“CARMEN” DE CARLOS SAURA

Por Lida Prypchan

Carmen” es la novela del escritor francés Prosper Merimée (1803-1870), novelista hispanófilo, más romántico por sus temas que por su estilo, sereno y objetivo. “Carmen” es la historia de una mujer que desata la pasión y el deseo imposible e irrefrenable de posesión en un hombre que sufre y la hace sufrir por los celos que le ocasionan las infidelidades de esta mujer, hasta que ella, obstinada, lo rechaza para siempre y él en un arrebato de desesperación la mata.

Georges Bizet (1838-1875), músico francés y universal como pocos, se encuentra bien pronto inspirado y trabajando en dos motivos españoles: uno es Don Rodrigo, inspirado en la vida del Cid, que quedó inconcluso y el otro es Carmen, basada en la novela de Merimée. Compone la ópera y se estrena en Francia en 1875, siendo recibida con desdeñosa frialdad y ruidosas protestas y, sólo tres meses después, el mismo día que obtiene sus treinta y tres representaciones, Bizet fallece. La noticia conmovió a la opinión filarmónica francesa, produciéndoles remordimientos por aquel descorazonador trato con que venía recibiéndose su obra.

Carlos Saura (nacido en 1932) conocido Director cinematográfico español, en su nutrida producción, tiene una versión de “Carmen” inspirada en la novela y en la ópera de Merimée y Bizet respectivamente, la cual por cierto obtuvo el año de su salida varias nominaciones al Oscar entre ellas como mejor película extranjera. También obtuvo nominaciones al Globo de Oro y al César francés. Son sus protagonistas Laura del Sol y Antonio Gades.

En “Carmen” de Carlos Saura se intercalan, uniéndose progresivamente, la trama de la novela, el flamenco y la vida real de los protagonistas. Característico de Carlos Saura: director audaz e inteligente, quien en la temática de sus producciones fílmicas el subconsciente y la realidad se superponen sucesivamente, justificando una serie de visiones surrealistas de gran belleza plástica.

No se trata sólo de una adaptación cinematográfica de la novela y la música original de Carmen;  este director crea un nuevo enfoque bastante personal, como es su estilo. Saura, lo enfoca así: un espléndido bailarín de flamenco que ve declinar los años  de su vida y su arte, está obsesionado con la novela y la ópera “Carmen”, desea interpretarla con su baile y no ha encontrado la compañera. Al fin la consigue y, su obsesión radica en que él desea vivir en carne propia la trama de la novela.

Escoge para representar a “Carmen” a una joven con ese mismo nombre, la enseña a bailar y la prepara sin palabras, para llevar a cabo los dictados de su obsesión. Despierta en ella lo que desde hace mucho  tiempo él acaricia con su pensamiento. Carmen y Antonio se van compenetrando de una manera tal con el baile y la representación de la obra, que sus vidas pasan a ser la fiel imagen de lo que ellos protagonizan. Abunda de manera exquisita la sensualidad, el misterio, las miradas, el erotismo y la pasión.

Es la altivez de una mujer que aprende a mirar fijo y siente sin hablar. La pasión va en aumento y el arte de Saura radica en plantear una continua confusión, que progresivamente crece, entre la representación y sus propias vidas. Aparecen los celos en Antonio. La cela de su esposo, la encuentra luego con otro.

Al final, en la última escena, “Carmen” no hace caso de los celos de Antonio, discuten, ella lo rechaza, desea deshacerse de él, quien desesperado, la mata. Pero, supuestamente debe matarla en la obra, no se observa sangre, nadie a su alrededor se inmuta, sin embargo se intuye que la mata también en la vida real. De ser así, el protagonista decide anticipada y premeditadamente su muerte.

LA IRRACIONALIDAD Y EL PENSAR

Por Lida Prypchan

El hombre moderno está asombrosamente dispuesto a creer. Por lo común  su opinión se adecúa a la de su pequeño círculo social. Pero cuando los hombres se congregan, cobran un carácter más sentimental, más femenino.

En su mayoría, el pueblo, en una manifestación masiva, se encuentra en una disposición de ánimo y un espíritu a tal punto femeninos, que sus opiniones y sus actos son determinados mucho más por la impresión producida en sus sentidos que por la pura reflexión.

En resumen, se dirá que existe predominio de la imagen frente a la explicación, de la brutalidad frente a la racionalidad.

La irracionalidad y la naturaleza instintiva del comportamiento humano fueron los parámetros en que se concentró Hitler para guiar a la muchedumbre alemana. Y el mundo conoce muy bien cómo acabó esa máquina gigantesca cuyo cerebro era Goebbels y cuyo ejecutor fue Hitler.

Sin embargo, muy probablemente se han seguido creando de métodos para hacer aflorar la irracionalidad de los hombres.

Una teoría existente es la siguiente: los niños probeta, desde sus primeros días, estarán en contacto con melodiosas y sugestivas palabras que condicionarán su manera de pensar. Por consiguiente, crearán autómatas que se sacudan cuando haya que sacudirse (según las normas predefinidas) y que griten cuando se les pida o exija que lo hagan.

Lamentablemente carecerán de ideología propia, de libertad para pensar. Quizá éste pueda llegar a ser el futuro político del mundo. Y para mantener el poder ilimitadamente, como suele suceder en los regímenes totalitarios, tendrán que ingeniárselas para crear formas de producir efectivamente locura colectiva.

