba circular.

Se me olvidaba decir, que se cansó de gritar sin que una sola alma de ese edificio lo escuchara. Supongo que habrá llorado y pataleado sin conseguir nada. Sé que un día llegó Morton, con un cargamento de pan y agua para su lindo presidiario. El joven se hallaba en un sueño profundo y, se notaba que había sufrido en exceso y, lo peor: sin saber por qué un empresario de aspecto bonachón, podría querer mortificarlo de esa manera tan cruel. David murió, no sé en qué fecha, pero Morton se quitó de encima un dolor profundo.

La venganza es común en todos los niveles, la formulación más exacta de ella la leí en un libro de un polaco, que llevaba por título El Pájaro Pintado: “uno tiene que vengarse hasta el punto de no sentir el peso que nos agobia. Si nos hacen algo que no nos duele, la venganza no tiene sentido; pero si aunque sea, por una cosa insignificante, sentimos el desgarramiento de una fibra sensible de nuestro ser, nos convertimos en fieras salvajes”.

Hay dos caminos: 1. –  nos desahogamos pagando con el mal,  2. –  nos quedamos con nuestro dolor y, con la venganza frustrada, que se marchita con el tiempo convirtiéndose en amargura.

¡Cómo nos conocía Freud y cómo nos conocen los psicólogos!  Y aunque parezca mentira, la ciencia avanza, pero nadie se atreve a profundizar en la fiera humana.

¡Es horrible estar presente en los espectáculos de las bajas pasiones humanas!  Supone muchas veces volverse loco, buscando soluciones para los demás y, olvidarse de uno mismo que también es mitad humano y mitad fiera.

FREUD Y EL ARTE

Por Lida Prypchan
En repetidas ocasiones, se ha psicoanalizado la génesis y el contenido de una serie de disciplinas o actividades ajenas al ámbito de la medicina. En este sentido, la atención de los psicoanalistas se ha dirigido a la historia de las religiones, la prehistoria, la mitología y, sobre todo, la literatura y el arte.

En esta tarea, lo que pretenden los psicoanalistas es explicar las motivaciones psicológicas agazapadas en las obras de un artista.

Es evidente que la creación artística refleja el mundo interior del artista y, a menudo, su inconsciente.  Desde este punto de vista, nada impide analizar su obra aplicando los mismos criterios que el terapeuta utiliza para descifrar los sueños de un paciente.  En la literatura y las artes plásticas contemporáneas existen corrientes más o menos vanguardistas, como el dadaísmo y el surrealismo – que proponen la incorporación del material onírico a la obra del artista.

En cuanto a otras épocas, sabido es que Freud se inspiró en la tragedia griega para poner nombre a algunos de los complejos que iba descubriendo (el de Edipo o el de Electra);  y ello porque los dramaturgos griegos planteaban muchos de los grandes conflictos detectados por el psicoanálisis contemporáneo en la vida psíquica de los pacientes.

Autores como Dostoievski, Stendhal y Flaubert exponen en sus novelas una temática lindante casi siempre con la neurosis o la psicosis a que diariamente se enfrenta el psicoanalista moderno en su clínica.  Como ejemplos están: el parricidio, con toda su carga edípica y totémica en los hermanos Karamazov; la voluntad de poder, en Rojo y Negro stendhaliano; la frustración sentimental y sexual en la provinciana Madame Bovary que termina suicidándose.

Psicoanálisis de la obra de arte:

El artista expone casos análogos que el psicoanalista intenta resolver en su consulta y los analiza minuciosamente, aunque sin ánimo terapéutico, empleando para ello las técnicas literarias o plásticas predominantes en cada época de la historia de la cultura.

Psicoanálisis del artista:

Este constituye en sí mismo un caso insólito: ¿Por qué un hombre siente el imperativo de la vocación artística, renuncia a lo que sus semejantes llaman “una vida normal” y se dedica a la tarea – difícil, problemática y poco gratificante económicamente – de crear una obra con palabras, formas o sonidos?  Por la sublimación diría Freud.  O sea, encauzando la energía de su lívido por derroteros diferentes a los habituales y, de esta manera, descargar la conflictividad de sus contenidos psíquicos.  El artista es, en muchos casos, un neurótico que se autoanaliza y, a menudo, consigue una verdadera curación a través del espíritu.  O que, por lo menos, compensa y equilibra las deficiencias de su psique, evitando que estas desemboquen en los dominios de la patología.

Freud y el arte:

Freud publicó cinco trabajos breves dedicados al psicoanálisis del arte.  Son: “El delirio y los sueños de la Gradiva” de Jensen; “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”; el “Moisés” de Miguel Angel; “Un recuerdo infantil de Goethe en Poesía y verdad”, y “Dostoievski y el parricidio”.

Freud, al comienzo de su Moisés, declaró ser un profano en cuestión de arte, aunque le atraía enormemente.  Lo que más le llamaba la atención era que las creaciones artísticas más impresionantes escapaban a nuestra comprensión y, al respecto, llegó a la conclusión que lo que nos impresionaba sólo podría ser la intención del artista.

