EL CEREBRO: UN COMPUTADOR CON SECRETOS

Por Lida Prypchan
Un genio y una persona subnormal pueden tener un cerebro de aspecto idéntico: ni su tamaño ni su estructura en el microscopio son útiles para descifrarnos la capacidad intelectual. El corazón habla a través de las palpitaciones, pero el cerebro es silencioso, no nos muestra sus secretos aunque genera impulsos eléctricos que nos permiten estudiar su manera de funcionar.

En 1870 Erich Hitzig, un oficial médico prusiano, paseándose por un campo de batalla de Sedán, buscaba cadáveres cuyos cerebros estuviesen al descubierto. Con una batería eléctrica unida a dos ductos metálicos, descubrió que al estimular una parte del cerebro con una descarga eléctrica, los miembros de la parte opuesta del cuerpo realizaban ciertos movimientos.

Nuestros movimientos y sensaciones provocan impulsos eléctricos que viajan a través de una red de neuronas o células nerviosas hasta el cerebro (que es el centro de mando). Las neuronas se encuentran en todo el cuerpo, hasta en los sitios más escondidos, y todas están interconectadas conformando una red enorme. A través de ella llegan al cerebro los mensajes y él a su vez emite órdenes que son transmitidas a través de esa sofisticada red.

La neurona es radical en su manera de actuar: todo o nada puede generar o no impulsos. Aún no se sabe cómo el cerebro descifra los mensajes y toma sus decisiones. Sin embargo, se sabe qué ruta siguen los mensajes. Lo impresionante es la cantidad de cosas diferentes que el cerebro hace a la vez y la rapidez con que las hace.

El computador es un modelo del cerebro hecho por el hombre.

Particularmente tuve la oportunidad de jugar una partida de ajedrez con un computador que tenía siete niveles. Nunca le gané, ni siquiera en el primer nivel. El computador es una magnífica memoria, la cual tiene las reglas básicas del juego y una serie de alternativas de posibles movimientos para ganarle al adversario en medios de almacenamiento masivo. Lo que sucede es que el computador no se olvida de nada: tiene una memoria perfecta.

A lo largo de la vida, el cerebro se aprende de memoria una serie de datos que llegan a los órganos sensoriales. Estos datos se acrecientan con la edad. Pero como no somos un computador, nuestro cerebro recuerda una parte de la información que recibimos a través de la vida. Esto se explica comparándolo así: lo que usamos con mayor frecuencia es lo que más recordamos; lo que usamos con menor frecuencia, lo guardamos en cajas y nos cuesta recordarlo.

Miles de neuronas se disparan simultáneamente durante ciertas clases específicas de actividad mental. Esto genera de manera rítmica una serie de descargas eléctricas, llamadas ondas cerebrales, que se pueden registrar colocando unos electrodos en el cuero cabelludo y se amplifican gracias a un amplificador que va conectado a un sistema de plumillas, plasmándose en un papel. Este aparato se llama electroencefalógrafo y con este se estudian los cambios que se efectúan en el cerebro consciente. El trazo fuerte, lento y regular predomina cuando dormimos, soñamos despiertos o descansamos con los ojos cerrados. Cuando las sensaciones nos estimulan o estamos despiertos, el trazo es más acelerado e irregular. A través de la electroencefalografía, podemos detectar un foco epiléptico.

Las lesiones cerebrales producen cambios característicos, y lo mismo sucede con ciertos estados emocionales y ciertas mutaciones, en el metabolismo del cuerpo.

ARTE, OPINIÓN Y PROPAGANDA POLÍTICA (I)

Por Lida Prypchan

“Podemos concebir un mundo dominado por una tiranía invisible que utilice las formas del gobierno democrático”.
Kenneth Boulding

 

De la misma manera en que nos venden un producto comercial lo hacen con la imagen de un candidato político.  Precisamente de esto se quejaba Adlai Stevenson en las elecciones de 1952 en los Estados Unidos, en las cuales lo derrotó el General Eisenhower.  Stevenson dijo: “La idea de que se pueden vender candidatos para las más altas investiduras como si fueran cereales para el desayuno… es la última indignidad del proceso político”.  No solo es una inmoralidad sino que también es sumamente peligroso.

Es peligroso porque así como es cierto que estamos en la era de las masas, igualmente vivimos en la era del hombre aislado.  A este hombre aislado no debemos dejarlo pasar inadvertidamente ya que es un ser solitario que tiene su causa y su historia.  Para ello debemos remontarnos a los dos hechos esenciales que caracterizaron la evolución de la humanidad en el siglo XIX: la tipicidad, en estructura y espíritu, de las naciones y, en segundo lugar, la evolución de la demografía y el hábitat.

