LA PERSONALIDAD

Por Lida Prypchan

La personalidad es el conjunto de características de una persona que determinan en qué forma reaccionará ante las situaciones a lo largo de su vida. También se le designa como temperamento o carácter. No es evaluando los  rasgos favorables y/o los desfavorables los que determinan que un individuo tenga más o menos personalidad.

En tiempos de los romanos los actores de teatro usaban unas máscaras llamadas por ellos “personae” que simbolizaba el personaje que les tocaba representar. De ahí deriva la palabra personalidad.

Cada individuo tiene características propias, su desarrollo a lo largo de su vida eso es lo que conforma su personalidad. Hay que agregarle las tendencias heredadas y las modificaciones que imprime la experiencia. Es un proceso circular: según nuestra constitución física, herencia y temperamento interpretamos  de una o de otra forma las experiencias que vivimos y reaccionamos ante ellas, y estas experiencias a su vez modifican nuestra personalidad.

Se conoce a Freud como el hombre que se aventuró, a finales del siglo XIX, científicamente con el estudio del desarrollo de la personalidad. Él distinguía en la mente del hombre tres niveles primordiales: el Id (lo instintivo y su satisfacción), el Ego (poner en práctica lo decidido) y el Superego (conciencia, enseñanzas familiares, principios, el freno). Según Freud en una persona sana estos tres niveles debían actuar en equilibrio, armoniosamente.

Sin embargo Alfred Adler, uno de los discípulos de Freud que luego formó su propia escuela, formulaba que más acertado para explicar el desarrollo de la personalidad era el esfuerzo por la superación y la conciencia de sí mismo como individuo.

Él se refería a la compensación: si yo soy un individuo que no sé bailar y esto me hace sentir inferior a los demás, yo me adaptaré compensando esto siendo el mejor bailarín o el mejor estudiante del colegio o entrenándome en el canto de una manera que me supere. De Adler proviene, pues, el concepto del complejo de inferioridad.

Sin embargo, tanto Freud como Adler estaban de acuerdo en la importancia de la influencia de la infancia en el desarrollo de la personalidad y, por supuesto, de las normas que rigen la sociedad en que el individuo se desenvuelve.