Por ejemplo si quieren despertar un sentimiento como el odio: sentarán a la muchedumbre frente a una pantalla y le dirán exactamente lo contrario de las enseñanzas que les proporcionaron desde el nacimiento. De esta suerte, al poner a la masa a gritar de ira ante sus “opositores que preconizan enseñanzas contrarias a las suyas”, se conseguirá mantenerlos a raya, creyentes fieles de la farsa en que estarán viviendo.

Y después de estos minutos de irracionalidad, los que tengan capacidad de darse cuenta que han estado participando en una farsa, pensarán: “Yo que estoy en contra de estas ideas, resulta que vine aquí con la intención de no dejarme llevar por esta horrible película que exalta el odio, y me he visto a mí mismo y a quienes me rodean, como si todos fuéramos unos dementes: lanzando incontenibles exclamaciones de rabia y sintiendo miedo e ira al mismo tiempo”.

Ahora bien, después de esta larga nota explicativa, puede usted amigo lector, encontrarle sentido a la frase inicial del presente artículo: “El hombre moderno está asombrosamente dispuesto a creer”. Quizá porque ésta es la era del fastidio en que las máquinas han despojado al hombre de la acción y tienen ante sí el reto de practicar el “difícil oficio de pensar”.

¡Y qué intrincado es el arte de pensar!

¡Es más fácil y más cómodo dejarse llevar por la corriente que ir en contra, pero por lo menos saber que no se ha sido indolente!

Cuando escribo sobre el complejo arte de razonar, de tener un criterio propio, no me refiero a aquellas personas que citan tres frases sabias pero que cuando se requiere afrontar resulta que son unos hipócritas, unos seres que aparentan buscar el conocimiento para alimentar su amor propio, para lucirse, para auto engañarse creyendo que han mostrado un “profundo saber”, o para alimentar su pobre y hambrienta vanidad.

Las conclusiones que se logran después de mucho estudio: eso es lo que vale. El amor por el estudio, el ansia de encontrar explicaciones ante un mundo lleno de fascinantes interrogantes: eso es lo que vale.

El aparentar es una ilusión que dura poco tiempo porque no hay verdadero interés personal por el saber, por el profundizar en los análisis. Deslumbrar a tontos es tarea vieja y muy usada en la vida diaria, es una tarea muy conocida y sólo la ejercen los tontos. Es un proceso de tontos dirigidos a tontos.

La conclusión sería la siguiente: “De mil páginas se obtienen ideas y de ellas surgen, a su vez, innumerables dudas; y luego de sumergirse en este mar de incógnitas y pensar y analizar y volver a pensar por tiempo ilimitado surgen ideas nuevas y concretas”. En la medida en que una persona se enriquece por medio de la lectura y de vivencias significativas, el proceso se vuelve una cadena que relaciona lo que en un pasado se aprendió con los nuevos aprendizajes.

¡No hay que dejarse engañar: las conclusiones no nacen de un día para otro!

LA PERSONALIDAD

Por Lida Prypchan

La personalidad es el conjunto de características de una persona que determinan en qué forma reaccionará ante las situaciones a lo largo de su vida. También se le designa como temperamento o carácter. No es evaluando los  rasgos favorables y/o los desfavorables los que determinan que un individuo tenga más o menos personalidad.

En tiempos de los romanos los actores de teatro usaban unas máscaras llamadas por ellos “personae” que simbolizaba el personaje que les tocaba representar. De ahí deriva la palabra personalidad.

Cada individuo tiene características propias, su desarrollo a lo largo de su vida eso es lo que conforma su personalidad. Hay que agregarle las tendencias heredadas y las modificaciones que imprime la experiencia. Es un proceso circular: según nuestra constitución física, herencia y temperamento interpretamos  de una o de otra forma las experiencias que vivimos y reaccionamos ante ellas, y estas experiencias a su vez modifican nuestra personalidad.

Se conoce a Freud como el hombre que se aventuró, a finales del siglo XIX, científicamente con el estudio del desarrollo de la personalidad. Él distinguía en la mente del hombre tres niveles primordiales: el Id (lo instintivo y su satisfacción), el Ego (poner en práctica lo decidido) y el Superego (conciencia, enseñanzas familiares, principios, el freno). Según Freud en una persona sana estos tres niveles debían actuar en equilibrio, armoniosamente.

Sin embargo Alfred Adler, uno de los discípulos de Freud que luego formó su propia escuela, formulaba que más acertado para explicar el desarrollo de la personalidad era el esfuerzo por la superación y la conciencia de sí mismo como individuo.

Él se refería a la compensación: si yo soy un individuo que no sé bailar y esto me hace sentir inferior a los demás, yo me adaptaré compensando esto siendo el mejor bailarín o el mejor estudiante del colegio o entrenándome en el canto de una manera que me supere. De Adler proviene, pues, el concepto del complejo de inferioridad.

Sin embargo, tanto Freud como Adler estaban de acuerdo en la importancia de la influencia de la infancia en el desarrollo de la personalidad y, por supuesto, de las normas que rigen la sociedad en que el individuo se desenvuelve.

