GRANDES FILÓSOFOS – JOHANN WOLFGANG GOETHE

Por Lida Prypchan

Se nos muestra a Goethe, como una figura envidiable, privilegiada, majestuosa, olímpica, mimada por los dioses desde su nacimiento, el 28 de Agosto de 1749.

Hijo de una familia rica de Fráncfort, Johann Wolfgang Von Goethe jamás conoció las dificultades de la vida. Viajó y estudió cómo y cuanto quiso; en amor y literatura logró triunfo tras triunfo. Rodeó su juventud una guirnalda de mujeres bellas.

Johann Christoph Friedrich (von) Schiller (1759-1805) fue gran amigo de Goethe y el más ilustre de sus contemporáneos. Menos olímpico que Goethe, pero dotado de mayor emoción, debe su formación a Rousseau y al siglo XVIII francés, en cuanto apóstol de los ideales de justicia, tolerancia y humanidad.

Tanto las victorias amorosas como las literarias de Goethe fueron infinitas. El éxito fulminante que en plena juventud le otorga la popularidad es la novela  – en cierto modo autobiográfica – Las penas del joven Werther, escrita en forma epistolar, romántica y sentimental, que termina con el suicidio por amor del protagonista.

Espíritu universal, a un tiempo filósofo, crítico, físico, geólogo y biólogo, a la vez que poeta, Goethe, trata de dar una visión filosófica totalitaria y original de los asuntos pasionales que mueven al ser humano en su novela-obra-de-teatro “Fausto”.

La misma ambición filosófica aparece en la gran novela “Los años de aprendizaje de Wilhelm Meister”; en esta obra plantea el recorrido del héroe de la novela a través del camino de la autorrealización. En “El Diván” renueva su poesía bajo la inspiración de los modelos orientales.

Imposible imaginar antítesis humana más completa que la de los poetas Goethe y Schiller, sin embargo, rara vez se darán dos inteligencias formadas para completarse y comprenderse como las suyas. La influencia, que dos espíritus tan divergentes, ejercieron el uno sobre el otro es incalculable. Goethe, consintió en colaborar en la publicación poética “Las Horas”, fundada por Schiller. Y, se comprometió en dar al teatro de Weimar la obra “Trilogía Wallenstein”  y otras obras de Schiller, como María Estuardo, Juana de Arco y Guillermo Tell, de fama universal, que fueron también representadas en el teatro de Weimar.

A los 46 años, en plena gloria dejó de existir Schiller, motivo por el cual el teatro de Weimar estuvo cerrado el día de su muerte. A Goethe, que estaba enfermo no le comunicaron la triste noticia que habría de causarle tan vivo dolor.

Después de la muerte de su amigo, Goethe siguió dirigiendo el teatro que tenía a su cargo, por unos años más. Según un crítico “en la escuela de Goethe, se despertaba el refinado sentido de la pureza y belleza del lenguaje. Esta escuela que tanto bien le había hecho a Alemania, poco a poco fue a caer en el amaneramiento, lo cual provocó una reacción en favor del naturalismo”.

El duque Carlos Augusto manda a reconstruir el teatro de Weimar. Goethe, es llamado a esta ardua empresa, y es digno ver como la realiza. El joven poeta, forma una compañía cuyos actores y actrices serán los principales personajes de la Corte y de las Letras. La nueva compañía eclipsa en todos los aspectos a las de Berlín, Fráncfort y Dresde. Entre las obras que representan están: “Los Bohemios” de Einsiedel, “Los Cómplices”, “Ifigenia en Táuride”, ambas de Goethe.

En 1779 el duque Carlos Augusto, lo nombra su consejero personal y lo lleva consigo en su viaje a Suiza. De este viaje, trajo la obra “Jessi y Boethy”. Luego de un viaje que hizo a Italia, trajo las obras: “Torcuato Tasso”, “Egmont” y la refundición de “Ifigenia en Táuride”, en la que trata de adoptar la magnífica simplicidad del teatro griego.

