Por Lida Prypchan
No sé si sucede de igual forma en otros países, pero en Venezuela la enseñanza se basa en el culto a la erudición sobre el pasado, se indica estudiar lo que se hizo y, acumularlo como si fuéramos máquinas acumuladoras de información y, no hay preocupación por incentivar una actitud de curiosidad ante las cosas, buscar explicaciones a través de los mecanismos intrínsecos que es la parte verdaderamente importante.
Es un método teórico y no práctico. Parece que el tiempo pasará y pasará, y seguiremos partiendo de un error. No es una educación creativa, que prepare para escoger un intento que pueda revolucionar lo establecido.
Ideal es erudición y creatividad unidas en una persona. No es fácil encontrarlo. Porque a veces es preferible tener una o no tener ninguna de las dos. La erudición limita la creatividad porque el nivel de exigencias personales aumenta. Algunos descubridores reconocen el bien que les hizo la ignorancia para llevar a cabo su actividad creativa.
No obstante, han existido hombres en que ambas características se presentaron; es el caso de Boris Vian (1920-1959). Fue uno de los más originales y vigorosos narradores de la literatura francesa contemporánea. Su espíritu inquieto y su asombrosa imaginación le condujeron a la creación de un universo literario personalísimo que, al margen de las corrientes estéticas y filosóficas en boga en la época, explora otros ámbitos de la fantasía, del lenguaje, del humor y de las relaciones humanas.
Pero a través de él no podemos hacer generalizaciones.
Socialmente se ha creado un concepto de la inteligencia. Relacionan calificaciones con inteligencia. Cuando lo que deberían relacionar con las calificaciones es la persistencia. Se confunde inteligencia con persistencia. Se intercambian memoria y talento.
La inteligencia debe tener otra interpretación. Sería la capacidad de decidir los propios límites en el comportamiento y en la actividad intelectual.
Aldous Huxley, al clasificar a los seres humanos en su novela “Un mundo feliz” dice que, los alfa doble más, o sea, los más inteligentes, son aquellos que se acercan más al libre albedrío. El libre albedrío no existe, pero sí podemos aspirar a desembarazarnos de algunas limitaciones, si nos damos cuenta de quiénes somos y qué deseamos.
La inteligencia es individualidad; es la forma como canalizamos nuestra propia vida, son nuestras creencias y nuestros engaños. Al saber con qué se engaña un ser humano, podemos calificar cuán profundo y ágil es su pensamiento y así conocer un aspecto de su inteligencia.
También es cierto que hay muchos tipos de inteligencia. Hace poco supe de un científico muy respetado que incursionó en el campo de la metafísica y expuso una serie de conclusiones que reflejaban torpeza, y en este sentido a veces no sé qué pensar: si la inteligencia será producto de mayor enseñanza en una determinada actividad o si se encuentra inherentemente en el carácter del hombre.
Hay que basar la educación en la enseñanza de la creatividad y sus herramientas y, la erudición sobre hechos que estén sin hacer, para planificar la enseñanza futura.