EL PRÓXIMO, POR FAVOR

Por Lida Prypchan

“Escribo esto hoy. Mañana sería distinto a causa de lo que hoy ignoro.
Pero si esperara a saberlo todo, jamás lo escribiría”.
Arno Stern

 

¡Definitivamente – me dije – lo que estemos leyendo nos influye de manera singular! Súbitamente, y gracias a la memoria, nos encontramos uniendo ideas que siempre nos parecieron aisladas resolviendo de esta manera algunos enigmas internos.

Me encontraba leyendo sobre la muerte, no porque estuviera planeando un suicidio espectacular que me hiciera famosa, ni porque estuviera maquinando el crimen perfecto – tan perfecto que ni yo misma me enterara-, tampoco porque mi inconsciente manifestara un deseo de morir o una mórbida atracción por la muerte. Me encontraba leyendo sobre la muerte porque quería escribir sobre la Eutanasia.

La definición del término “el arte de procurar una muerte confortable” fue lo único que leí del tema después de haberme acercado a las consideraciones que muchos han hecho sobre la muerte. Posterior e inmediatamente, me vino a la memoria una película futurista que me contaron cuando yo tenía doce años, en la que se planteaba la posibilidad que al morir todo ser humano podría revivir sentimientos agradables por medio de un film o de una pieza musical.

Siempre me imaginé – y aún ahora persiste en mí esa imagen – una habitación inmensa, cómoda, decorada con muy buen gusto, con luz tenue, una butaca, algunas sillas, al fondo una pantalla de cine, y cubriendo el techo y las paredes miles de cornetas pequeñas.

Ante tal imagen mis interrogantes eran y siguen siendo ¿habrá logrado la Ciencia, para ese momento del futuro, vencer el dolor físico de forma que todos podamos escoger las experiencias sensoriales de nuestras últimas horas de vida? En cuyo caso ¿cuáles serían las exigencias del ser humano tomando en cuenta que cada persona, cada habitante de la Tierra, es único?

Me imagino que en un principio sólo existirían las dos formas antes citadas. Posteriormente se implantarían nuevas, sofisticadas y excéntricas maneras de morir plácidamente. Pero situándonos en este principio ¿cuántos irían solos y cuantos irían acompañados? ¿Cuántos decidirían morir sufriendo pudiendo morir llenos de gozo?  Y la incógnita que queda girando en mi cabeza: cómo nos sentiríamos mientras hacemos fila para entrar – de existir algún día ésta posibilidad – cuando nos digan ¡El próximo, por favor!

LA EUTANASIA, EL DERECHO A MORIR CON DIGNIDAD (II)

Por Lida Prypchan

“No me dejes suplicar que se calme mi dolor sino que tenga ánimo para dominarlo.
Concédeme no ser un cobarde pero déjame sentir
que tu mano me sostiene en mi fracaso”
Rabindranat Tagore

 

La Eutanasia es un procedimiento que se fundamenta en acortar voluntariamente la vida de quien, presa de grandes sufrimientos debido a una enfermedad incapacitante, la solicita.

La Sociedad para la Eutanasia fue fundada en Inglaterra en 1935. Sin embargo, existen hechos históricos que comprueban que se practicaba desde mucho antes. En Esparta, sacrificaban a los niños con malformaciones; los bretones, aniquilaban a los individuos con afecciones incurables; los hindúes eran ahogados en el Ganges, y Platón preconizaba el establecimiento de medidas disciplinarias en torno a la protección de los sanos de cuerpo y alma, mientras que se debía dejar morir a los que no lo fueran.

Tampoco debemos olvidarnos de Hitler, quien dio motivos para la creación de un nuevo tipo de Eutanasia: la Eutanasia eugénico-económica. El primero de septiembre de 1939 Hitler emirió un siniestro decreto – como todo lo proveniente de él – en el cual exhortaba a “ciertos médicos” a identificar personalmente – para proceder a su terminación – a las personas que luego de un “profundo” examen médico (aspecto o nombre de hebreo), fueran declarados incurables. Así borró del mapa a millones de inocentes. Este tipo de Eutanasia es una forma impropia en su aplicación, ya que para un régimen desprovisto de escrúpulos constituye un medio, en apariencia legal, para acabar con sus opositores.

El Drama Eutanásico

Hay quienes denominan a la Eutanasia “el Drama Eutanásico”, porque se han dado casos que han conmovido a la opinión pública, casos en los cuales, el “acto criminal” fue realizado por parientes o por personas allegadas al paciente, quienes prescindiendo de dogmas éticos y sin otro intento que el deseo de abolir el dolor de seres queridos, llegaron a la  realización de actos atroces. Estos han sucedido en otros países, pero no en Venezuela. Citaré sólo uno de ellos: “en 1950 un estudiante estadounidense de 21 años disparó un balazo a su padre, postrado por un cáncer generalizado”. Ante éste y otros casos semejantes hubo indulgencia de parte de los poderes judiciales.