Algunos filósofos antes de Freud -Platón entre ellos- habían estudiado ya el papel que desempeña el inconsciente en la creación artística.  Suele decirse que los artistas están dominados por una fuerza superior a su voluntad.  Sabido es que muchos poetas escriben casi en estado de trance, como si estuvieran hipnotizados.

Otros recurren al alcohol o las drogas con la intención de liberar los contenidos más profundos del inconsciente.  Algunos científicos han llegado a considerar al artista un loco, clasificando sus obras entre los delirios provocados por la demencia.

En opinión de Freud, el artista es un hombre que no consigue satisfacer por completo sus deseos y que encuentra consuelo en la invención creadora.  En otro párrafo escribe: “el artista, como el neurótico, huyen de una realidad escasamente satisfactoria para ellos y se refugian en un mundo fantástico, pero –a diferencia del enfermo mental- saben encontrar el camino de regreso”.

Freud, sin embargo, reconoce que la sexualidad no es la única fuente del arte y que existen dos aspectos distintos de este acerca de los que el psicoanálisis no arroja ninguna luz: los dotes del artista y los medios técnicos que emplea para su obra.

 

EL HOMBRE, SIEMPRE EL HOMBRE

Por Lida Prypchan
No se puede comparar el almuerzo de un hombre con el de una paloma. El alimento de un hombre es más complicado que el de una paloma, ya que tiene un complicado sistema de cultivo, recolección, transporte, comercialización, entrega, conservación y preparación.

La paloma forma parte de un sector de la  naturaleza que se dedica a la holganza. Basta con asomarse por una ventana para observar cómo las palomas vuelan sin preocuparse.

Mientras el hombre tiene que trabajar para comer y debe encargarse de la vigilancia de las actividades  de una casa, la paloma revolotea todo el tiempo – o casi todo -, y además duerme una buena siesta por la mañana y cada vez que encuentra un lugar tibio.

Por su parte, el hombre lleva una vida bastante complicada; mientras su perro dormita, él debe circular por calles abarrotadas o estar sentado trabajando en una oficina para poder comprar su comida – también la de su perro – y mantenerse.

Sin embargo, ser parte de la humanidad también tiene sus ventajas, entre ellas se encuentran los placeres del conocimiento, de las conversaciones interpersonales y las alegrías de la imaginación.

Lo lamentable es que la cuestión de alimentarnos absorba nuestras actividades humanas en más de un 90%. Si los hombres con el progreso no se hubiesen complicado tanto la vida, y obtener alimentos no fuese tan difícil, el ser humano no tendría ninguna razón para trabajar tanto.

Llegará el momento en que seremos tan civilizados y el mundo se habrá complicado tanto que conseguir alimento será tan difícil que nos sentiremos cansados antes de empezar, es decir, en la consecución de la comida se irán nuestras ansias por el alimento.

Afortunadamente ese momento aún no llega. Lo que sucede en la actualidad es que existen muchos hombres que están obsesionados con el trabajo, con sus posesiones materiales y, teniendo con que comer, no quieren descansar hasta que logren tener una fortuna. Pero ese descanso no les llega nunca o les llega cuando ya es demasiado tarde.

Estar al lado de una persona de este tipo es lo más angustiante que uno pueda imaginar: tienen pegada a la piel la prisa, el desasosiego, la intranquilidad, sufren graves cambios de estado de ánimo, pasan de las euforias más grandes a las depresiones más negras.

Trabajan de lunes a domingo y con sus logros, edifican paulatinamente su propia tumba. En sus conductas hay otras particularidades comunes en estas personas, tales como: olvidarse de comer o comer poco, tomar tranquilizantes para lograr la estabilidad anímica que necesitan para poder “dividirse en cuatro” y atender sus innumerables ocupaciones diarias.

Suelen sufrir de dolores de cabeza intensos, pérdida de sueño, e incapacidad de disfrutar de cualquier diversión; están muy preocupados en asuntos que producen dinero y ello no deja cabida a “concentrarse en cosas de poca importancia”.

Dejan de ser niños y en muy pocos años se conviertan en ancianos, en pocas palabras, se olvidan de vivir.

Y cuando al fin logran lo que se propusieron, sienten el vacío que deja el exceso de trabajo para la conquista de una fortuna que nunca podrán llevarse a la tumba cuando mueran. Al comparar la vida de uno de estos señores con la de un pescador, se puede ver como el pescador habrá disfrutado de la belleza de la vida mil veces más que el que se dedicó a la rutina del trabajo interminable para lograr la meta de tener una cuantiosa fortuna personal.

Conseguirán lo que la sociedad llama éxito, pero se habrán privado de escuchar la brisa en el pico de una montaña o desconocen el placer de sentarse en una plaza toda una tarde, sin preocupaciones, para ver cómo los árboles se conjugan con el azul de cielo y cómo sus ramas tapan el sol. O sentarse en la orilla del mar para ver como las olas vienen y van.

Tener los ojos cerrados para las delicias del descanso es estar muerto en vida.