El primer aspecto trata acerca de cómo se logró que el hombre participara en la vida pública y el segundo, dio como resultado el hacinamiento y la impersonalidad con su funesta consecuencia: la disolución de las células tradicionales (por ej. la familia).  La consecuencia final fue, que el hombre por sentirse aislado y desorientado, se refugia en el falso calor humano que irradian las masas.  El hombre de las grandes ciudades impersonales se siente con miedo, con temor a la desocupación, la guerra, la miseria.  Los propagandistas, los constructores de imágenes políticas se aprovechan de esta situación.  Es por ello que la propaganda política se ha desprestigiado tanto.

HAMBRE NERVIOSA

Por Lida Prypchan

Eso que dicen en las revistas que se baja de peso comiendo de todo es una mentira gigantesca.

Lo que sucede es que existen tantas mujeres desesperadas por bajar de peso, mujeres que han probado hasta las formas más insólitas para lograrlo, que cualquier dieta que aparezca las convence. Pero la única forma de bajar unos kilos es cuidarse teniendo la costumbre de comer lo necesario cuando se tiene apetito o, ser como esas personas que, por sufrir de anorexia nerviosa, se olvidan que existe la comida.

Sin embargo, es más frecuente ver personas que padecen lo que llamamos “hambre nerviosa”, es decir, que se desahogan comiendo, cuando tienen un problema o están pasando por una época en que se sienten muy tensos, como por ejemplo la época de exámenes; les da por comer cantidades exorbitantes de alimentos ricos en grasas.

Conozco una muchacha que cuando siente angustia se toma un pote de leche condensada. Lo que pueden haber comprobado estas personas es que la angustia no desaparece al comer, sino todo lo contrario: ahora tienen doble angustia; el problema en sí y el sentimiento de culpa por haber comido en exceso.

Si se guiaran por la lógica, muchas personas no padecerían de obesidad. Es una cuestión matemática: si uno gasta  poca energía porque está todo el día sentado y se sobrealimenta, no puede esperar estar delgado. En la misma lógica, si uno para vivir gasta escasa energía y come poco o proporcionalmente con su consumo energético, estará delgado aunque con la carne flácida.

Por lo tanto, se deduce que para estar delgado, si su problema no es glandular, uno deberá guardar una cierta proporción entre gasto de energía y consumo de alimentos. Y para mantenerse con un cuerpo firme, lo más recomendable es hacer ejercicio constantemente.

Acerca de dietas, se ha escrito de todo. No solo se escriben artículos en las revistas sino que prácticamente es el tema principal de las mujeres. Y aquí es donde las mujeres demuestran sus dotes de inversión. Es cierto que se han hecho pocos descubrimientos para mejorar la humanidad, pero, entre ellos, están las más variadas dietas. Dietas como: la dieta del agua, la de la naranja, la de la piña, la de los 5 días, la de la novia de Superman.

Pero lamentablemente ha sido un aporte cuyos resultados son a corto plazo porque no se extermina de raíz el principal problema de la obesidad: el vicio de la comida, ese comer por placer aunque las personas ya estén satisfechas. Y para dejar este comportamiento, la única manera es acostumbrarse a comer lo necesario, en el momento en que nuestro organismo nos lo pida y comprender que la angustia no la resolvemos comiendo.

EL EXAMEN COMO FACTOR DE NEUROSIS EN LA RELACIÓN ALUMNO-PROFESOR

Por Lida Prypchan
Los exámenes de evaluación tradicionales del sistema educativo  constituyen un anacronismo mitificado que es un verdadero stress para el binomio alumno-profesor.

Si preguntamos a cualquier estudiante la utilidad de este método de evaluación, las respuestas en su gran mayoría son desconcertantes, ambiguas, mediatizadas por la urgencia de salir de las aulas escolares con un título que permita el ejercicio profesional, o se tiene una sensación de inutilidad en la respuesta porque “de cualquier manera todo seguirá igual”.

Algunas veces observamos cierto desinterés, salpicado de desgano, que se tiene la impresión de estar ante un proceso de “no involucrarse emocionalmente” del estudiante o del docente en la tarea común.

Por ejemplo, muchos estudiantes afirman: “los profesores se valen de los exámenes como de una amenaza: si no tuvieran en sus manos el arma de los exámenes, serían incapaces de hacernos aprender nada. Hay que suprimirlos”.

Al preguntársele a los profesores su opinión sobre las evaluaciones responden: “sin los exámenes nunca sabríamos si los estudiantes aprenden lo que tratamos de enseñarles. No es lo mejor, pero es lo único que tenemos”. Otros profesores opinan: “los exámenes son la forma de protección del público contra un profesional incompetente”.

Un profesional que había egresado hacía algunos años de la Universidad y que para el momento se desempeñaba en el área pedagógica en Ciencias de la Salud me dijo una vez: “En mi época de estudiante los exámenes eran muchísimo más difíciles. Teníamos un profesor de Anatomía que nos examinaba lanzando un hueso de la mano o del pie en el aire. Debíamos decirle rápidamente a qué extremidad pertenecía;  si era derecha o izquierda. Si alguien era miope obviamente no aprobaba. Si no tenía aptitudes para el dibujo, tampoco. Estudiábamos hasta la madrugada. Sin los exámenes de evaluación los estudiantes no abrirían un libro y apenas se preocuparían de otra cosa que de política”.