La Ley ante la Eutanasia

En la doctrina tradicional, la admisión expresa de la impunidad del homicidio eutanásico es decididamente minoritaria. La mayoría de los códigos penales vigentes, adoptan alrededor de este asunto una posición intermedia, de atenuación especifica  en los supuestos de muerte piadosa, pero sin llegar a la legalización o justificación.

No sé si se trata de un miedo por lo desconocido o un temor por revolucionar lo ya pautado y establecido. Lo cierto, es que toda esta indecisión, hace sufrir a millones de seres humanos – quienes tarde o temprano han de morir – anclados a enfermedades terminales.

Posiblemente en algo sí estamos de acuerdo, y es que los avances de la ciencia han conducido al hombre de manera abrupta e inesperada a reconocer que el problema central de la medicina moderna es de orden moral.

¡Qué ironía! ¡Somos víctimas de ese monstruo llamado progreso!

LA FALTA DE AFECTO Y SUS CONSECUENCIAS ¿SOMOS NEURÓTICOS?

Por Lida Prypchan

¿Cómo definir la neurosis?

El neurótico mantiene intacto su contacto con la realidad y se comporta como si esa realidad tuviese para él el mismo significado que para el resto de la comunidad, con tendencia a desarrollar conductas repetitivas. La neurosis es un trastorno psíquico en el que se evidencia un elevado nivel de angustia producido por temores, por defensas creadas ante esos temores y por intentos de establecer soluciones entre las tendencias en conflicto como  mecanismo de compensación.

Este concepto resulta válido sólo sí se aparta al individuo y su trastorno, de las normas establecidas en una cultura. Así, en el neurótico encontramos de manera desproporcionada las causas la angustia, la necesidad de afecto, el complejo de inferioridad, la hostilidad, la marcada susceptibilidad, el complejo de culpa y un diferente significado y relación con la sexualidad.

Y si bien ustedes encuentran que todo esto lo puede padecer una persona común y corriente de nuestra época sin necesidad de ser neurótica, es importante remarcar que las características antes mencionadas en el neurótico tienen manifestaciones mucho más marcadas e irracionales de lo que se piensa, debido a un trastorno mental.

La ansiedad es una parte inevitable de la vida y de las experiencias de cada individuo. Para que una afección sea llamada neurosis los actos ejecutados bajo el efecto de la ansiedad deben ser desproporcionados en relación a los motivos que los originan.

Entre las causas de neurosis, no pudiendo descartar la herencia como factor importante, se encuentran: falta de afecto en la infancia, un régimen de crianza erróneo ya sea por exceso de indulgencia o de rigidez.

Los síntomas de la neurosis pueden ser mentales o físicos. La tensión, la aprensión y las preocupaciones son rasgos comunes de esa patología y las reacciones fóbicas se convertirán en el foco de la enfermedad. Otros síntomas pueden ser: irritabilidad, depresión, distracción, insomnio, pesadillas o sueño intranquilo, palpitaciones, indigestión y enrojecimiento facial.

Los conflictos emocionales en la raíz de una neurosis podrían convertirse en reacciones físicas sin ninguna causa corporal verdadera. Estas reacciones de “conversión” son una forma de histeria y pueden abarcar desde la parálisis de una parte del cuerpo hasta las amnesias o ataques de ceguera o de sordera. Estos síntomas suelen tener un claro significado simbólico: las reacciones histéricas adoptan la forma de amnesia, con el fin de escapar a los conflictos penosos y molestos.

La neurosis obsesiva, la menos común de las reacciones neuróticas, llega a constituir una defensa contra la ansiedad o a simbolizar algunos sentimientos de culpa reprimidos. Estas reacciones “compulsivo-obsesivas” se extienden hasta convertirse en ideas fijas que dan vuelta continuamente en la mente del paciente.

COMPLEJO DE CASTRACIÓN ¿ORIGEN DE LA NEUROSIS?

Por Lida Prypchan
Tanto el complejo de Edipo, como el de la castración, se encuentran muy probablemente en todas las sociedades humanas y, han de ser considerados como una fase normal en el desarrollo del niño.

Se entiende por castración la extirpación de los testículos. En el psicoanálisis, la castración significa la extirpación o la pérdida del pene. Vale la pena recordar a qué edad del desarrollo tienen lugar los temores y las fantasías sobre la castración.

La teoría freudiana subraya una serie de fases como son: la oral, la anal y la genital. En la fase oral, el recién nacido encuentra placer en la boca. En la fase anal, durante el primer año de edad, la satisfacción deriva de la sensación anal de la defecación. Pero es al final del primer año de edad, cuando el niño aprende a controlar su esfínter anal, que él le concede más importancia al ano. Ambas etapas conforman la etapa pregenital, que dura hasta los tres años.