LA IMAGINARIA ISLA DE UTOPÍA

Por Lida Prypchan

“Es extraño que el interior del hombre haya sido observado tan escasamente hasta el día, y que haya sido tratado de una manera tan poco intelectual.
Cuán poco se ha utilizado la física para el alma, cuán poco el alma para el mundo exterior”
Novalis

“Un mapa del mundo que no incluya a Utopía no vale la pena mirarlo,
porque se olvida del país a donde siempre está viajando la humanidad”
Oscar Wilde

 

Cuando al fin desciframos un rompecabezas, o sea, cuando llegamos a conseguir lo que buscamos, fijamos la mirada en un nuevo objetivo. Sin embargo, las mentes experimentadas de nuestros días dicen que la historia es circular y que por ende todo lo que sube cae.

Las utopías son el anestésico para las almas sensibles, para soportar las operaciones cáusticas que imponen la vida y la muerte. Los hombres fuertes al ver esta ambigua realidad, sufren fases de ensimismamiento y asidua concentración en los detalles rutinarios, sin pensar en el mañana de la humanidad.

Somos animales desagradecidos. Los hombres buenos se han ido convirtiendo en hechos. Y a pesar de ello volteamos y miramos con melancolía el pasado. Una respuesta a esta reacción del hombre es, que quizá las utopías sólo se han realizado en el mundo exterior y, no podemos menos que lamentarnos si recordamos lo que dicen algunos filósofos doctísimos: “el mundo exterior no existe”.

También se ha desarrollado un cambio en el mundo interior: ha sido mucho más fácil reformar la faz de la tierra que desarraigar de nuestras almas los instintos de codicia, agresión y crueldad que nos impusieron por generaciones las luchas de pobreza embrutecedora.

Nos jactamos de la comodidad y de la abundancia, pero somos indignos de la belleza que llega a nuestros ojos. Somos pigmeos espirituales instalados en edificios gigantescos. La utopía ha llegado a todas partes excepto al alma de los hombres. Una solución sería la reconstrucción del carácter de cada uno de nosotros. No necesitamos extender más el imperio del hombre, porque tal paraíso baconiano ya ha sido conquistado.

El equilibrio: mentes y voluntades que sean capaces de habitar un mundo mejor. Así podemos llevar este aspecto a un nivel acorde con el conocimiento y poder del mundo actual. Logrando este reto y estando conscientes de que la naturaleza humana y la ignorancia han arruinado nuestras utopías, lo siguiente – y el resto – ocurrirá por añadidura.

En política, la utopía es tema importante y antiguo. Un sistema político perfecto es una utopía. En Venezuela otrora se decía frecuentemente: ¡este desbarajuste, la corrupción, la burla al pueblo lo arregla un comunismo!  En Cuba, cuando  llega un turista, los taxistas miden sus palabras y muestran el edén de la justicia, y cuando salen de aquel infierno, paranoicos y marcados, te cuentan cómo desean un régimen libre. Cada quien anhela lo contrario a lo que tiene.

Platón, en su obra De República, nos presenta el más antiguo modelo de creaciones imaginarias, y es el primero en proclamar pura y simplemente el comunismo. En 1516 publica Tomás Moro su Nova ínsula utopía, atacando la propiedad privada y defendiendo la comunidad de bienes. Es pues, la utopía, desde la invención de la palabra, una creación imaginaria por el hecho de ser irrealizable. Así como fue utópico, el día que Platón y Tomás Moro creyeron en la perfección del comunismo; y cualquiera que levante una hipótesis política tendrá que enfrentarse con la triste realidad, en vez de regocijarse con la perfección, siempre inexistente.

Pero no es utopía trabajar para  que sea perfecta dentro de la imperfección. Mucho resolveríamos intentando evolucionar cada uno de nosotros por su cuenta. La solución yo la veo en la individualidad, o sea, cada quien debe tener autocrítica para mejorarse. Lamentablemente, son demasiados los que padecen de autocrítica. Si esta solución que propongo, es refutada por ustedes para mí significa que “adoramos el conformismo”, que sólo aspiramos al estancamiento.

EDUCACIÓN ANTICREATIVA

Por Lida Prypchan

No sé si sucede de igual forma en otros países, pero en Venezuela la enseñanza se basa en el culto a la erudición sobre el pasado, se indica estudiar lo que se hizo y, acumularlo como si fuéramos máquinas acumuladoras de información y, no hay preocupación por incentivar una actitud de curiosidad ante las cosas, buscar explicaciones a través de los mecanismos intrínsecos que es la parte verdaderamente importante.

Es un método teórico y no práctico. Parece que el tiempo pasará y pasará, y seguiremos partiendo de un error. No es una educación creativa, que prepare para escoger un intento que pueda revolucionar lo establecido.

Ideal es erudición y creatividad unidas en una persona. No es fácil encontrarlo. Porque a veces es preferible tener una o no tener ninguna de las dos. La erudición limita la creatividad porque el nivel de exigencias personales aumenta. Algunos descubridores reconocen el bien que les hizo la ignorancia para llevar a cabo su actividad creativa.

No obstante, han existido hombres en que ambas características se presentaron; es el caso de Boris Vian (1920-1959). Fue uno de los más originales y vigorosos narradores de la literatura francesa contemporánea. Su espíritu inquieto y su asombrosa imaginación le condujeron a la creación de un universo literario personalísimo que, al margen de las corrientes estéticas y filosóficas en boga en la época, explora otros ámbitos de la fantasía, del lenguaje, del humor y de las relaciones humanas.