Parecía repetir, sin darse cuenta, la filosofía educativa de aquel profesor de Anatomía.

Sin embargo, se evoluciona en modelos para establecer el método ideal de examen de evaluación, y aunque las protestas contra este rito iniciático son firmes, tanto de parte de profesores como de alumnos, la escasez de profesionales dispuestos a una dedicación exclusiva a la enseñanza no permite establecer un sistema de evaluación continua basado en el contacto personal alumno-profesor, y facilitar con ello el intercambio de ideas en relación a los programas seguidos por cada alumno a lo largo de cada curso y de toda la carrera.

Este requerimiento se cumple a través de la propuesta y ejecución de proyectos de investigación, cuyas fuentes, disponible en Internet, podrían estar manchadas de errores a no ser que estén avaladas por centros de enseñanza debidamente certificados.

La transmisión de un modelo hedónico, donde el disfrute del aprendizaje, los conocimientos, el placer de la cultura, no está divorciado de la vida. Las evaluaciones periódicas, pueden conducir a rectificaciones de los conocimientos basadas en el deseo de aprender.

FEDOR DOSTOIEVSKI

Por Lida Prypchan
Los Dostoievski tenían sus raíces en la nobleza rusa. Además su genealogía muestra una larga línea de místicos, desequilibrados, genios y locos criminales. A través de mil vicisitudes y sacudidas, los Dostoievski fueron desposeídos de sus feudos y hundidos en la miseria o poco menos.

Mijaíl Dostoievski – padre del famoso escritor – poco tiempo después de haber ingresado en la clerecía, se escapó para entrar en la Academia Médico-Quirúrgica de Moscú. Cuando las tropas napoleónicas entraron en Rusia, en 1812, fue nombrado médico del ejército y luego fue trasladado a Moscú donde obtuvo la plaza de médico auxiliar en el hospital para pobres, dependiente del Hospicio. En el mismo año se casó con la hija de un comerciante que puso en manos de su yerno una buena cantidad de dinero.

Con los años, Mijaíl Dostoievski fue invadido por una avaricia enfermiza que se convirtió en una desgracia para los suyos y fatal para sí mismo. Se convierte en el tirano de los pobres del hospital y también de los suyos, particularmente de sus hijos y su mujer. La familia Dostoievski, vivía en unas habitaciones del entresuelo del mismo hospital. Allí, el 11 de noviembre de 1821 – según el calendario gregoriano – nació el segundo hijo del matrimonio, Fedor.

En la infancia de Fedor, los elementos de maravilla los pusieron la madre y la nodriza Aliova Federovna, quien familiarizó al chiquillo con los cuentos de hadas y el folclor ruso.

En unión de su hermano Mijaíl, la educación de Fedor transcurrió, entre la media pensión de preparatoria del francés Sanchard  y la pensión privada de Tchemak, verdadero sacrificio para el avaro de su padre, quien a pesar suyo, deseaba dar a sus hijos una educación de mayor nivel y eficiencia que la de los liceos oficiales en donde reinaban métodos obsoletos. En ésa época Fedor se entrega con pasión a la lectura, dedicándole tiempo a todas las obras de Moscú, que años más tarde, siendo Fedor un adolescente, quedaron absolutamente destruídas a causa de un incendio, ocasionándole  gran dolor al incipiente escritor.

Otro motivo de profundo pesar fue  la muerte del poeta Alexander Pushkin en 1837, de cuya obra Fedor conocía de memoria gran cantidad de versos. Ese mismo año enfrenta la mayor de sus penas: la muerte de su madre consecuencia de la tuberculosis. Esta muerte también sumió a su padre en la depresión y el alcoholismo.

La infancia de Dostoievski, estuvo sembrada de contradicciones, al igual que su vida entera. El doctor Janovsky, médico y amigo de Dostoievski, refiriéndose a su infancia dijo: “Fedor experimentó durante su infancia, muchas cosas sombrías y penosas, de aquellas que imprimen a un carácter ese rasgo que lleva a la neurosis, la epilepsia y la hipocondría”.

Juventud y Gloria

Haciendo un último esfuerzo, el avaro Mijaíl Dostoievski, condujo a sus hijos a San Petersburgo y los dejó en la Escuela de Ingenieros Militares. Fedor, que contaba con diecisiete años, leía demasiado y empezaba a escribir. Experimentó grandes apuros económicos y escribía carta tras carta a su padre pidiéndole dinero, quien retirado ahora en el campo, se había vuelto aún más mezquino.