Le sigue la fase genital, a partir de los tres años, en la cual el niño le concede importancia a su pene. Esta fase dura hasta los cinco años. Durante la misma, el niño convierte el pene en un objeto de interés sexual. La atracción sexual hacia la madre está asociada con los celos y el temor al padre, persona que se convierte en un rival sexual. Esto constituye el complejo de Edipo y es, en esta fase, donde comienza a cobrar importancia el complejo de castración.

Freud opinaba, que el temor a la castración se despertaba a muy temprana edad por las amenazas y los castigos relacionados con la masturbación. Cuando al muchacho se le indica que el interés sexual por la madre es también tabú, empieza a creer que si persiste en este interés puede ser castigado con la castración. El complejo de castración en el hombre es extremadamente profundo y persistente.

Según algunas leyendas y mitos, la castración es horripilante. En la mitología frigia Atis, dios de la vegetación, sangró hasta morir por haberse castrado a sí mismo.

Tanto el complejo de Edipo como el de castración se encuentran muy probablemente en todas las sociedades humanas. Y han de ser considerados como una fase normal en el desarrollo del niño. Freud afirmó que el complejo de castración era el principal motivo, pero no el único, del mecanismo de represión y que no sólo afectaba la integridad de la personalidad, sino que también podía dar lugar a manifestaciones neuróticas.

Creía que la formación sintomática en las neurosis fóbica, histérica y obsesiva, podía remontarse a la ansiedad frente a la castración. Pero actualmente no se cree esto. La neurosis es un problema mucho más complejo  de lo que Freud pensaba (social y culturalmente) y no le dio importancia al ambiente social en que se desenvolvían sus pacientes neuróticos. Por ello queda corta su teoría de la neurosis, sin negarle que abriera el camino para que ahora los hombres que se dedican a esta materia, encuentren nuevas interpretaciones del problema de la neurosis.

Alfred Adler, colega de Freud, criticó esta teoría freudiana de la castración. Según Adler, basándonos en la idea central de su obra “Psicología individual”, el niño, amenazado con la castración por un rival más fuerte, puede contrarrestar sus sentimientos de inferioridad sexual y física mediante una lucha por la dominación de los demás, el poder y la confianza en sí mismo o la conquista sexual.

Melanie Klein, amplió y propagó la teoría de Freud. Según Klein, el temor a la castración se experimenta desde una edad más temprana que la propuesta por Freud, tanto en los niños como en las niñas, y que a dicha edad ya existe el conocimiento de los genitales en ambos sexos.

REPERCUSIÓN SOCIAL DEL SIDA

Por Lida Prypchan

No le dedicaré ni siquiera una línea a la explicación científica del SIDA, pero sí le dedicaré el artículo entero a un análisis social, es decir hablaré sobre las consecuencias sociales del síndrome y algunas pertinentes reflexiones. Es preciso, ilustrativo e incluso divertido, que exprese qué es lo que me motiva a escribir sobre las implicaciones sociales del SIDA.

Me encontraba en una pequeña reunión y una mujer, por cierto en trámites de divorcio, dijo: “Mi esposo y yo, a pesar de estar ahora separados, somos grandes amigos, hasta me atrevería a decir que nos la llevamos mejor que incluso en la época en que éramos novios, pero el divorcio es necesario, sin embargo a raíz del conocimiento del SIDA me digo a mí misma con ansiedad: ni siquiera vas a poder acostarte con tu esposo porque quién sabe con cuántas  mujeres estará haciendo el amor, si es eso lo que llaman hacer el amor, por otro lado, hacer el amor con otro, incluso hasta besar a otro, me produce temor no vaya a ser que me contagie”.

Cualquier persona que lea este artículo supongo que también podrá recordar algunos de los comentarios que al respecto ha escuchado y, seguramente algunos serán muy divertidos.

Es obvio pues, que mi intención es escribir sobre la promiscuidad. Y escribir sobre esto me obligaría, indiscutiblemente, a tocar otros controversiales temas como el machismo, el hembrismo, el feminismo, la infidelidad, la homosexualidad, en fin, temas que de manera global tocaré y en posteriores oportunidades profundizaré.

Inicialmente la revelación de la existencia de este síndrome produjo una reacción lenta  y desconcertante en la opinión colectiva. No sucedió lo mismo a nivel científico. Fue a raíz del padecimiento del actor Rock Hudson, de haberse declarado homosexual y seropositivo, y de posteriormente sacar a la luz pública todo lo que se ha investigado sobre esta enfermedad, su forma de contagio, número exacto de casos en distintas regiones del mundo, etc., que esta patología sorprendió de manera tan llamativa al mundo entero.

