YO NO SUFRO ESCRIBIENDO

Por Lida Prypchan
El domingo 18 de abril de 1982, El Nacional publicó una entrevista a la escritora y diplomática venezolana Antonieta Madrid, nacida en Valera, Venezuela.

Al hablar de su voz, el entrevistador dice: “Es un atropello de ternura”. Pero creo que su voz y lo más importante, sus palabras, “tienen más de atropello que de ternura”.

Una de las preguntas que le formulan en la entrevista es: ¿Por qué escribe?  Es una pregunta que se hace con la finalidad de conocer las motivaciones que tienen las personas en relación a la carrera u oficio que han elegido.

Ella responde “con su atropello de ternura”: no debemos perder el tiempo planteándonos y respondiendo esa pregunta. Da la impresión que para ella es tan borrosa su actividad que no sabe ni por qué la hace.

Otra de las preguntas que le hacen es: – De los problemas del país ¿Cuál te angustia más? La escritora con su delicado y tierno atropello responde: “del país prefiero no hablar. Lo amo mucho. Es algo íntimo, tan personal”. No me parece una actitud sincera de una persona que “ama su país”. ¿Si lo ama tanto, por qué no habla de él?  Es como decir que quiere mucho a su mamá, pero prefiere no hablar de ella.

Antonieta Madrid dice que con la amargura nada se consigue. Tiene razón. Bueno, con la amargura muchas veces se consigue hacerle difícil la vida a la persona que nos ha causado la amargura. Es una forma de venganza. En todo caso, es una forma de hacer más dramática la vida que ya de por sí es dramática.

Por último quisiera hacer unos comentarios acerca de una de sus declaraciones, y es la siguiente: “Yo no sufro escribiendo”.

Al leer semejante afirmación me pregunté ¿Quién sufre escribiendo?  ¿Cómo será eso de “sufrir escribiendo”?  Creo que no se puede sufrir escribiendo porque se trata de un arte que permite e incluye, ante todo, el desahogo. Para expresarlo mejor, pondré un ejemplo: Goethe.

Era un hombre tranquilo, brillante, que trataba en lo posible de no complicarse la vida, era un hombre que cuando se enamoraba y las cosas empezaban a marchar un poco mal, salía de viaje para refrescar su mente. Cuando le llegó el momento o la época de sufrir, no se quedó con esa espina adentro, sino que se la extrajo del corazón y la convirtió en un libro: Las desventuras del joven Werther.

Giovani Papini, cuando se refiere a Freud en su libro GOG, dice que él basó su método en su héroe Goethe. Transcribo a continuación textualmente lo que expresa Papini: “El primer impulso para el descubrimiento de mi método nace de mi amado Goethe. Usted sabe que escribió Las desventuras del joven Werther para librarse del incubo morboso de un dolor: la literatura era para él catarsis. Y en qué consiste mi método para la curación del histerismo sino en hacer contar “todo” al paciente para librarlo de la obsesión;  no hice nada más que obligar a mis pacientes a proceder como Goethe”.

Y así como Goethe han existido muchos otros.

En realidad la literatura es, para muchos escritores, una forma de desahogo. Pero más que una forma de desahogo, es una manera de buscar explicaciones a su personalidad o puede ser también una forma de expresar lo que piensan de las cosas, la vida, la muerte, la mujer. Y si nos ponemos a analizar, nos damos cuenta de que se hacen grandes sólo aquellos que expresan con sinceridad y sin miedo su manera de ver la vida. Y a veces no se conforman con expresar, prefieren delatar el absurdo de la sociedad o quizás prefieren acusar o insultar.

¡Son fieles a sus ideas, sus puntos de vista por más radicales que sean o parezcan, sus gustos, sus disgustos, y todo lo que su persona signifique!