Mijaíl Dostoievski quien se había vuelto asiduo al licor y estaba lleno de avaricia, se hacía odiar por sus siervos y un día, en que había apaleado a uno de ellos, los campesinos se reunieron para decidir su muerte. Le cogieron borracho y, trataron de ahogarle en alcohol… al fin maltratándole bestialmente, dieron fin a su vida. La familia renunció al proceso y los poderes públicos se hicieron los desentendidos. Su hijo Fedor, no habló jamás a nadie, ni escribió nunca nada relacionado con esta horrible muerte.

Más pobre y más atormentado que antes, Fedor sigue su carrera. Lee, escribe y sufre amarga miseria, pero sobre todo, penetra más y más en el alma de su pueblo, lo cual lo lleva a escribir su primer libro “Las Pobres Gentes”. El gran crítico Bielinsky, después de leer la obra de Dostoievski, llama sobre ella la atención del público y la señala entusiasmado como genial, por lo cual Fedor se despierta en la cumbre de la fama.

El escritor penetra con pie firme hacia el mundo de los desheredados y revolucionarios. Concurre a las reuniones clandestinas encabezadas por Petraschevski y en diciembre de 1848 es arrestado como conspirador por la policía del zar. Dostoievski y el resto de los conspiradores  son condenados a muerte.

En la plaza Semionovsky  una multitud acude a presenciar el espectáculo. En el centro de la explanada se levanta el patíbulo y los condenados son alineados sobre la plataforma. El auditor del consejo de guerra, después de haber pronunciado los nombres de los nueve conspiradores, lee nueve veces el veredicto; Dostoievski se estremece al sonar el suyo, no bien seguro de lo que ha oído.

Luego… alguien se acerca con paso lento. Una mano se ha posado sobre su pecho. A pocos pasos, los cosacos han formado el pelotón. Disponen el arma homicida y los tambores comienzan a redoblar. ¡Es un instante que dura un siglo!  Se oye un grito. ¡Alto!  Un oficial se adelanta y lee la orden en que el zar conmuta la pena de muerte por la de trabajos forzados en Siberia. Es el 22 de diciembre de 1849.

Cumplida la condena en 1856, obtiene permiso para regresar a Moscú y, después de unos exaltados y románticos amores, se casa con una viuda, esperando todo de aquel matrimonio, que no le dio sino nuevos dolores: la misma noche de bodas le repitió el ataque epiléptico que ya había sufrido durante su destierro en Siberia.

Su mujer, tuberculosa y neurótica, no aportó ni una brizna de paz al espíritu atormentado de Dostoievski… Siete años duró ésta unión, que terminó con la muerte de ella. Su hermano Mijaíl también muere, dejando a Fedor absolutamente solo en esta fase de su vida.

Sin embargo, tiene que trabajar para seguir viviendo. Refugiado en un nacionalismo absoluto, trabaja oscuramente como folletinista. En esta época se enamora más de una vez, pero en pugna con lo que para su temperamento enamoradizo representan su cara fea, su epilepsia y sus lacras físicas y morales.

Se enamora de una actriz, una nihilista y una bella revolucionaria, siendo todos estos amores funestos, y Dostoievski, sediento de cariño, no tiene otra opción que casarse con Ana Grigorievna, la taquígrafa a quien dictaba sus folletines.

Veinte años más joven que él, y acostumbrada a admirarle y venerarle desde los quince, María Grigorievna fue el único elemento de relativa paz y reposo en la agitada vida de Dostoievski.

El final

Con ocasión del homenaje nacional al poeta Pushkin, Dostoievski, encargado de pronunciar el discurso, hace vibrar a la nación con la fuerza y el valor de sus palabras. Tres meses más tarde, el 9 de febrero de 1881, muere de una hemorragia pulmonar.

El país entero toma parte en el duelo del gran desaparecido. Treinta mil personas acompañan los restos mortales del autor de “Las Pobres Gentes”. Escritores y estudiantes llevan el féretro sobre sus hombros. Quince coros conforman la comitiva haciendo sonar sus cánticos. El filósofo Soloviov  pronuncia las palabras definitivas, que contienen la alta significación humana y sagrada de lo que fue e hizo Dostoievski.

Al final de cuentas, la única auténtica biografía de Dostoievski está en sus obras. Él es “El Doble”, “El Adolescente”, “Iván Karamazov” y “Rodión Raskolnikov”. En su pecho anidan todas esas furias – locos, rebeldes iluminados – que pueblan sus novelas. Pero Fedor Dostoievski, doma las furias y logra plena victoria sobre ellas, llegando – y en eso puede comparársele a Beethoven – a la alegría suprema por el dolor supremo.

LA TELEVISIÓN EN LOS NIÑOS

Por Lida Prypchan
Con relativa frecuencia, hay preguntas que se quedan sin respuestas. También con cierta frecuencia, cuando hay respuestas, no hay quien las oiga o parecen pasar desapercibidas. Una cosa es la linda experiencia de tener un hijo, y otra cosa es convertirse en padres y estructurar y educar niños.

