Por Lida Prypchan
En repetidas ocasiones, se ha psicoanalizado la génesis y el contenido de una serie de disciplinas o actividades ajenas al ámbito de la medicina. En este sentido, la atención de los psicoanalistas se ha dirigido a la historia de las religiones, la prehistoria, la mitología y, sobre todo, la literatura y el arte.
En esta tarea, lo que pretenden los psicoanalistas es explicar las motivaciones psicológicas agazapadas en las obras de un artista.
Es evidente que la creación artística refleja el mundo interior del artista y, a menudo, su inconsciente. Desde este punto de vista, nada impide analizar su obra aplicando los mismos criterios que el terapeuta utiliza para descifrar los sueños de un paciente. En la literatura y las artes plásticas contemporáneas existen corrientes más o menos vanguardistas, como el dadaísmo y el surrealismo – que proponen la incorporación del material onírico a la obra del artista.
En cuanto a otras épocas, sabido es que Freud se inspiró en la tragedia griega para poner nombre a algunos de los complejos que iba descubriendo (el de Edipo o el de Electra); y ello porque los dramaturgos griegos planteaban muchos de los grandes conflictos detectados por el psicoanálisis contemporáneo en la vida psíquica de los pacientes.
Autores como Dostoievski, Stendhal y Flaubert exponen en sus novelas una temática lindante casi siempre con la neurosis o la psicosis a que diariamente se enfrenta el psicoanalista moderno en su clínica. Como ejemplos están: el parricidio, con toda su carga edípica y totémica en los hermanos Karamazov; la voluntad de poder, en Rojo y Negro stendhaliano; la frustración sentimental y sexual en la provinciana Madame Bovary que termina suicidándose.
Psicoanálisis de la obra de arte:
El artista expone casos análogos que el psicoanalista intenta resolver en su consulta y los analiza minuciosamente, aunque sin ánimo terapéutico, empleando para ello las técnicas literarias o plásticas predominantes en cada época de la historia de la cultura.
Psicoanálisis del artista:
Este constituye en sí mismo un caso insólito: ¿Por qué un hombre siente el imperativo de la vocación artística, renuncia a lo que sus semejantes llaman “una vida normal” y se dedica a la tarea – difícil, problemática y poco gratificante económicamente – de crear una obra con palabras, formas o sonidos? Por la sublimación diría Freud. O sea, encauzando la energía de su lívido por derroteros diferentes a los habituales y, de esta manera, descargar la conflictividad de sus contenidos psíquicos. El artista es, en muchos casos, un neurótico que se autoanaliza y, a menudo, consigue una verdadera curación a través del espíritu. O que, por lo menos, compensa y equilibra las deficiencias de su psique, evitando que estas desemboquen en los dominios de la patología.
Freud y el arte:
Freud publicó cinco trabajos breves dedicados al psicoanálisis del arte. Son: “El delirio y los sueños de la Gradiva” de Jensen; “Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci”; el “Moisés” de Miguel Angel; “Un recuerdo infantil de Goethe en Poesía y verdad”, y “Dostoievski y el parricidio”.
Freud, al comienzo de su Moisés, declaró ser un profano en cuestión de arte, aunque le atraía enormemente. Lo que más le llamaba la atención era que las creaciones artísticas más impresionantes escapaban a nuestra comprensión y, al respecto, llegó a la conclusión que lo que nos impresionaba sólo podría ser la intención del artista.
Algunos filósofos antes de Freud -Platón entre ellos- habían estudiado ya el papel que desempeña el inconsciente en la creación artística. Suele decirse que los artistas están dominados por una fuerza superior a su voluntad. Sabido es que muchos poetas escriben casi en estado de trance, como si estuvieran hipnotizados.
Otros recurren al alcohol o las drogas con la intención de liberar los contenidos más profundos del inconsciente. Algunos científicos han llegado a considerar al artista un loco, clasificando sus obras entre los delirios provocados por la demencia.
En opinión de Freud, el artista es un hombre que no consigue satisfacer por completo sus deseos y que encuentra consuelo en la invención creadora. En otro párrafo escribe: “el artista, como el neurótico, huyen de una realidad escasamente satisfactoria para ellos y se refugian en un mundo fantástico, pero –a diferencia del enfermo mental- saben encontrar el camino de regreso”.
Freud, sin embargo, reconoce que la sexualidad no es la única fuente del arte y que existen dos aspectos distintos de este acerca de los que el psicoanálisis no arroja ninguna luz: los dotes del artista y los medios técnicos que emplea para su obra.