Fue algo así como la gota que colmó el vaso. Reveló lo que ya muchos sabían, ya fuese por experiencias personales o a través de películas. Expuso la gran promiscuidad heterosexual, y más acentuada aún, la homosexual: la práctica común de conductas como encuentros con desconocidos en bares y sin siquiera saber sus nombres irse con ellos a la cama; o la práctica – más común de lo que se cree – de intercambio de parejas, ya sean novios, esposos o amigos, en reuniones sociales; en otros casos la práctica en boga de hacer el amor el fin de semana no importa con quién, el hecho es poder jactarse de ser moderno o moderna.

La promiscuidad significa mezcla confusa, proviene de una acepción del verbo “promiscuar”: Participar indistintamente en cosas heterogéneas u opuestas, físicas o inmateriales.

En nuestros tiempos, al parecer, son tan promiscuos los hombres como las mujeres, y creo que es obvio y fácilmente deducible por qué son promiscuos. Es algo así tan controversial como el tema de la infidelidad (me refiero a la infidelidad que se convierte en un hecho real, físico, no a la infidelidad mental que por lo que veo la padecemos todos, excepto en aquellas épocas en que estamos tan enamorados que estamos ciegos).

Las mujeres dicen que los hombres son más infieles, los hombres dicen, los indiscretos, que es al contrario, otros, los más discretos, se limitan a sonreír. Leí en un libro del psiquiatra y psicólogo español Emilio Mirá y López que es igual el número de infidelidades masculinas que de las femeninas y también lo escuché recientemente en un programa televisivo. Argumentaban estas dos fuentes que las primeras experiencias sexuales de muchos hombres eran con mujeres y no precisamente las solteras sino las casadas insatisfechas o las casadas satisfechas pero con deseos de tener una experiencia con un hombre inexperto, al fin y al cabo, la mente humana no se puede clasificar y mucho menos entender fácilmente.

Pero, en cuanto al modo de operar, si hay diferencias notables entre un hombre y una mujer. Socialmente es permitida la infidelidad masculina y no la femenina, esto hace que siendo la mujer más astuta busque la mayor discreción posible.

Otra de las conclusiones que pude sacar es una conclusión histórica: la historia es circular, se repiten los mismos fenómenos cada determinado tiempo, es decir, después de la tormenta viene la calma, después del desorden el orden, y luego se invierten los sucesos.

Conclusión final: hay que cuidarse el cuerpo. Volverá la época de los amores prolongados, del conocimiento y entrega progresivos. Es paradójico que sea una enfermedad la que obligue a la humanidad a ser selectiva a la hora de amar con su cuerpo, quizás esto la lleve a aprender a amar con su alma, ya que aparentemente lo ha ido olvidando a través del tiempo.

LA PERSONALIDAD NEURÓTICA DE NUESTRO TIEMPO

Por Lida Prypchan

El problema que aquí nos planteamos es el siguiente: ¿los neuróticos de hoy tienen en común rasgos tan esenciales como para permitirnos hablar de una personalidad neurótica de nuestro tiempo?  En vista de que nuestro interés reside en las maneras en que la neurosis afecta la personalidad, el campo de nuestro análisis se concentrará en dos sentidos.

El primero es que al hablar de neurosis nos referiremos a aquellas condiciones que resultan de un insidioso proceso crónico que por lo general comienza en la infancia y llega a afectar sectores más o menos amplios de la personalidad.  En segundo lugar, no nos interesa tanto el cuadro sintomático de las neurosis como los trastornos del carácter, pues las deformaciones de la personalidad constituyen el fondo permanente de las neurosis.  También desde el punto de vista cultural la formación del carácter tiene mayor importancia que los síntomas, dado que es aquel y no estos los que determinan la conducta humana.

Sentadas estas restricciones volvemos a plantearnos nuestra interrogante: ¿Los neuróticos de hoy tienen en común rasgos tan esenciales como para permitirnos hablar de una personalidad neurótica de nuestro tiempo?  Así, al hablar de “personalidad neurótica de nuestro tiempo”, no sólo queremos decir que existen neuróticos con peculiaridades comunes a todos ellos, sino también que estas similitudes básicas son, esencialmente, producto de las dificultades que reinan en nuestro tiempo y en nuestra cultura.  No podemos dejar de advertir que los problemas de un neurótico y los que presenta un individuo medio de nuestro siglo discrepan sólo en intensidad.

En nuestra inmensa mayoría, nos vemos obligados a luchar con problemas de competencia, con temores al fracaso, con el aislamiento emocional, la desconfianza del prójimo y de nosotros mismos.

Las características de la personalidad neurótica de nuestro tiempo presenta cinco grandes rasgos:

Primero: actitudes frente al dar y recibir cariño;

Segundo: actitudes frente a la valoración de sí mismo;

Tercero: actitudes frente al problema de la autoafirmación;

Cuarto: la agresividad;  y

Quinto: la sexualidad.

En cuanto a la primera, uno de los rasgos predominantes de los neuróticos de nuestro tiempo es su excesiva dependencia de la aprobación o del cariño del prójimo.