Los padres a menudo se quejan de la televisión. Cuando se plantean de manera crítica: ¿dejar a sus inocentes niños ante tan mala influencia?  Lo hacen engañándose a sí mismos, escamoteando la verdad de que sin ella los padres de hoy no sabrían cómo soportar a sus niños; siendo sinceros los padres tienen que reconocer que sin televisión, no tendrían un minuto de tranquilidad.

Además, como suele suceder, si la crianza de los niños es causa de molestia y sus relaciones con los adultos  se deterioran, siempre se puede echar la culpa a los programas de televisión.

También se puede trasladar la responsabilidad al Estado porque no obliga a las cadenas televisivas a generar una programación plenamente educativa y edificante.

“La televisión es responsable de la violencia juvenil” es una semi-verdad frecuentemente repetida.

En su columna llamada  “Reloj de Arena” del cotidiano de circulación nacional venezolano “El Nacional”, el  filósofo, psicólogo y educador Ignacio Burk, publicó, a inicio de los años ’80, un análisis que permite sacar conclusiones propias sobre este tema.

Se sabe, por muchos estudios efectuados, que en realidad la televisión incrementa la agresividad humana desde la misma infancia. Aunque no sólo afecta a los niños, pues lo hace igualmente con los adultos.

Cabe recordar que en el Congreso Latinoamericano de Psiquiatría (APAL), realizado en Caracas, Venezuela, en 1979, el entonces presidente de la República Luis Herrera Campíns, en su discurso inaugural expresó su preocupación ante el problema de la violencia e hizo hincapié en el hecho que los programas televisivos nocturnos eran tradicionalmente de violencia, miedo y terror.

Se preguntaba cómo dormirían aquellas personas después de recibir esa dosis de violencia.

Regresando a la influencia de la televisión en los niños, Ignacio Burk expresa que lo ideal sería que el hogar del niño desconociera y repudiara la agresión, que los padres conversaran directamente con los hijos lo que habían visto en la programación televisiva, qué habían admirado y qué habían rechazado.

Si esto ocurriese, la TV podría producir beneficiosos efectos educativos, por más que reflejara la violencia y los hechos repudiables de la realidad social.

Pero, ¿cuántos padres se sientan con sus hijos a discutir los programas, a enseñarles a interpretar los programas?  El meollo del asunto es evolucionar para convertirse en padres responsables y preparados.

Ante la violencia televisiva, se enfrentan dos corrientes extremas. Una condena la televisión, sobre todo la comercial, por las secuelas de brutalidad, sexo desenfrenado, y cocina mental de estupefacientes. La otra defiende, con igual fervor, el consumo óptico de violencia y sexo como sana y necesaria purgación que libera al sujeto de su carga de agresividad que día a día va acumulando en la vida.

De estas teorías se derivan cuatro posiciones

La primera señala que los niños que observan conductas violentas, las aprenden cognitivamente y las retienen durante algún tiempo.

La segunda teoría supone que el consumo ocular de violencia excita a las personas que son habitualmente pacíficas, pero apacigua a los que suelen ser violentos. El aumento de la agresividad está en razón inversa a la presión de las frustraciones represadas del sujeto.

La tercera posición es de quienes piensan que brutalidad y violencia, lejos de determinar imitación, más bien suscita repulsión.

Por último está la teoría que dice que el constante consumo de violencia audiovisual embota la sensibilidad. Llega el momento en que, tanto para adultos como para niños, el mirar a sus anchas las truculencias televisadas es productivo para que cojan fortaleza, estén preparados y más adelante puedan enfrentarse “tranquilos y sin nervios” a un mundo feroz y cruel.

Finalmente Burk concluye que los individuos criminalmente agresivos no son engendros de la TV únicamente, hay dos factores más importantes que son: un ambiente familiar y sociocultural profundamente deteriorado y la temprana estructuración antisocial de la personalidad.

Además, la programación para niños no es tan “natural” como se cree. “Natural” sería que los niños fuesen guiados al respecto por sus padres, pero lo impide el foso de la incomunicación generacional que se ha hecho infranqueable.

Crece al margen de la vida y la profesión de los suyos. No le dan la oportunidad de identificarse con personajes reales, tales como sus familiares y parientes que podrían ser admirados por ellos. Para satisfacer su necesidad de modelos, la televisión les ofrece personajes irreales y fantasiosos.

Esta toma de posesión de la mente infantil que opera la televisión por motivo de negocios, tal vez de ideología, podría ser más grave y perniciosa que sus escenas de violencia.

LA PÉRDIDA DE NUESTRA IDENTIDAD NACIONAL

Por Lida Prypchan
Durante muchos años un tema importante en Venezuela fue la pérdida de la identidad nacional.  La ola incesante de emigrantes que atraídos por “El Dorado Venezolano”, durante el siglo XX invadió el territorio nacional, hizo de Venezuela una encrucijada  cultural, opacando de esta manera las costumbres locales.