Para 1794 había llegado a su madurez dramática. Era, para ese entonces, consejero particular y principal ministro del Duque; supremo árbitro del Instituto del Jardín Botánico, de los museos y del teatro. Cierto día, en Jena, al salir de una sesión de la Academia se encontró con Schiller. Desde aquella fecha memorable, el teatro alemán fue una realidad gloriosa.

Goethe murió en 1832 a los 83 años. Fue enterrado en Weimar, entre el poeta Schiller y el príncipe Carlos Augusto. Mandó antes de morir, que se abrieran las ventanas de su alcoba y expiró pidiendo ¡Luz, más luz!

LA MUERTE DEL LECTOR (Relato de Julio Cortázar)

Por Lida Prypchan
Hacía unos días había comenzado la novela y, por negocios urgentes, la había abandonado. Se fue en tren a su finca. Al llegar le impartió varias órdenes a su mayordomo y luego, con tranquilidad, se instaló en su estudio a terminar de leer su novela e iba en sus capítulos finales.

Se dejó interesar vivamente por la trama de la obra. Con placidez acariciaba el terciopelo del sillón verde, donde se encontraba recostado.

La novela, a medida que avanzaba, se hacía más interesante: fue testigo del último encuentro entre una mujer y su amante. Se encontraron en la cabaña de la colina.

Entre ellos se oponían ramas, hojas secas y senderos furtivos. Una de las ramas lastimó al amante y de ella brotaba sangre, mientras que la mujer lo besaba, él respondía rechazándola. Desde hacía tiempo, habían planeado el crimen de su esposo, ahora lo iban a realizar.

Empezaba a anochecer. Se separaron en el monte que estaba alrededor de la finca. Ella se dirigiría hacia el norte y él por la senda opuesta. La vio alejarse con el pelo suelto. Se acordaba de las palabras de la mujer: primero una sala azul, luego una escalera alfombrada.

En lo alto, dos puertas, dos habitaciones: ambas desocupadas, nadie en ellas.

Al fondo estaba el estudio con largos ventanales, a la izquierda el sillón de terciopelo verde y en él sentado un hombre leyendo la novela y el puñal en mano del amante anhelante.

RETRATO DE UN ADULADOR

Por Lida Prypchan

No parecía que fuera así. Era tan agradable, tan simpático. Sabía ganarse a la gente… pero de qué manera. Era un adulador. Se menospreciaba porque no se sentía capaz de lograr las cosas por su valor, con su trabajo y esfuerzo. Estaba muy bien relacionado.

Era abogado y había obtenido ese título – aunque con un poco de retraso porque era muy mal estudiante – por una simple petición familiar.Pertenecía a esas familias adineradas que deseaban tener un “doctor” en casa para vanagloriarse ante sus amistades de la sociedad. En cuanto se graduó, empezó a presentarse como Dooooctoooor.

Su manera de hablar era extremadamente afectada, casi exagerada. Acentuaba cada sílaba con lentitud y mucho glamour. Él era glamoroso. Un engreído que necesitaba pasar por simpático, casi un payaso, para poder alimentar el vientre somnoliento de su ego. Sin embargo, en vista que no tenía grandes ideas y las pocas que tenía eran plagios de ideas de filósofos y psicólogos, se veía obligado a fingir.

A la hora de la verdad, cuando se le planteaba un tema específico, se iba por las ramas para no tener que opinar, porque en realidad no tenía nada que opinar. Y parece absurdo que queriendo yo hablar de la adulación, que era una de sus características, les hable de otros temas como la vanidad.

En realidad, lo que sucedía era que su esencia era la de un adulador, por cierto muy elegante; claro que también otras muchas cosas acompañaban su esencia. En la naturaleza existe siempre una multitud de cosas extrañas mezcladas con la esencia de la verdad. Por eso el arte nos conmueve;  precisamente por estar limpio de las impurezas de la vida real.

Él conocía a la perfección las argucias de la adulación, a la cual no puedo llamar arte porque insultaría injustamente al arte mezclándolo con una vileza, propia de hombres débiles, como lo es la adulación. Y aunque parezca una grave contradicción, era un pedante. Adulaba a algunos para lograr cómodamente sus metas y, al mismo tiempo, para hacerse conocer y ser adulado por tontos.

