Por Lida Prypchan
Simón Rodríguez fue uno de los primeros maestros en predicar las ventajas de la educación popular. También hablaba de la “educación para la vida”.
Al referirse a este tema decía: “Bueno es que los jóvenes aprendan ciencias, que estudien lenguas, literatura, legislación, física, botánica; pero hay una cosa más importante que debe ser primero: vivir en república. Que sean instruidos, pero lo que importa en su profesión es el cumplimiento de las ordenanzas y su ejercicio”.
Indudablemente el tema se puede analizar desde diversos puntos de vista, ya que tiene muchos significados. Aunque de todos modos es triste comprobar que, después de tanto tiempo, en Venezuela aun no se conciba la educación de esta manera.
En cuanto a la educación se refiere, los padres dejan huellas significativas en sus hijos: ellos crean fundamentos que luego se consolidan en la escuela y la universidad. Sin embargo, sucede que en muchos casos, ya sea por ignorancia o por cualquier otro motivo, no existen o no se crean los adecuados fundamentos.
Entonces, ¿qué puede esperarse de unos jóvenes cuyos padres, con su ejemplo, no inculcan valores a sus hijos? ¿Qué se puede esperar de ellos si en las escuelas les llenan la cabeza de conocimientos que no les sirven de mucho para realizarse como persona? ¿Y si el medio y todo el entorno cultiva la imagen que sólo los espabilados y aprovechados sacan partido de la vida? ¿Sirve de algo que se hable acerca de las ideas revolucionarias de Rodríguez?
Como dijo Rodríguez: es más importante saber desenvolverse en la vida como hombre honrado que tiene su conciencia limpia que ser un eminente profesional de cuya cabeza lo único que sale son conocimientos científicos; el asunto no se refiere a que un hombre sepa todo lo relacionado con su profesión sino que, aparte de esto, posea valores morales y éticos.
De nada le sirve a un médico ser bueno si carece de humanidad con sus pacientes, si quiere explotar a la comunidad con precios injustificados y exorbitantes.
De nada le sirve a un hombre tener grandes dotes como político si con su actitud y ejemplo refleja injusticia y corrupción, si aprovecha su posición para darle al pueblo la parte angosta del embudo y dejar para sí mismo la parte ancha.
De nada le sirve a un hombre ser abogado, si defiende clientes sabiendo que son culpables, utilizando medios dudosos.
Sobre la educación y la vida decía Miguel de Montaigne: “más vale tener la cabeza en su sitio que una cabeza llena de conocimientos”. Es más importante para un hombre saber pensar, poder sacar provecho en su vida de lo poco – o mucho – que aprenda, que vivir la vida en un eterno simulacro basado en valores que no sean precisamente los más nobles del planeta.