Aparentemente el atractivo de las costumbres importadas tiene gran poder e influencia en países jóvenes y subdesarrollados como el nuestro.

Así pues, al observar la celeridad con que aceptamos costumbres y tradiciones que no son venezolanos, a veces hasta el punto de menospreciar nuestras propias tradiciones, me pregunto qué impresión se llevaría Simón Bolívar si recorriera la actual Venezuela en la época navideña, por ejemplo, y en vez de un pesebre viera un “Árbol de Navidad” traído de Canadá;  si estuviese festejando en una reunión y en vez de ofrecerle una hallaca le dieran a probar un pavo traído del hemisferio norte, o que asistiera a una fiesta en la cual en vez de escuchar villancicos la música de fondo fuese Hip-Hop y, al acercarse un joven le preguntara Hi! How are you?

En cualquier situación de la vida cotidiana percibimos la influencia extranjera y esto sucede hace mucho tiempo.  Es por ello que no tendríamos que hablar de pérdida de identidad nacional, ya que no se puede perder algo que nunca se ha tenido; lo que se necesita en este caso es formarla.

Pero ¿se puede formar una identidad nacional?

La razón por la cual no se ha podido formar una identidad nacional, entre otras cosas, es porque las trasnacionales han hecho todo lo posible para que nuestro país permanezca estancado, sometido a su influencia cultural.

Al pensar en formar la identidad de un pueblo, no se le puede “tirar el paquete” o asignar esta responsabilidad a un pequeño grupo de ciudadanos, ya que serían muy pocos soldados para una batalla tan grande, ante un abanico tan amplio de costumbres importadas ya muy arraigadas en la población.

Un arma muy útil sería contar con los medios de comunicación, es decir la radio y la televisión. Pero ambos, en vez de formar al ser humano como integrante de una cultura, se encargan de deformar la conciencia nacional y el sentimiento de identidad propia; en vez de presentar programas orientados a la transformación mental y sensitiva del pueblo, difunden espacios publicitarios tendientes a mantenerlo dentro de un estatus que garantice la supervivencia del sistema actual.

Para formar la identidad de una nación tendrían que participar una alta proporción de  la población y contar con la poderosa ayuda de los medios de comunicación.

Mientras tanto este problema no será más que un tema siempre de moda, sin posibilidad de encontrarle solución, simplemente porque “un músico solo” no hace una orquesta.

LA OTRA REALIDAD

Por Lida Prypchan

Algo poderosamente bello nos acompaña a diario, algo llamado la otra realidad. Una masa amorfa de acontecimientos casuales que no cumplen con la lógica aristotélica, pero que se siguen manifestando y apareciendo en nuestros pensamientos.

De pronto vamos por la calle y, por alguna extraña razón, nos pasa por la mente la idea de que tenemos tiempo sin ver a un amigo, acto seguido, sin llamarlo, sin pedirlo, nos tropezamos con ese amigo y le decimos que casualmente estábamos pensando en él. Un día cualquiera, acostados en casa, recordamos a otro amigo y diez minutos después suena el teléfono, es justamente ese amigo en el que estábamos pensando, quién además pregunta ¿tú llamaste hoy a mi casa?

Julio Cortázar había presentido, desde niño, esa porosidad y esa permeabilidad que él tenía para atraer las causalidades.

En una entrevista que le hizo Ernesto González Bermejo a Cortázar, él relató que en una ocasión una amiga, a quien no veía desde hacía varios años y desconocía su paradero actual, aunque intuía que estaba en Francia, le envió una carta un día lunes para que se encontraran un día martes. Él recibió la carta ese mismo día y le respondió que no podrían verse porque saldría de viaje. Casualmente, justo después de echar la carta al buzón, salió a dar un paseo y al cabo de cuatro horas, sin más ni más, se encontraron en una esquina oscura de Paris, sin saber por qué, voltearon y se reconocieron.

En esa entrevista, Cortázar, también habló del estado en el que se sumergía al escribir, que se sentía como si estaba bajo el poder de una droga y que las palabras fluían rápidamente.

Aseguró que al comenzar a desarrollar una historia no llevaba un plan hecho, desconocía el final y todo se iba presentando tal como si otro escribiera. Le parecía un proceso tan impresionante, que afirmó haber sentido miedo al firmar sus cuentos porque no se creía el autor. Lamentablemente Cortázar se nos fue, sin embargo, se quedó entre quienes constantemente lo leemos y admiramos.

Con él, la fantasía, o más bien lo fantástico, se traducía en algo natural. Lo suyo era incluir lo que vivía, aquello que no pertenecía a la vida regida por la lógica del “dos más dos son cuatro” y “lo que no veo, no lo creo”. Sus personajes solían ser médiums hipersensibles capaces de percibir esa otra realidad que coexiste constantemente junto a la lógica.