Para su desgracia, algunos adulados se habían percatado de lo interesado que era – además de banal – dándole la espalda, como una reacción lógica. Él no soportaba estas situaciones. En esos momentos optaba por vengarse de la vil humillación que presenciaban sus ojos o aparecía como la víctima para luego sacar las uñas y realizar sus planes maquiavélicos.

Le gustaba conseguirse personas trabajadoras para extraerle el mayor producto y luego robarle los créditos de su esfuerzo. Era, en síntesis, un vividor. Y cuando de él se distanciaban por estos motivos, y encontraba ante él un interés, rápidamente, sin muchas consideraciones ni preámbulos, se presentaba para adular. Semejante cara dura. Su imagen era una falsedad.

Se hacía llamar Doctor y se jactaba de sus buenos sentimientos. Decía detestar la mentira y la hipocresía y él, más que nadie, carecía de moral suficiente para decirlo, porque estas dos características eran las fieles aliadas en la vida de sus relaciones. Su vida era una continua hipocresía.

Paulatinamente iba perdiendo amigos porque, al cabo de un tiempo, estos se daban cuenta de que la peor especie de amigos es la de los aduladores. Hay quienes lo reconocían desde el primer encuentro y decían: es un bípedo abyecto que miente a otro hombre a quien desprecia. Tal y como decía Aristóteles: “Todos los aduladores son mercenarios y todos los hombres de bajo espíritu son aduladores”.

Es mejor caer en las garras de los buitres que en las manos de los aduladores, porque aquellos sólo causan daño a los difuntos y éstos devoran a los vivos.

TODOS QUIEREN SER DOCTORES

Por Lida Prypchan

En Venezuela se cree que “educación para todos” significa que todos pueden estudiar en la Universidad. Y estudiar en la universidad significa escoger como carrera Medicina, Ingeniería, o Derecho. Todos quieren ser doctores sin importarles graduarse 2 años más tarde de lo debido. Por otro lado, sucede que ingresan 100 alumnos y solo se gradúan 15 o 20 de ellos, lo cual es una gran merma en los recursos del país.

Las universidades tienen capacidad para un determinado número de estudiantes que, en teoría, deberían estar preparados e interesados en estudiar. Las universidades tienen capacidad sólo para un grupo determinado de estudiantes, pero requiere de un método aún más selectivo para escoger a los mejores.

Venezuela es el único país en que se verifica que en una carrera tan costosa como la Medicina, que requiere de constantes clases teóricas y prácticas en hospitales, se acepte a cualquier persona que desee ser médico. Insólitamente, se ven semestres con 400 alumnos cuando sólo existe capacidad para 150. Se observan grupos de 15 estudiantes o pasantes por cadáver, que por cierto se encuentran en el último estado.

Los resultados de la falta de selección pueden ser catastróficos en los semestres más adelantados, cuando llega el momento de hacer guardias en los hospitales.

Mientras tanto, hay cupo para 100 y entran 200 estudiantes. Debería existir una rigurosa selección de los estudiantes con el fin de que sean pocos los que se gradúen, pero que salgan bien preparados. Además, no se le puede dar la misma oportunidad a un joven que pasó el bachillerato por inercia que a uno que lo aprobó con buen rendimiento y que realmente está preparado para la universidad.

Con el sistema educativo actual, no estudian ni los preparados ni los flojos, ni los que quieren ni los que no quieren. Hay que tener en cuenta que todos esos “estudiantes profesionales” que no salen ni dejan entrar a otros, ocupando un puesto que no aprovechan son un despilfarro de recursos para la nación. Estudiantes profesionales a quienes no se les exigen responsabilidades.

MIL RECUERDOS Y UN DOLOR (Sobre Danilo Aponte Borrás)

Por Lida Prypchan
Humildad, regia personalidad, bondad, inteligencia, discreción, don de gente, espíritu de sacrificio y estudio son las características que describen a Danilo Aponte Borrás.