Pero a través de él no podemos hacer generalizaciones.

Socialmente se ha creado un concepto de la inteligencia. Relacionan calificaciones con inteligencia. Cuando lo que deberían relacionar con las calificaciones es la persistencia. Se confunde inteligencia con persistencia. Se intercambian memoria y talento.

La inteligencia debe tener otra interpretación. Sería la capacidad de decidir los propios límites en el comportamiento y en la actividad intelectual.

Aldous Huxley, al clasificar a los seres humanos en su novela “Un mundo feliz” dice que, los alfa doble más, o sea, los más inteligentes, son aquellos que se acercan más al libre albedrío. El libre albedrío no existe, pero sí podemos aspirar a desembarazarnos de algunas limitaciones, si nos damos cuenta de quiénes somos y qué deseamos.

La inteligencia es individualidad; es la forma como canalizamos nuestra propia vida, son nuestras creencias y nuestros engaños. Al saber con qué se engaña un ser humano, podemos calificar cuán profundo y ágil es su pensamiento y así conocer un aspecto de su inteligencia.

También es cierto que hay muchos tipos de inteligencia. Hace poco supe de un científico muy respetado que incursionó en el campo de la metafísica y expuso una serie de conclusiones que reflejaban torpeza, y en este sentido a veces no sé qué pensar: si la inteligencia será producto de mayor enseñanza en una determinada actividad o si se encuentra inherentemente en el carácter del hombre.

Hay que basar la educación en la enseñanza de la creatividad y sus herramientas y, la erudición sobre hechos que estén sin hacer, para planificar la enseñanza futura.

LA SOLEDAD

Por Lida Prypchan

Al momento de pronunciar la palabra soledad uno escucha: cuando estoy solo me aburro, a veces hasta me deprimo. Pareciera que soledad y tedio fuesen de la mano.

El problema no reside en la capacidad o incapacidad de estar solo, se centra más bien en que los ratos de soledad son inevitables para cualquiera, sea éste soltero, viudo, casado, con hijos o sin ellos e incluso rodeado de una multitud.

Inevitablemente esos ratos se presentan y en vez de disfrutarlos y aprovecharlos el hombre actual huye porque teme descubrir que su tan elaborado aspecto, sus tan maravillosas palabras y su tan organizada vida son en conjunto una apariencia. Así pues, la soledad nos pone frente a frente con nosotros mismos.

Mientras el individuo no encara esa incapacidad de estar consigo mismo y decide resolverla, puede cometer errores tales como formar una pareja no por amor sino por soledad, o tener hijos para tener compañía, o trabajar en exceso para huir de la soledad.

Escuchaba el otro día decir: no quiero llegar a vieja sola, voy a tener un hijo. ¿Es acertado pensar en resolver los problemas que plantea la soledad trayendo un hijo al mundo?  Esta situación podría explicar porqué a la larga algunos hijos se convierten en los padres de sus padres.

La incapacidad de vivir en soledad se ha venido acentuando desde que el mundo, o quién sabe quién, escogió a la tecnología como reina. La tecnología, los grandes adelantos de la ciencia han cambiado todos los esquemas de pensamiento.

La ciencia y la ilusión creada por ella de ser la única solución para la supervivencia del hombre moderno se fue introduciendo en su esquema de vida hasta acabar con la fe. Como la ciencia se convirtió en un Dios hubo necesidad de abolir la fe.

El hombre ha llegado a creer que él es un Dios, de aquí viene su gran soledad y a pesar de ello padece de incapacidad para soportarse creyéndose Dios.

Sería un desacierto desmentir los grandes adelantos que en materia de ciencia y tecnología han mejorado nuestra calidad de vida. Sin embargo, la contrapartida de este superdesarrollo científico ha sido el subdesarrollo psicológico y espiritual, es decir, ese avance a traído consigo un estancamiento en la vida interior del ser humano.

Muestra de ello es el aumento de la violencia, de la delincuencia, de los índices de suicidios, de homicidios, de la incidencia de la depresión y de los divorcios. De tener la capacidad figurativa necesaria para hacer una ilustración representando al hombre contemporáneo, dibujaría a un hombre de las cavernas sentado frente a una computadora.

En el fondo el hombre moderno continúa viviendo como un ser primitivo que juega el rol de ser civilizado, rodeado de concreto y dispositivos electrónicos.

Inmersa en esta problemática se encuentra la crisis de la mujer, quien no desea repetir los patrones represivos de conducta y basándose en ello malinterpretó la liberación femenina imitando los errores masculinos, cuando en realidad lo que proponía dicha liberación era permitirle a la mujer una mayor participación en ámbitos que antes le estaban vedados.

El mismo día que se eligió a la ciencia como reina del mundo, se escogieron dos princesas: el dinero y el sexo. Aquél objetivo fraternal de las religiones dejó de tener espectadores. La conciencia moderna tiende a la racionalización, no acepta aquello que no lleve implícito una lógica comprobada; por esta razón rechaza la fe y con ella las religiones, y sólo las deja valer en la medida en que sus contenidos de conocimiento concuerden con los fenómenos experimentados del trasfondo.