Todos deseamos ser queridos y sentirnos apreciados, pero en los neuróticos la dependencia del afecto o de la aprobación resulta desmesurada si se la coteja con la importancia real que los demás le conceden en su existencia. Además existe una notable contradicción entre su deseo de recibir cariño y su propia capacidad de sentirlo o de ofrecerlo.  Su desmesurada exigencia de respeto a sus propios requerimientos puede unirse a una falta no menos cabal de consideración por los demás.

La inseguridad  interior, expresada en esa dependencia de los demás, constituye el segundo rasgo que llama la atención al observar al neurótico.  Jamás faltan en él los sentimientos de inferioridad y de inadecuación, que pueden manifestarse en una serie de formas – tal como la idea de incompetencia, de estupidez, de fealdad, etc., que podrán subsistir aunque no posean ningún fundamento en la realidad.

El tercer grupo de actitudes, las que atañen a la autoafirmación, implica inhibiciones manifiestas. Autoafirmación significa imponer las propias pretensiones, sin que esto implique un excesivo afán de avasallar.  En efecto los neuróticos están inhibidos para expresar sus deseos o para pedir algo, para expresar opiniones o críticas justificadas, dar órdenes.  En el cuarto grupo de dificultades, el relativo a la agresividad.  Los trastornos de esta índole se manifiestan de dos maneras distintas:  Una de ellas es la propensión a ser agresivo, dominador y sobremanera exigente, algunos advirtiendo a veces su agresividad y otros que no se percatan de esta actitud.

La segunda de ellas, tales trastornos se acusan de una manera precisamente opuesta, comprobándose una actitud superficial de sentirse con facilidad engañado, dominado, despreciado, tiranizado o humillado.  Además, estas personas no se dan cuenta de que sólo se trata de su propia actitud, más bien están amargamente persuadidas de que todo el mundo se ensaña con ellas tratando de embaucarlas.  Las peculiaridades del quinto grupo las de la esfera sexual, pueden clasificarse en forma somera como deseos compulsivos de tener actividades sexuales, o bien como inhibiciones frente a éstas.  Tales inhibiciones son susceptibles de manifestarse en cualquiera de las etapas conducentes a la satisfacción sexual.

Todo lo anteriormente descrito, todas estas actitudes, por incoherentes que parezcan se hallan estructuralmente relacionadas entre sí. Entonces, para resumir y concluir diremos que: al hablar de personalidad neurótica de nuestro tiempo no sólo queremos decir que existen neuróticos con decir que existen neuróticos con peculiaridades esenciales comunes a todos ellos, sino también que estas similitudes básicas son esencialmente producto de las dificultades que reinan en nuestro tiempo y en nuestra cultura.

NO CASADA DE NUEVO

Por Lida Prypchan

En materia amorosa las minorías – aparentemente – hacen experimentos. La mayoría – también aparentemente – en cambio prefiere aferrarse a las formas del pasado; en cuanto a la idea convencional de matrimonio o a las formas tradicionales de estructura familiar, serán muchísimas las personas que se negarán a prescindir de ellas.

Seguirán buscando la felicidad de sus relaciones de pareja dentro del marco tradicional, basado en el modelo de uniones que se mantendrán “hasta que la muerte los separe”. Sin embargo, a medida que recorran el camino en la maduración de la relación, se verán obligados a innovar, pues las probabilidades de no tener éxito en la consolidación del tradicional modelo elegido pueden llegar a ser abrumadoras.

Estas expectativas están profundamente arraigadas en nuestra cultura occidental.

El amor se define en términos de una noción de desarrollo compartido, es una hermosa red de necesidades complementarias generadoras de satisfacción, seguridad, cariño y ternura. Esta teoría de “desarrollo paralelo” del amor dice que la calidad de las relaciones entre marido y mujer depende del “grado de coincidencia en sus fases, distintas pero comparables de desarrollo o crecimiento personal”.

Pero si el amor es acompañado por un desarrollo personal compartido, y si hemos de calibrar el éxito del matrimonio por el grado de coincidencia de los logros a nivel del crecimiento personal de ambos miembros, tendremos que hacer una firme y fatídica predicción acerca del futuro de la pareja.

Se puede demostrar que, incluso en una sociedad relativamente estable, las probabilidades estadísticas están en contra de la consecución, en cualquier pareja, de este ideal de crecimiento paralelo.

Un escritor estadounidense escribió alguna vez: “Esperar que en las actuales condiciones, un matrimonio dure indefinidamente, es esperar mucho”. Podemos agregar que esperar que el amor dure indefinidamente – hasta que la muerte los separe – podría ser demasiado ambicioso. La transitoriedad y la novedad se han aliado contra él.

Esta incidencia de probabilidades estadísticas innovadoras aliadas contra el éxito del amor explica la elevada proporción de divorcios y separaciones en nuestras sociedades tecnológicas. En realidad algo ha cambiado de manera sensible: el antiguo afán de permanencia.