En verdad, esto es muy poco para describir a un ser tan especial como él. Y en estos días en que lloramos su ausencia, pasé triste por los rincones de mi casa e hice un recuento de los momentos que tanto mi hermana Cristina, como yo, vivimos a su lado.

A pesar de este gran dolor, recuerdo con especial alegría cuando hace doce años se ennovió con Cristina. También recuerdo lo que mi hermana me contaba de él; la admiración que le tenía y en la que basaba su gran amor por él. Un amor que ambos construyeron con los años, esos nueve años de amores llenos de felicidad, palabras de estímulo para ser cada día mejores.

Recuerdo el día en que cumplieron dos años de amores y Danilo mandó a dibujar una tarjeta que decía: Cristina, ¿sabes lo que más me ha gustado de ti en estos dos años?  Y pasando a la otra hoja le respondía: TODO.

¡Y yo, que fui espectadora de esa felicidad, no concibo su desaparición!

No concibo su desaparición porque he visto lo difícil que es triunfar en el amor y ellos, que parecían haber nacido el uno para el otro, se separaron en un instante, un instante trágico marcado por el destino, la suerte ¿quién sabe?

Ahora, en cuanto a mí respecta, quisiera confesar la gran admiración que sentía por mi cuñado. En él encontré un modelo a seguir. Admiraba su personalidad: su forma de actuar, su forma de hablar, sus silencios, sus claros criterios, el poder de concentración en el estudio, su afán de mejorar y destacarse, todo lo que hizo en su corta existencia.

A pesar que en los últimos meses viajaba mucho, cuando él llegaba a mi casa yo salía a su encuentro y le mostraba algún artículo mío inédito y le pedía su opinión. Al salir de mis semestres de Medicina, le contaba lo que me había impresionado. Los libros que compraba sobre Filosofía, se los mostraba y le pedía que los hojeara.

Me causaba placer decirle cuáles eran mis planes para el futuro, quién quería llegar a ser, qué pensaba que debía yo hacer en esta vida. Y creo que me importaba lo que él pensara de mí. Me importaba lo que él pensaba de mí y por eso lo buscaba para que simplemente hiciera lo que hacía: escucharme.

Y yo que siempre reservé para mí misma mis planes, mis ideas, mis ilusiones, con él se abría mi alma gustosa porque sabía que su actitud, siempre de oyente, tenía un fino fondo lleno de sensibilidad, ternura, inteligencia y humildad.

¡Y yo que viví a su lado todas las palabras que le dije, tengo que vivir su muerte que no acepto!

Pero de algo puedes estar contento Danilo: seguirás siendo para mí el hombre virtuoso, el hombre inteligente, el hombre silencioso.

LA PROPAGANDA POLÍTICA (II)

Por Lida Prypchan

La política es el arte de impedir que la gente se mezcle en lo que le concierne”
Paul Valéry

 

Una Tentativa para Ejercer Influencia en la Opinión

La propaganda política se inspiró, y captó de la poesía muchos de sus recursos, como la seducción del ritmo, el prestigio del verbo, la violencia de las imágenes, la progresión dramática; además ha creado artificios administrados racionalmente para avivar el temor o la esperanza.

Pareciera que la propaganda buscara ser más poética que política, tratando de parecer una mujer seductora y coqueta en lugar de una maquinaria gigantesca cuyo objetivo es hacer soñar al pueblo con las grandezas del pasado y un mejor mañana. Lo que me recuerda una canción que dice: “estaba soñando con que mi suegra se había muerto y cuando me levanté me puse a llorar, pero no de remordimiento, sino por haberme dado cuenta de que estaba soñando despierto”.

Igual estamos con respecto a la política, soñando despiertos mientras las agencias de propaganda y los partidos políticos nos producen una especie de atiborramiento intelectual, tratándonos como sonámbulos, como débiles mentales o recién nacidos que necesitan ser asistidos.

La propaganda política se vale de una serie de reglas y técnicas, como la regla de simplificación, regla de exageración y desfiguración, la regla de orquestación, la regla de transfusión y la regla de unanimidad y contagio.