La época quiere experimentar el alma misma. Quiere experiencia primigenia. La consecuencia, obviamente, ha sido ese incremento del interés por las manifestaciones psíquicas, por el espiritismo, la astrología, la teosofía y la parapsicología. En el fondo todas estas cosas tienen interiormente un carácter auténticamente religioso aunque se esfuercen en aparentar lo contrario y mostrarse como disciplinas científicas.

Hasta ahora el hombre siente vivencialmente que está solo, que ha de ser definitivamente el creador consciente de su historia. Pero aún no se han inventado un sistema filosófico que ayude al hombre a vivir armónicamente su soledad. Bien al contrario, en vez de buscar la armonía que tanto necesita, se empeña en vivir nihilístamente. Se entrega a las ilusiones, mentiras y alucinaciones, mientras sobrelleva los problemas económicos y sociales.

Al hombre reflexivo de nuestro siglo, sea creyente, agnóstico o ateo no le queda más que adaptarse a su nueva soledad y pactar personalmente con el ser absoluto y eterno: el misterio.

MARÍA NO TIENE AMANTES

Por Lida Prypchan

Dedicado al Grupo “Cine Estudio” encabezado por el Ing. Daniel Labarca
por la magnífica iniciativa de los “Martes Selectos

Basado en el film “Los amantes de María” (Natassia Kinski y John Savage)

 

Una rata preñada camina bordeando la cama de un soldado estadounidense que lucha en Corea. Rubio y atlético, de mentón cuadrado y sonrisa tímida, como si se arrepintiera de reír; así es Iván. Con el silencio que imponen los automóviles cuando uno se monta en ellos, los ojos de Iván reposan sobre un local que exhibe niñas prostitutas de diez años.

Él se refugia en la imagen de una novia que tuvo: María, una mujer de muslos gruesos, boca grande y labios carnosos, que usa vestidos, de esos que empiezan a caer en las caderas y terminan debajo de las rodillas y con ellos al caminar se desliza, hermosa como es, lentamente…

A su regreso de la guerra, ellos se casan. Pero la primera noche, a pesar de los deseos de María de hacer el amor y quedar embarazada, él ni siquiera lo intenta, sólo le responde: “no puedo”. Iván no es impotente, con una amiga de su padre que es prostituta ha tenido relaciones y no tiene inhibiciones ni problemas.

Al conflicto del soldado le doy tres explicaciones:

Primera: miedo a deshonrarla. Esta situación se desarrolla en una época en que en Norteamérica se exaltaba la virginidad como símbolo  de “la pureza de la mujer” y por lo tanto, él consideraba el acto sexual  como la posibilidad de despojarla de lo puro, lo cual se convertía en generador de temores.

Segunda: temor a embarazarla. El había regresado de una guerra; todo lo que había vivido en ella lo inducía a cuestionar la vida en sus diferentes aspectos y en especial, en particular la procreación. Era algo así como pensar “¿Tiene sentido traer al mundo a un nuevo ser para que sufra lo que yo he sufrido en la guerra?”

Tercera: su evidente neurosis de guerra; muestra de ello son las pesadillas en que visualiza los horrores que presenció, sus pesadillas con una rata preñada que caminaba por su cama hasta introducírsele en la boca.

Su neurosis consistía en negarse lo que quería: vivir con María y sentirse feliz con ella, pero precisamente por ser neurótico se negaba esta posibilidad. Negarse lo que deseaba en lugar de proporcionárselo le hacía sentir una gran angustia, el principal alimento de la neurosis.

Posteriormente María e Iván se separaron, al cabo de un tiempo un músico la desvirgó y le sirvió de semental. Una vez resuelto el problema himeneano Iván volvió con ella.

Al salir del cine escuché a unas muchachas que decían: hechos como éste son más frecuentes de lo que tú crees. Desconozco la frecuencia de situaciones semejantes pero de presentarse  no me extrañarían, teniendo en cuenta que una buena proporción de hombres son criados en medio de una gran ambivalencia en el aspecto sexual. Por un lado le inculcan casarse con la que será “la madre de sus hijos” y por el otro lado el padre lleva al hijo a iniciar su vida sexual con una prostituta –si es que no ha tenido antes relaciones con una burra.

¿No es ambivalente y contradictorio lo que le inculcan con lo que inducen a hacer?  ¿Qué parecido puede encontrar un joven de doce o catorce años entre una prostituta o burra y una mujer conservadora? ¿Qué conclusión puede extraer de esta confusión? Qué sólo los animales y las mujeres de la calle pueden disfrutar del sexo porque son impuras y degeneradas, mientras que “la madre de sus hijos” es muy pura para dejarla disfrutar.

Además se basan en “Cría cuervos y te sacarán los ojos”. De estos conceptos proviene la casi institucionalización de la ambigua y frecuente vida afectiva del latinoamericano: la relación amante-esposa. Con la esposa tiene hijos, le cuenta sus penas y se aburre, con la amante sale a bailar, le cuenta sus maravillosas ideas y hace el amor.

No habría que culpar ni al hombre ni a la mujer, lo triste es que en gran parte se debe a la subestimación y masoquismo de la mujer. Es el binomio, crianza-inercia. Las crían así y luego cuando se dan cuenta no cambian su manera de pensar por indiferencia, pues su vida es manejada por la inercia.