Millones de hombres y mujeres adoptan hoy día una estrategia que consiste en casarse de la manera convencional, procurar que el proyecto de vida común funcione y cuando los caminos se agrietan más de lo tolerable, simplemente se divorcian o se separan.

Al hacerse las relaciones humanas más transitorias, la búsqueda del amor puede llegar a adquirir un ritmo que hasta podría hacerse frenético. En consecuencia, la gente va optando por el “matrimonio temporal” o “matrimonio en serie”.

El matrimonio en serie – conjunto de sucesivos matrimonios temporales – parece hecho a la medida de la Era de la Transitoriedad, en la que todas las relaciones humanas,  todos los lazos del hombre con el medio son de duración abreviada. Este es el principal modelo de matrimonio del futuro.

Un sociólogo, especialista en estructuras de familia ha dicho: “el matrimonio plural es hoy día más común en nuestra sociedad que en aquellas que permitían la poligamia; la principal diferencia radica en que nosotros hemos institucionalizado el matrimonio plural serial o consecutivo, en vez del simultáneo”.

Esta situación se ha hecho tan común, que un empleado de la IBM refirió una vez, un curioso incidente de una mujer divorciada que, al llenar una solicitud de empleo, hizo una pausa cuando llegó a la casilla correspondiente al estado civil. Mordió el lápiz reflexionó un momento y, por fin, escribió: “no casada de nuevo”.

La idea del matrimonio temporal fue elocuentemente resumida por una revista sueca la cual después de interrogar a sociólogos y juristas acerca del futuro de la relación hombre-mujer presentó sus conclusiones en cinco fotografías. En éstas se veía a la misma linda novia en el momento de cruzar el umbral de su hogar…    en brazos de cinco maridos diferentes.

EL DESEO VS LA COMUNICACIÓN ¿SOLO ES QUÍMICA?

Por Lida Prypchan
Hay una canción muy sabrosa de Frank Quintero llamada “Química”, que describe la sensación compartida entre un hombre y una mujer como un magnetismo. La canción en cuestión dice “es un magnetismo que nos une” pero ¿los une el deseo o la química?

Eso de la química entre dos personas es más antiguo que Matusalén, solo que con el actual destape sexual los cantantes explotan la sexualidad al máximo con miras comerciales. Otros, en lugar de hablar de química presentan el amor como una cuestión de piel, pero yo no diría que se trata de amor sino de deseo, el deseo como una cuestión de piel.

Sin embargo, todavía falta algo, yo lo completaría diciendo que “el deseo es una cuestión de piel que, además, requiere de una relación y de la complicidad entre dos personas, con un cierto grado de compatibilidad o afinidad mental”. Porque pudiese ocurrir que alguien cuya piel nos magnetiza o nos atrae, tiene una personalidad o una manera de ser y pensar que nos hace olvidar o rechazar ese deseo que sentimos.

Es decir, se necesitan dos componentes: el físico (el contacto con la piel, la atracción, las feromonas) y el mental (la relación, la comunicación, la personalidad). La comunicación nos permite admirar o rechazar a alguien, a pesar de que en apariencia nos guste; también nos ofrece pistas para saber si ese individuo es apto para ser nuestro amigo.

Entonces, si estos dos componentes, tanto el físico y como el mental, se unen se puede hablar de deseo realizado; mientras que cuando el aspecto mental del otro nos produce desprecio, rechazo o incomodidad se habla de deseo irrealizado o irrealizable. Es común que muchas sensaciones de deseo quedan a nivel irrealizable, aunque algunos se lanzan a hacer la prueba sin estar seguros de lo que se inspiran mentalmente, por lo que fracasan y no se vuelven a ver. Recuerdan esos encuentros como una situación fría y sin sentido, porque carecían de cercanía en el aspecto mental.

Sin embargo, como los extremos están presentes en casi todo, hay que personas que sitúan en el extremo de asegurar que con la química les basta y les sobra. Por ejemplo, se han descrito casos de mujeres que no requieren de preámbulos para hacer el amor, lo que me parece contradictorio porque biológicamente la mujer es más lenta en su reacción sexual.

El hombre y la mujer no se diferencian marcadamente en cuanto al instinto natural, lo que sucede es que la sociedad establece patrones de represión sobre los instintos femeninos y patrones de libertad sobre los masculinos.

La sociedad impone estos patrones para intentar mantener una aparente estabilidad. La prueba está en que los niños y las niñas no son criados bajo los mismos patrones de educación sexual, porque a las niñas se les inculca la represión sexual con una continua repetición sobre la importancia de la reputación y la decencia. Y a lo mejor, es ésta misma prohibición lo que lleva a tanta gente a probar. En vez de cohibir, creo que lo ideal sería educar sexualmente a una mujer para que ella misma sea libre de tomar decisiones y cuidar de sí misma, así no habría necesidad de cuidarlas tanto.