La regla de simplificación, es la que busca lograr la simplicidad de la campaña, con fórmulas claras y evitando largas demostraciones de habilidades, con la cual un partido podría decir “vota por tu país”, mientras que el contrincante diría que “el país necesita determinado candidato”.

Por otro lado, la regla de exageración y desfiguración se basa en promesas y mentiras, mediante breves discursillos de lenguaje ultra sencillo, de forma tal que la mentira pueda ser fácilmente entendida por todos, desde el estrato más culto hasta el más inculto. Pero, aparte de las mentiras, también usan la exageración de los hechos, ya sea exagerando los errores del contrincante, acusándolo de corrupto o megalómano o exagerando con promesas difíciles de cumplir como ofrecer un millón de empleos.

La regla de orquestación busca la repetición incesante de los temas de la campaña y el tema central o himno del partido.

Después tenemos la regla de transfusión, con la cual la propaganda no parte de cero, sino que se apoya en el jefe político más importante, apelando a los sentimientos del pueblo.

Sin olvidar que la propaganda no puede contradecirse, es decir, tanto los propagandistas como el candidato, deben limitarse a guardar silencio en los puntos débiles pero sin demostrar falta de conocimientos o de criterio, ni mostrarse acorralados, inseguros o con miedo a opinar; tampoco es recomendable utilizar la ironía ya que podría evidenciar miedo y cobardía.

Igualmente no se puede presentar una propaganda explicando o justificando por qué hizo o no hizo algo, no se puede desmentir la imagen que ha sido creada, porque es muy difícil desmentir algo sin que parezca que uno se defiende.

Y finalmente la regla de unanimidad y contagio, apoyada en la sociología, se vale de ideas y técnicas persuasivas de propaganda política que generen emociones repletas de exageración, ensueño, euforia y miedo difuso, que calen rápidamente en el conformismo de la sociedad. Lo cual facilita la presión de los grupos en la opinión individual, gracias al instinto de las personas de compartir y hacer prevalecer su posición frente a aquellos que le rodean.

El fundamento de estas reglas es convencer y persuadir, pero sin aportar soluciones, ni llamar al pensamiento crítico ni a la decisión reflexiva, como debería ocurrir en democracia. Para que la propaganda política se considere bien llevada y justa debería mostrar abiertamente todas las intenciones, gestos y actitudes de sus candidatos.

También sería necesario que el pueblo se integrara a la construcción de su porvenir y no solamente a las controversias electorales, por lo que se debería procurar la participación activa de las masas en la vida democrática de la nación. Pero más allá de la maquinaría política, hay que ser idiota para creer que en Venezuela, gane quien gane, se vaya a acabar la corrupción. ¡Señores el problema está en nuestra idiosincrasia!

Una idiosincrasia seducida por el facilismo, el oportunismo, la viveza como medio de vida, el amiguismo para la obtención de puestos de trabajo, el despilfarro, el exceso de proyectos sin ejecutar, el culto a la bebida, el mito del machismo, el desprecio por el estudio, las pocas ganas de trabajar, la falta de identidad nacional, el culto al placer y a la vida tranquila, sin complicaciones ni grandes aspiraciones.

Siempre buscando excusas para la flojera nacional, echándole la culpa a los españoles, a los indios, al clima, a la educación, pero realmente la culpa es nuestra. O cómo se explica que existan países cuyas tierras eran áridas y ahora están convertidas en tierras fructíferas gracias al esfuerzo y trabajo mancomunado.

LA ANGUSTIA

Por Lida Prypchan
Muy pocas personas se libran de la ansiedad, excepto Sigfrido, el héroe de los Nibelungos, quien nació libre de toda ansiedad. Pero fue un raro privilegio. Las preocupaciones son el lastre histórico de la humanidad.

Como ejemplos típicos tenemos al director de empresa que observa como una persona más joven le quita el poder y toma su lugar o al estudiante que cuenta nerviosamente los días que lo separan de un examen trascendental para su porvenir.

Como se puede ver, la angustia en sí misma no es anormal, es simplemente una respuesta global de la personalidad ante situaciones que se muestran amenazantes. Subjetivamente, se caracteriza por un estado de incertidumbre, aprensión, tensión e impotencia ante una amenaza que percibimos sea en forma vaga que de una manera precisa.