Nota final:

Para mí este artículo tiene una doble significación que mágicamente se unificó. Cuando vi esta película escribí sobre ella y el artículo no fue publicado. Luego de un anuncio en el cual presentaban “Los amantes de María” como una de las mejores películas proyectadas en los seis años de Martes Selectos, tuve ante mi nuevamente la oportunidad de publicar el artículo.

Tarde o temprano –me dije- se me presentan las circunstancias para conseguir lo que quiero. No creo que yo haya  nacido para esperar; soy impaciente por naturaleza. Pero soy también, una impaciente por naturaleza que hace mucho rato se dio cuenta que el destino (La Fortuna) se había antojado en complacerla más tarde que a muchos otros, es decir, una impaciente que a juro, tuvo que aprender a esperar y aprendiendo a esperar vio las grandes ventajas de hacerlo: evitarse errores innecesarios y madurar los pensamientos e incluso los sentimientos pues sólo con el tiempo uno sabe lo que siente.

El tiempo es una especie de todopoderoso que se hace preguntas y se las responde, que crea circunstancias adecuadas para que las vivan los individuos adecuados en momentos adecuados (cuando les llega su oportunidad). Por eso, al forzar una situación en el tiempo, cuando aún no ha llegado la hora, uno termina contrariado y desesperado, pues todo sucede al revés.

Hay que dejar quieto al tiempo porque así La Fortuna siempre decide lo más adecuado. Si nos niega algo es porque no nos corresponde vivirlo.

UNA JUVENTUD MEDIOCRE

Por Lida Prypchan

No existe, en mi opinión, atributo que genere mayor admiración que la creatividad, en cualquiera de sus formas de expresión. Me he tropezado con un buen número de personas que poseen muchos conocimientos y sin embargo, sólo a algunos de ellos los podría considerar creativos.

La creatividad implica algunas creencias, no sé si llamarlas populares, que considero erróneas y que por comodidad se constituyeron, tales como el tema de la inteligencia. Considero la inteligencia como un problema, cuando pienso el significado que la sociedad le ha querido dar.

Según ese significado, la inteligencia es la capacidad de resolver complejos problemas, de poseer una gran memoria y tener abundantes conocimientos. Para mí, esto no es inteligencia, ya que si no está ligada a una particular sensibilidad, no significa nada, ni sirve para mucho.

Noto que en Venezuela se llama inteligente a todo el mundo: a nivel de estudios, se puede considerar genial a un muchacho por el simple hecho que muestre facilidades en la memorización; se considera inteligente al orador que dispara discursos cargados de frases prestadas, de ideas bellamente formuladas, de oraciones en latín y más lo admirarán si no entienden ni pio de lo que el expositor plantea. Creo que la sociedad y su condicionamiento de búsqueda de aprobación de los demás, inducen al individuo común a pensar que, lo importante no es ser sino parecer.

Ese tipo de persona, de manera coloquial, se designa con el nombre de “pantallera o pantallero” (aquella persona que aparenta lo no es). Y la pantallería tiene amplias implicaciones éticas (el profesional que simula una gran destreza en su rama y sin embargo, comete graves errores en la práctica de su especialidad).

En el concepto que tengo de inteligencia, estimo que su máxima expresión se centra en la capacidad creativa. En principio, observando esta sentencia superficialmente, parece muy poco estimulante y muy limitada, sin embargo, y de manera permanente, a través de nuestro comportamiento demostramos cuán creativos somos. A través de nuestras opiniones, de la forma de vida que llevamos, de la existencia o no de ideales y de muchas otras actitudes, damos pruebas y más pruebas de si somos o no creativos.

Socialmente se confunde el significado de creatividad. Se cree o considera creativo al individuo culto. Y más aún, se comete el error de llamar a alguien culto sin conocer el significado de esa palabra. Culto, no es conocer de memoria todas las obras importantes de la Literatura Universal, eso sólo demuestra una gran capacidad de memorizar; el adjetivo culto, se refiere a las transformaciones a nivel personal que sufre la búsqueda del conocimiento y que se logra a lo largo de los años, a través de la lectura o del cultivo de algún arte.

Llevarse un alimento a la boca no implica deglutirlo; con esto quiero decir, que un individuo puede pasar por las mejores universidades del mundo y éstas no pasar por él, el mismo ejemplo, sirve aplicado a las mejores obras del mundo en materia literaria; muchos leen y sin embargo, quedan igual que antes: con el pobre espíritu que los caracteriza. Un filósofo argentino dice, que existen hombres y sombras. Todo aquel que tiende a la imitación se aleja de la creatividad y viceversa.

Encuentro una especial relación entre creatividad y firmeza en la personalidad. Si bien es cierto, que todos tenemos personalidad, también es cierto, que muy pocos la tienen desarrollada y firme a tal punto, de servirle de base para ser creativos, ya que la creatividad requiere osadía y seguridad en sí mismo.

El hombre creativo tiene frente a sí un problema: los mediocres, que al acumularse y formar una masa, se oponen a sus creaciones. Los mediocres, luchan porque todo siga como está, no quieren cambio alguno, porque las cosas, así como marchan, complacen su vida cómoda y por otro lado no les estimula la envidia. Es paradójico que un ser creativo sea frenado por uno mediocre.