Por otra parte, continuamente se escuchan canciones que pretenden inculcar la importancia del deseo, con un bombardeo sexual permanente. ¡El bendito monotema en que terminan todas las conversaciones de este mundo: sexo, sexo y más sexo!

Sin embargo, a pesar que existan más posibilidades de expresión y de prácticas sexuales, lo cierto es que han aumentado los índices de frigidez, impotencia, homosexualismo, así como de  infidelidad tanto femenina como masculina. Y cuándo se busca tanto es porque nada, ni nadie  satisface.  Entonces, ¿es esto una prueba de satisfacción o de frustración?

A mí me sorprende el modernismo que estamos viviendo, puesto que para el ser humano es indispensable sentirse querido y apoyado afectivamente, pero ¿por qué el modernismo intenta abolir la relación existente entre amor y sexo? Una mujer puede desear a un hombre pero si al tratarlo concluye que se trata de un idiota en su manera de pensar, o que se trata de esos que son “machos” pero no hombres (se puede ser macho y carecer de hombría); sentirá dentro de sí que ese deseo que sintió en un principio va disminuyendo hasta desaparecer.

Quizás sea un criterio obsoleto pero, para mí, el sexo no debe ser visto como una frivolidad sino que debe estar íntimamente ligado al amor, porque la química no es nada cuando no existen otros elementos que unan a dos seres. Lo ideal es buscar la belleza y la satisfacción de una verdadera unión sexual.

EL SÍNDROME DE ALGUNAS MUJERES CASADAS

Por Lida Prypchan

Ambiente: Un salón. En él hay unos afiches mal pegados en una pared. Es un salón ocupado por unas cuantas mujeres descoloridas y despeinadas con expresión decadente en sus rostros.

En uno que otro afiche se ven mujeres con peinados de extrañas formas geométricas: triangular, rectangular, paralelepípedo y octagonal. Hay en este recinto algunas mujeres de pie y otras que están sentadas. Las primeras tienen una hipertrofia del pabellón auricular, o en otras palabras, un excesivo agrandamiento de los órganos auditivos. Las segundas tienen, más bien desarrollado, el alimento ideal de las que están de pie: un adiestrado órgano de la comunicación verbal.

Hay un hombre, también de pie, demasiado bien vestido, demasiado bien peinado, demasiado parlanchín para la ocasión y el tiempo que lo conocemos.

La descripción anterior se acopla a la intención de mostrar la idiosincrasia de algunas mujeres casadas.

Una de las presentes le dice a otra: “Mi marido es médico. Lo conocí cuando estudiaba el tercer semestre de la carrera. Mientras cursaba el octavo, vino a percatarse de lo maravillosa que yo era. Habiendo comenzado su galanteo, muy sutilmente le dije, llámame cuando te gradúes. En otra oportunidad, en vista de su insistencia, le recomendé que me buscara después de ganarse un premio de la lotería. Muy sinceramente me basaba en una antigua frase de mi madre: el matrimonio es una lotería”.

Otra asistente en la sala, que se encontraba atenta a los comentarios de aquella mujer, agregó: “Mi madre me dejó entrever, que los hombres no eran la maravilla que una mujer esperaría, pero que el matrimonio constituía una verdadera empresa para la mujer que quería hijos y no deseaba trabajar. A mí particularmente, me parece absurdo subestimar al matrimonio como una mera empresa con un fin económico”.

Personalmente en algunas ocasiones, el matrimonio me parece desventajoso para la mujer que trabaja y desea superarse, ya que no sólo debe desempeñarse profesionalmente, sino que tiene muchas  veces que educar a los niños y ocuparse de su consorte como si fuese un niño más en la casa (en caso de no contar con la colaboración de su pareja en las labores cotidianas). Supongo que en algunos de estos aspectos, ha cambiado un número considerable de hombres.

También creo absurda, la posición de las mujeres que repiten incesantemente: “porque mi marido y mi marido…   él es…     y gana tanto…    y piensa de esta manera…”. Observo esta característica, como una demostración de vacío y falta de proyecto personal. Es de alguna manera vivir una vida ajena.” A este tipo de mujeres, yo las llamo “profesionales del matrimonio”.

Son como un caso que conocí, de dos hermanas cuyo padre las incentivó, por no decir las obligó, a aprender inglés, francés, tocar cuatro, maracas y guitarra. Y cada tres meses hacía una fiestecita en su casa y ponía a las pobres hermanitas a cantar hasta el aburrimiento de todos los asistentes. Luego el señor se jactaba de que sus hijas eran un tremendo partido. Yo me preguntaba: ¿es necesario aprender tanto cuatro y tanta maraca, para lavar platos y fregar pisos?

Las profesionales del matrimonio son aquellas que cocinan de maravilla, que se ríen cuando hay que reírse para complacer, que no piensan sino en los éxitos de su esposo, que se quejan del aumento del kilo de papas, que no les gusta leer y que prefieren no pensar mucho.