Sin embargo, no hay que pensar que en la angustia todo es negativo, ya que en algunos casos, y dependiendo de las personas, puede ser un acicate que impulse al individuo a la realización de algo que realmente le importa.

Pero la angustia se vuelve irracional cuando exageramos el nivel de preocupación, es decir, cuando en todas nuestras actividades o en la mayoría, dejamos que ésta destruya nuestros pensamientos y ahí si es verdad que la cuestión se complica porque esta ansiedad extrema podría fácilmente llevarnos a la depresión o más aún: al suicidio.

En cuanto a su origen, se ha comprobado que la angustia tiene una raíz genética, pero influye, y en mayor grado, el ambiente en que se desenvuelve el individuo. Es por eso que en una sociedad como la actual, el exceso de población, el tráfico automotor, el atiborramiento, la neurosis, y la lucha por “no ser menos que el vecino” producen una tensión desmesurada en los individuos.

En el caso particular de Venezuela que hay pocos hombres preparados para hacer frente a la cuantiosa demanda de hombres calificados para suplir las necesidades del país, vemos que estos pocos hacen el trabajo de varios.

GEORGES BIZET

Por Lida Prypchan
Su nombre original era Alexander-César-Leopold, pero su familia lo rebautizó Georges dos años después de su nacimiento. Este cambio de nombre será fuente de confusiones y polémicas para él durante muchos años.

Georges Bizet fue un músico nacido en Paris, Francia, el 25 de octubre de 1838. En su familia habían  tres músicos: su padre, profesor de canto, su madre, pianista y un tío, también profesor de canto y al mostrar sus fuertes inclinaciones hacia la música, ellos fomentaron sin vacilación su vocación, guiándolo por la senda de la ópera y del piano.

Músico superdotado, entra al Conservatorio de Paris a la temprana edad de 9 años a estudiar piano, donde obtiene dos premios: uno en 1851 y el siguiente en 1852. En 1853 comienza a estudiar composición. A los 19 años gana el Gran Premio de Roma en composición con su cantata Clovis y Clotilde.

El premio consistía en una beca de cinco años, debiendo pasar los primeros dos años en Roma, el tercero en Alemania y los dos restantes en París, con el único requisito de presentar anualmente una obra original según los requerimientos de la Académie.

A los 20 años, escribe como primer original la ópera bufa Don Procopio, en vez de una misa como le había sido requerido, y seguidamente el poema sinfónico Vasco de Gama.

Encantado con la belleza de Roma y de la naturaleza que la rodea, pide y obtiene el permiso para pasar en este país el tercer año de su pensión, sin embargo antes de finalizar ese tercer año debe regresar a París pues su madre estaba gravemente enferma, y murió un año después.

Ya en París escribió  La Caza de Ossian y Los Pescadores de Perlas. Esta obra es tímidamente acogida por el público y Bizet sigue entregado a la música escénica. Más tarde escribe la ópera Iván IV basada en la vida de Iván El Terrible.

En el otoño de 1867 estrena con gran éxito la opera La Jolie Fille de Perth. Tiempo después presenta sus obras: la Fantasía Sinfónica Roma y la Arlesiana de Daudet, las cuales dejan indiferente al público.

Bien pronto dos temas españoles exaltan la inspiración de Bizet. Uno es El Cid, opera inédita. El otro es la famosa Carmen basada en la novela de Prosper Mérimée. Su estreno en 1875 fue recibido con desdeñosa frialdad aunque no con protestas ruidosas,  por lo que la obra se mantuvo lánguidamente en los carteles.

El mismo día que Carmen completó treinta y tres representaciones – el 3 de junio de aquel año – Bizet fallece súbitamente en Bougival. Tenía 36 años. La noticia conmovió la opinión filarmónica francesa.

Entonces comenzó a producir un remordimiento difuso aquel descorazonador trato con que venía recibiéndose su obra a lo largo de una fecunda existencia que no se dejó abatir por los injustos fracasos.