El hombre mediocre, si lo encontramos solo, tiene un comportamiento lleno de miedo, ya que no tiene las bases para sustentar sus razonamientos, y si las tiene, le da miedo exponerlas, no vaya a ser que se genere una disputa y que luego no sepa salir de ella; el mediocre, generalmente necesita tener un grupo (recuerden que el hombre mientras más primitivo, más busca al grupo y su apoyo) y al formar una masa, entonces sí se torna la situación peligrosa, puesto que la sociedad se transforma en algo mediocrísimo (se busca aplastar la creación y en su lugar estimular la mediocridad).

Creo que en este sentido Venezuela está muy afectada y lo peor del asunto, a varios niveles: en la política (a nivel de dirigencia, en la forma de gobernar, en las intenciones que mueve a los hombres); todas las otras ramas del saber y del hacer también están contaminadas por la mediocridad. Por eso las pocas personas que en ese país se desenvuelven bien en su área, los consideran genios.

La mediocridad tiene su raíz en un error a nivel de las intenciones: supongo que es algo que tiene que ver con la educación. La gente quiere saber para ostentar y no para saber, para mejorarse a sí mismo; las personas mueren a causa de su vanidad. A mí este tema siempre me ha preocupado, algunas veces al punto de mortificarme, porque las sociedades son el reflejo de su gente.

Alguna vez alguien poco conocido dijo: “La generación de ahora es boba”. Estoy muy de acuerdo: sólo escuchando ciertos ritmos populares y poniendo atención a la letra  de esas canciones, encontramos que si no tienen un tema erótico central, se refieren a temas que estimulan la inercia mental.

Los jóvenes, a excepción de muy pocos, en su mayoría tienden a la inercia; parece que no les corriese sangre por las venas, no poseen ideales, no optan por desafiarse a sí mismos y intentar cambiar el sistema, o siquiera, decir alguna que otra verdad para incitar cambios en su entorno. Es impresionante la superficialidad que les rodea: ven las cosas por encimita y se conforman con todo lo establecido. Yo los entiendo pero no los admiro, no admiro los que viven bajo el sello de la mediocracia.

Es verdad que no puedo generalizar, pero es indudable que una buena parte de la juventud venezolana, es así: creo que llegaron a la conclusión, que todo en la vida es destino y todo llega, por lo tanto, no hay que mortificarse.

UNA VIOLENTA HISTORIA DE AMOR

Por Lida Prypchan

Al releer “Cumbres Borrascosas” de Emily Brontë – novelista y poetisa inglesa que nació en 1818 y murió en 1848 – no puedo dejar de experimentar una cierta sorpresa al ver la notoria diferencia entre su vida y esta novela. Según sus biógrafos E. Brontë  llevó una vida aburridísima.

Por cierto, esta declaración me produce mucha gracia, porque me hace pensar en la vida de los valencianos. Creo en todo caso, que E. Brontë poseía razones para justificar su aburrimiento, a fin de cuentas ¿qué se podía pedir en 1818?  Y también me pregunto: ¿qué razones podrían alegar los valencianos para justificar su aburrida actitud ante la vida en plena era de la tecnología?

La vida de E. Brontë transcurrió en un presbiterio del cual no salió casi nunca; lo único que la salvó del aburrimiento del encierro fue su enfebrecida creación literaria. Murió a los treinta años, y nos dejó un pequeño número de poemas y una de las novelas más hermosas de la literatura universal.

El destino de E. Brontë quiso que ella ignorase por completo el amor de pareja, y a la vez, quiso que conociera la angustia de la pasión no experimentada: su pasión imaginada, fue tan fuerte, que la plasmó relacionándola con violencia y muerte.

“Cumbres Borrascosas” no es sólo una historia de amor, sino también una explicación sobre cómo un amor imposible puede cambiar a un hombre al punto de hacerle cometer actos en perjuicio del ser que ama.

La trama es la siguiente: Catherine  y Heathcliff  fijan sus sentimientos en la infancia (que es libre, soberana y salvaje, todo lo contrario al mundo  prohibitivo de los adultos). Pero Heathcliff (hijo natural) debe partir y, al regresar de su viaje, convertido en un hombre maduro y acaudalado, se encuentra con que Catherine, por comodidad, se ha casado. A raíz de esto, se desata la furia pasional e incontrolada de Heathcliff, que desea retomar el reino perdido.

Él, anclado en la infancia, desea amar a Catherine quien también amándolo, no puede permitirse separarse de su esposo ni serle infiel (ni siquiera mentalmente). Esta pasión consume a Catherine. Culpable como se siente en su proceso de expiación, ella prefiere la muerte a continuar con este tormento amoroso. No se suicida, pero su dolor moral se somatiza.

En esta novela encontramos dos elementos moralizantes básicos: la prohibición y la muerte como proceso expiatorio.

La prohibición diviniza aquello a lo que impide el acceso. La muerte, en cualquiera de sus formas (rupturas, circunstancias adversas que conducen a continuos roces, o la muerte como fenómeno biológico), al aproximarse, transforma el amor en un imposible y entonces, cae en el terreno de la prohibición.

Creo en verdad, que no hay nada más placentero, y a la vez más doloroso que un amor imposible. Es lo más placentero porque el período en que transcurre el romance – generalmente corto – es algo verdaderamente fascinante; se llega a conocer el éxtasis y la felicidad y, amar en esas circunstancias puede ser sublime.