Esta última característica es uno de los pocos rasgos de inteligencia que tienen…   pero es un rasgo que se les presenta no por convicción, ni después de un profundo análisis de la forma en que hay que tomar la vida, sino por conformismo.

Entre ellas hay mujeres que antes de casarse eran unas y después de casarse se convierten en otras personas distintas. Es como si se creyesen más importantes. Y la importancia que sienten no es propia, sino que depende de con quién se casen.

Esta constelación de características con que se tipifican, es el síndrome de la mujer casada.

GRANDE ENTRE LOS GRANDES

Por Lida Prypchan

“No hay nada más insoportable que las mujeres que se creen irresistibles y los hombres que se creen geniales”
Alguien sumamente inteligente

 

Muy buenas tardes, chicos y chicas, yo soy su nuevo profesor de Parapsicología. He hecho profundos estudios sobre los secretos del hombre y he llegado a la conclusión que, más secretos que yo no tiene nadie (risas), disculpen pero esta forma jocosa de expresarme la aprendí en Bulgaria, cuando hacía mi post-grade ad honorem y sin permisum, del genial profesor, y por cierto gran amigo mío, el doctor en Patafísica Enrollada: Van Musschenbroek, quien inventó el juego de la botella y otras genialidades difíciles de comprender por ustedes.

Ante todo debo decirles mi nombre, es muy posible que lo hayan escuchado antes; yo me llamo Yoco Yokohama Yucumani. No soy de otro lugar sino de aquí. Mi nombre se presta a confusión. Lo que pasa, es que mi madre conoció a mi padre cuando pasaba por un río de Venezuela llamado Yoco, luego, al casarse, pasaron su luna de miel en el puerto principal del Japón llamado Yukohama, de ahí partieron hacia el Perú y en el volcán Yucumani , mi madre dio a luz y me tuvo a mí.

Ya de muy niño comencé a hacer estudios experimentales, cuidado si no llegué a hacer alguno dentro del vientre materno que me contenía, yo allí tan aburrido y consciente de mi tremenda capacidad, sacaba porcentajes de pérdida de liquido amniótico, aumento de peso materno, evaluación  de ingesta de medicamentos que traspasasen la barrera placentaria, el tipo de placenta de mi madre y hasta llegué a mantener conversaciones telepáticas con ella.

Mi madre me cuenta que yo nací en posición de pensador. Salí muerto de la risa y le dije: “Mami, una cosa tan simple como un parto y ahora con esos métodos psicoprofilácticos, cómo es que te tardaste tanto, ya yo estaba aburrido, quería anotar un pensamiento y tú no hacías más que intentar expulsarme hacia el exterior. Te ruego no intentes quitarme mi privacidad, tengo grandes compromisos por cumplir;  además, has debido consultarme antes si yo quería nacer un día como hoy, recuerda que mi destino es pasar a la historia”.

Mi madre, lamentablemente, murió de cáncer, desafortunadamente no tuve suficiente tiempo para dedicarme a descubrir la causa de esta enfermedad. Mi padre también falleció, la verdad es que no acierto a recordar de qué, y no piensen que es maldad de mi parte, claro que no; me sucede que tengo tantas ideas en mi cerebro que casi he perdido la memoria pasada y creo que también la reciente…

Al cabo de un tiempo, sus alumnos decidieron pedirle que renunciara, porque ni les daba clases ni ellos entendían a cuenta de qué demostraba tantas pretensiones. El profesor después de escucharlos y reírse un buen rato les contestó: “Oigan bien chicos y chicas, ustedes no saben ni la cuarta parte de la mitad de los tres octavos de lo que yo sé. Yo, después que se inventó la suma, fui el primero que se atrevió a decir que dos más dos eran cuatro, ¡eso tiene mérito! Yo resolví el primer despeje de ecuaciones y eso que no soy matemático, y en el campo de la Parapsicología tengo postgrado en lectura de cigarrillos, lectura de pies y manos, lectura de cartas, lectura de fotos y transmisión de pensamientos”.

Su esposa Nataly sólo tenía un tema de conversación, bueno, quizás dos:

El primero, Yoco, y el segundo, su irresistibilidad. Cuando hablaba de Yoco decía: “es que Yoco es tan inteligente. Practica natación, tenis, baila break dance, canta como Wilfrido Vargas, hace poco se compró un telescopio, descubrió los puntos negros, sabe hablar papiamento al revés, se comunica con los muertos, se ríe de los vivos, almuerza con los sabios, juega con los niños, esquía con los pies desnudos, pinta a distancia, está haciendo un curso por correspondencia de corte y costura y habla hasta por los codos. Con razón – decía Nataly – me escogió a mí, él siempre me dijo que yo era irresistible, pero un poco insoportable”.