LA CONDENA

Por Lida Prypchan

Relato de Franz Kafka

 

La Condena” es un relato del autor praguense Franz Kafka, creador de una temática decisiva para la literatura de nuestro tiempo, escritor de lo absurdo: el mundo kafkiano representado por K (protagonista en las novelas), empleado solícito que toma todo a la ligera y se queda con las manos vacías.

Si, el mundo de Kafka es el mundo de las cancillerías y las oficinas de cuartos oscuros, gastados y húmedos, el mensaje imperial que debe llevar el hombre más insignificante del pueblo hacia un castillo, pero es imposible que llegue porque tendrá que pasar puertas, escaleras, pasillos interminables y así hasta pasar a otros pasillos, puertas y escaleras. Ése es Kafka.

Quien conoce un poco sobre su vida sabe acerca de la relación con su padre, la cual influyó de manera especial en su vida y obra. Franz, niño débil y enfermizo, crece y es educado por un padre robusto y déspota cuyas exigencias son para el hijo imposibles de cumplir. Por los métodos antipedagógicos del padre, Franz se desarrolla con sentimientos de culpa y derrota.

Para finalizar esta introducción, valdría la pena preguntar el por qué de mi elección del relato “La Condena” y no otro.

Pues, sencillamente porque es en La Condena donde Kafka refleja más a fondo la relación traumática con su padre: su juez, el que le impone condenas. Y lo más importante es que el padre lo condena por un hecho insignificante, una traición que Franz no cometió.

¿De qué trata este relato?

Georg Benderman (Franz) vive en Polonia y está encargado del negocio de su padre, quien ya está viejo y además deprimido por la muerte de su esposa, ocurrida hace dos años. Él vive con su hijo, se encierra en su cuarto oscuro y casi no cuida de su salud. Georg lleva de manera inteligente el negocio, obtiene muchas ganancias y para completar su cuadro de felicidad, está comprometido con una chica de familia acomodada.

Tiene un amigo que hace muchos años se marchó a Rusia ya que no le convencían las ofertas de trabajo en su tierra natal: Polonia. Se marcha a Rusia y, aunque al principio le va maravillosamente bien, en los últimos tiempos su situación económica es terriblemente mala. Además es un joven solitario y quisquilloso que no aspira a casarse.

Georg mantiene una relación con su amigo y se decide a escribirle una carta anunciándole su boda, evitando así que él se entere por otros medios. Sella el sobre en que introdujo la carta, cruza el pasillo y entra a la habitación de su padre quien conoce al amigo desde hace muchos años y por consiguiente, Georg habla con su progenitor a fin de contarle lo que piensa hacer.

En la respuesta que obtiene el padre demuestra al hijo haber mantenido contacto con su amigo, y reprocha a Georg el modo como lleva adelante su vida: administración del negocio, elección de su prometida, su manera de llevar adelante la relación padre-hijo.

“Por un lado, traicionaste a tu amigo que te necesita y se muere de hambre en Rusia y a mí, tu padre, me dejas postrado en una cama para salir a pasear con tu prometida: esa inmunda cochina que si la veo contigo, la arrancaré de tu brazo. Hiciste lo que hiciste porque ella se levantó las faldas y claro, querías gozar con ella tranquilo, pero tenías que, primero deshacerte de todos nosotros. Y por lo tanto, escúchame: ahora te condeno a morir ahogado.

Georg salió como expulsado del cuarto, en sus oídos retumbaban las palabras de condena de su padre; tenía los ojos desorbitados. Salió de la casa, cruzó la calle y buscó el agua, de igual manera que el hambriento busca la comida. Se apoyó fuertemente en la baranda, dejó que se marchara un autobús para que no se escuchara el ruido de su caída al agua y antes de lanzarse dijo éstas sus últimas palabras: ‘Queridos padres, a pesar de todo yo siempre os he amado’. Y en ese momento una interminable fila de vehículos pasaba por el puente”.

 

RICARDO WAGNER

Por Lida Prypchan
Fue músico, poeta y hombre de fe en su personalidad y su obra.