Creo que “destino” podría ser un buen nombre para esa otra realidad a la que me refiero, porque pienso que el destino es esa forma desconocida en la que se desencadenan los acontecimientos para cada persona. Todo lo que ocurre está destinado o relacionado intrínsecamente con la persona a la que le ocurre.

Un hombre razonable no tardará en cuestionar y dudar si ¿no será que está percibiendo y deformando los acontecimientos de modo que lo que ocurre parezca que se relaciona con algo? Sin embargo, dos personas distintas puedan ser influidas de manera diferente por un mismo acontecimiento.

El tema no es cómo se amolda una persona a su destino, sino el hecho de que tal vez esa cadena de sucesos ocurrió porque la persona debe vivir esa experiencia o si se interpreta simplemente como algo aleatorio que le ha tocado vivir.

Así pues, es posible que el destino cambie a una persona y no sólo eso, el destino también puede formar el carácter de una persona. Por ejemplo, una serie de hechos trágicos en la vida de un niño pueden modificar totalmente su personalidad y hacer de él una persona muy diferente a la que quizás iba a ser.

Tomemos el caso del escritor Edgar Allan Poe, quién pasó por una situación muy dolorosa a temprana edad, al quedar huérfano de padre y madre con apenas dos años. Imagínense ustedes todas las vicisitudes que eso pudo traer para la vida de ese pequeño. El destino fue injusto con él, no obstante, no lo dejó morir, ya que una muy buena familia lo acogió. Y gracias a esos inexplicables giros del destino se convirtió en referente de la literatura estadounidense.

Por otro lado, también existe algo que casi siempre sucede por casualidad, el amor. El amor no se busca, llega solo, sin uno llamarlo. A mi manera de ver, la atracción hacia otra persona, esa atracción tan poderosa y bella, no puede pertenecer a la realidad.

Para ilustrarlo de forma más clara, supongamos que un día acompañas a un amigo y visitan una casa donde te presentan a una persona, a la que casi no le prestas atención, te vas, pero se te queda grabado su rostro. De pronto vuelves a ir a esa casa y cuando ves de nuevo a esa persona comienzas a dar excusas para irte, porque hay algo esa mirada que te incomoda pero que, a la vez, te atrae.

Sientes miedo porque no puedes precisar con exactitud qué sentimiento te produce y sin darte cuenta, a los pocos días, comienzas a hablarle insinuante como si esperases que algún extraño acontecimiento te uniese a su cuerpo.

El asunto no está en que tengamos conciencia de estos acontecimientos, sino que hagamos que nuestro espíritu sea más perceptivo, receptivo o poroso a los mismos. Porque algo poderosamente bello nos acompaña a diario sin darnos cuenta, ¡es la otra realidad!

CONVERSANDO AL REVÉS

Por Lida Prypchan

A Francisco lo conocí en un lugar frio de gente fría.  Al llegar me reconocieron y me dejaron pasar: iba a una recepción.  Me senté sola en una mesa.  Me sentía dichosa de estar con mi soledad observando cómo las personas se comportaban en aquel lugar, los veía cuales espejos que revelaban algún defecto mío en cuanto a comportamiento y me alertaba para no cometerlos en el futuro.

Disfrute mucho viendo bailar a las personas unos bailaban colocando la mano como si fuera un mesonero y erguía la cabeza caballero valenciano que lleva los viernes en la noche a la novia a la discoteca para que ella tenga tema con sus amigas por una semana hasta que vuelven a ir.  Otros bailaban con los hombros.  Parecía como si hubiesen tenido un estancamiento en el desarrollo de su destreza para aprender a bailar.

Otros alzaban los brazos, hacían morisquetas, reía esforzando los músculos de la cara y a la hora de la verdad no bailaban más que el peor bailarín.  Otros, los tímidos se rezagaban en un oscuro rincón y llevaban es paso anormal.  Otros bailaban travolta: demostrando que no salían de su casa desde esta época.  Otros, los más altos, que por lo altura que ellos, se encorvaban convirtiéndose en una C humana mientras que su enana compañera hacia con su cuerpo una C invertida que daba la impresión que se iba a partir en dos a nivel de la columna vertebral.  Menos mal-pensé-que estudio Medicina y he visto como se endereza a un partido.

Por supuesto que no trata de un matrimonio ya sea de italianos, españoles o americanos los cuales bailan de una manera exquisita.  La verdad es que lo que hacen es dar vueltas y nunca cambian de pasos pero puede acostar a dormir.  También puede determinar quiénes eran familiaridad que no poseen los noviecitos.  Inclusive ve a un infiel.  El casado infiel es aquel que al bailar con una conquista varonil como queriéndose demostrar a si mismo que el matrimonio no lo ha envejecido.