Pero como lo que empieza debe terminar, llegado el momento final se siente un dolor terrible y, es en ése momento que todo lo anteriormente vivido adquiere importancia a nuestros ojos: es el inicio del proceso de recordar (me parece que en esta etapa, uno vive los momentos pasados con más intensidad, que mientras transcurrían).

Seguidamente viene el olvido. El tiempo, por fortuna, va borrando los recuerdos a tal punto, que a veces no logramos recordar la cara del ser que antaño amamos.

En mi concepto, la mitad del corazón es como un cementerio en el que vamos enterrando seres amados que nos han decepcionado: allí introducimos amigos que dijeron serlo y no lo fueron, amores conclusos, amores inconclusos, amores cortos e intensos, o largos y tibios, amores expulsados porque no cumplieron con los requisitos para ingresar en el cementerio;  y en cada tumba hay escrito un epitafio, palabras que se van desgastando por el flujo ininterrumpido de la sangre en el corazón.

Cumbres Borrascosas” es una violenta historia de amor. Confieso que al escribir “violenta historia de amor” no puedo evitar desear vivir en una época pasada; por momentos siento hastío y rechazo el tiempo que vivo, en el cual observo la pasividad y la ausencia de lucha por el amor y, quizás hasta la incapacidad de la gente para amar. En mi concepto también ha mermado la comunicación entre los géneros masculino y femenino y también ha muerto el cortejo amoroso.

No ha llegado, pero sé que llegará, el momento en que tenga que acudir a un cirujano cardiovascular para pedirle que extraiga varias tumbas de mi corazón; así podré tener cupo en él para mis próximos muertos. Lo único que le imploro a Dios, es que el próximo muerto que ingrese en mi cementerio, sea el producto de una violenta historia de amor, como la que Emily Brontë se imaginó.

ARTE CALLEJERO

Por Lida Prypchan
¿Quien dijo que los divertidos habitantes de la Ciudad del Fastidio tienen que ir a los museos capitalinos para ver muestras de arte?  Día tras día, la ciudad de las mujeres bellas va convirtiéndose en uno de los mayores exponentes del arte callejero (Street Art). No hay que esperar largos ratos en interminables colas para comprar una entrada, no es necesario pertenecer a la aristocracia valenciana, ni siquiera hay que tener la intención de disfrutarlas, únicamente se deben tener los cinco sentidos afinados.

Desde la comodidad de su automóvil puede usted admirar una esplendida obra de arte cinético cuando no funciona el semáforo de Prebo; puede también disfrutar de una película mejor que Macu pues a cada rato se ven veinte policías en sus negras motocicletas cuales rayos persiguiendo a un pobre diablo que se comió el semáforo, mientras que en un esquina más allá algunos delincuentes se divierten saqueando un supermercado.

Los cineastas no se han percatado que en la Ciudad del Fastidio (mejor conocida con el nombre de Macondo o la Ciudad del Olvido, porque aquí uno se olvida hasta del olvido) acontecen sucesos más increíbles que los que se ven en la pantalla grande como por ejemplo el espectacular robo de las urnas en medio de las elecciones universitarias.

Para qué encender la radio y sintonizar “Nuestro insólito universo” si en ésta ciudad vivimos en el universo de las insólitas incoherencias, y también – cual obra de la pantalla grande – de contradicciones como la contrastante incongruencia entre lo que sus habitantes piensan, pregonan y hacen.

Aquí los hombres se muestran liberales y piensan y actúan como conservadores y las mujeres hablan como conservadoras y se comportan como liberales, tanto que critican a los estadounidenses y son una copia de ellos. Resulta de todo esto una ambigüedad y falsedad en el trato con las personas. Algo típico de una sociedad machista: todas las libertades para el hombre y muy pocas para la mujer aunque a la final todos quedan parejos.

Bellas son las muestras de arte que se observan por las calles de la ciudad: esos pipotes tan decorativos ellos, repletos de linda e higiénica basura al lado de los letreros “mantén limpia tu ciudad”. Me recuerda a un escultor que visitó nuestra Venezuela Saudita hace unos cuantos años y, en un rincón colocó una caja desbaratada y sucia y dijo: “Señores, esto es arte, puro arte”. Los presentes se quedaron boquiabiertos y exclamaron: “Entonces el país está repleto de arte escultórico”. Al afamado escultor se le pasaron por alto las bolsas con las que cuenta el país, y hay que recordar que, si el año pasado ya habían muchas a lo largos de las calles, este año hay más y mejores y de todos los tamaños.

También son arte callejero los grupos de magníficas y grandilocuentes palabrotas que los automovilistas se profieren mutuamente cuando ejecutan maniobras indebidas y todo esto con una dulce sonrisa entre los labios y a flor de piel. Esto pertenecería a una especialidad llamada “arte histriónico”.

En materia de arte visual el material disponible no se queda atrás. Hay frases bellamente estampadas en las paredes de las urbanizaciones tales como: “Estudia hasta la muerte y serás un cadáver culto” o “La justicia humana es como una telaraña: sólo las moscas pequeñas quedan atrapadas”. Estas obras son exponentes de la tragicomedia nacional que abarcan problemas sociales  archiconocidos: la decadencia de los valores educativos y la injusticia a nivel judicial que ampara al poderoso y hunde al pobre.