Nace el 22 de mayo de 1813 en la ciudad de Liepzig, Alemania. Queda huérfano a los 6 meses de nacido. Su madre se casa, por segunda vez, con un hombre inteligente y culto con especial afición por el arte, lo cual influye positivamente en el desarrollo intelectual de su hijastro Ricardo.

A Ricardo, en su primera adolescencia, se le conocen más sus inquietudes literarias, pero después de recibir clases de piano y violín y expresar su más honda admiración por Beethoven, decide dedicarse a la música, a pesar de que sus maestros le advirtieron que no poseía facilidades para la misma.

Trabaja arduamente y, al cabo de algunos años, presenta sus primeras obras tituladas: Las Bodas, Las Hadas. Es nombrado, además, maestro concertador en la Opera de Wurzburg.

En 1836 se casa con la cantante Guillermina Planer, con quien no llevará una vida como la que necesita: llena de tranquilidad y sosiego. Guillermina se queja constantemente de la severidad del carácter de Wagner. Para conservar la vida, Wagner debe partir al destierro hasta el año 1861.

Pasará muchas estrecheces económicas resueltas por Liszt y aunque hundido decide liberarse de muchos convencionalismos: quiere ser fabricante de óperas, partiendo de un sistema propio que le lleva a la consecución de grandes obras.

Lleva a la práctica sus doctrinas y, a finales de 1852, termina “El Anillo del Nibelungo”. Hacia 1857 lo invade un pesimismo schopenhaueriano y el ambiente reinante lo ahoga. Tiene graves problemas con su esposa Guillermina hasta que ella finalmente lo abandona para siempre. Wagner, muy atribulado, encuentra en casa de los Weswndonk un refugio para su alma.

Se muda a Venecia. Una vez finalizado su destierro vuelve a su patria donde hace algunas representaciones. Su situación económica va de mal en peor. Pero todo parece resolverse cuando el joven Rey de Baviera, Luis II, le tiende la mano a Wagner. Este, por su parte, intenta desempeñar su trabajo lo mejor posible, para así pagar con creces los favores del Rey.

Ricardo Wagner, en el aspecto económico, no tendrá nunca calma sino sólo los últimos años de su vida. De estas crisis monetarias saldrán por repentinas proposiciones de trabajo o ayuda de amigos, sobre todo de Liszt.

Hacia 1838 acepta el cargo de director de orquesta teatral de Rienzi con la que compone una obra con este mismo nombre. Con mucha fe en esta ópera, se muda a París creyendo que al tener en sus manos tan magnífica obra se le abrirían todas las puertas. Pero no será así. Pronto sus esperanzas se desvanecerán y tendrá que sufrir un calvario de adversidades por 3 años.

En 1842 vuelve a Alemania y en el Teatro Real de Dresde presenta su opera Rienzi. Le ofrecen otros trabajos y estrena “El Buque Fantasma”. Mientras tanto, a sus espaldas, preparan una coalición para hundirlo. Esta es la peor época de su vida ya que, unida a esta situación, pierde a su madre, lo cual le causa un profundo dolor e intenta suicidarse.

Wagner parte a Triebschen, al borde del lago de Lucerna, donde pasará 6 años. Conoce a la hija de Lizst, la cual se divorcia para casarse con él. Tienen un hijo. Este será un gran motivo de alegría para este hogar y además será motivo de inspiración para algunas obras de Wagner.

En esta época de tranquilidad, junto a su esposa Cósima, Wagner escribirá: el Idilio de Sigfrido, Los Maestros Cantores, Sigfrido y casi finaliza El Crepúsculo de los Dioses. En 1872 se edifica un coliseo para presentar El Anillo del Nibelungo, en Bayreunth.

En 1882 se estrena, también allí, Persifal, canto de cisne de aquel espíritu inquieto que al fin conoció la apoteosis.

Lleva en Italia 4 años durante los inviernos, por exigirlo así su delicada salud. Hallándose en Venecia, un ataque de apoplejía acabó con él. Acaeció el 13 de febrero de 1883. Wagner con su vida nos dio un ejemplo de lo que vale el poder humano cuando la perseverancia se pone al servicio de la inteligencia y la voluntad.