Mientras desfrutaba observando, pude ver que un joven estaba rondando me mesa.  Y conociendo mis poderes de trasmisión de pensamiento y la influencia que ejerce sobre las personas la caras serias que soy capaz de poner, suponía que este joven no se iba a atrever a acercárseme.  Hasta que sucedió lo centrarlo sola.  Le dice: “Pues, por supuesto que no”.  Me dijo que estaba fastidiado y que no encontraba con quien hablar.

Lo invite a sentarse y comenzamos a la fiesta y bailamos travolta, cuatro merengues, cinco sambas, siete chachachá, nueve pasodobles, dos rumbas flamencas hasta que pusieron la canción “Estado de Shock” que fue cuando me comenzó a convulsionar el pie derecho y tuve que irme casi en totalmente diferente a como lo había conocido.  Le comunique mi apreciación y me dijo que generalmente le pesaba lo contrario, que primero se mostraba muy serio y progresivamente iba mostrando su humor.  Conmigo –me había dicho el- el primer encuentro había sido muy simpático y ahora que nos volvíamos a ver la seriedad se apoderaba de la oportunidad.  El era muy raro.  Contrario a mí por completo.

Cuando me reía, que por cierto las paredes temblaban de emoción.  Francisco se encontraba en un estado de imperturbabilidad.  Cuando yo hablaba concentrada y seriamente Francisco echaba un chiste de lo que yo hablaba.

Se aceptar las posiciones de las personas y sabía perfectamente que a Francisco tenía que tratarlo al revés.  Cuando le hablaba de amistad él entendía que me refería a enemistad.  Cuando lo llamaba para decirle que por favor nos viéramos él entendía que le quería decir que ni se le ocurriese buscarme.  Cuando quedábamos en ir al cine, ambos sabíamos que era un platón seguro.  El mayor de mis insultos él lo tomada como el mejor de los halagos.

Luego inconformes con hablarnos todo al contrario establecimos hablar al revés.  Ya no le decía que lo iba a llamar por teléfono sino que lo iba a llamar por nofolete.  Después quedamos, en vista de lo complicado de este lenguaje, de recortar las palabras.  Hasta que al final establecimos no hablarnos y ahorrarnos ese tiempo que perdíamos juntos.
Ese era Francisco.

EDUCACIÓN PARA LA VIDA

Por Lida Prypchan
Simón Rodríguez fue uno de los primeros maestros en predicar las ventajas de la educación popular. También hablaba de la “educación para la vida”.

Al referirse a este tema decía: “Bueno es que los jóvenes aprendan ciencias, que estudien lenguas, literatura, legislación, física, botánica; pero hay una cosa más importante que debe ser primero: vivir en república. Que sean instruidos, pero lo que importa en su profesión es el cumplimiento de las ordenanzas y su ejercicio”.

Indudablemente el tema se puede analizar desde diversos puntos de vista, ya que tiene muchos significados. Aunque de todos modos es triste comprobar que, después de tanto tiempo, en Venezuela aun no se conciba la educación de esta manera.

En cuanto a la educación se refiere, los padres dejan huellas significativas en sus hijos: ellos crean fundamentos que luego se consolidan en la escuela y la universidad. Sin embargo, sucede que en muchos casos, ya sea por ignorancia o por cualquier otro motivo, no existen o  no se crean los adecuados fundamentos.

Entonces, ¿qué puede esperarse de unos jóvenes cuyos padres, con su ejemplo, no inculcan valores a sus hijos?  ¿Qué se puede esperar de ellos si en las escuelas les llenan la cabeza de conocimientos que no les sirven de mucho para realizarse como persona?  ¿Y si el medio y todo el entorno cultiva la imagen que sólo los espabilados y aprovechados sacan partido de la vida?  ¿Sirve de algo que se hable acerca de las ideas revolucionarias de Rodríguez?

Como dijo Rodríguez: es más importante saber desenvolverse en la vida como hombre honrado que tiene su conciencia limpia que ser un eminente profesional de cuya cabeza lo único que sale son conocimientos científicos; el asunto no se refiere a que un hombre sepa todo lo relacionado con su profesión sino que, aparte de esto, posea valores morales y éticos.

De nada le sirve a un médico ser bueno si carece de humanidad con sus pacientes, si quiere explotar a la comunidad con precios injustificados y exorbitantes.

De nada le sirve a un hombre tener grandes dotes como político si con su actitud y ejemplo refleja injusticia y corrupción, si aprovecha su posición para darle al pueblo la parte angosta del embudo y dejar para sí mismo la parte ancha.

De nada le sirve a un hombre ser abogado, si defiende clientes sabiendo que son culpables, utilizando medios dudosos.

Sobre la educación y la vida decía Miguel de Montaigne: “más vale tener la cabeza en su sitio que una cabeza llena de conocimientos”. Es más importante para un hombre saber pensar, poder sacar provecho en su vida de lo poco – o mucho – que aprenda, que vivir la vida en un eterno simulacro basado en valores que no sean precisamente los más nobles del planeta.