ANATOMIA Y SOCIOLOGÍA

Por Lida Prypchan

Se conocieron en la Universidad. Él estudiaba Sociología de la Vergüenza y ella Anatomía de la Moral, y sin vergüenza ni moral sus anatomías se unieron para desechar la sociología. El objetivo de él era demostrarle a la humanidad que la sociología debía ser exterminada porque sus conclusiones nadie las escuchaba y mucho menos les prestaban atención.

Ella, por otro lado, pretendía demostrar que la Anatomía era una ciencia mucho más interesante, pura y sincera que la moral que tantos disfraces de honorabilidad tenía.

Mientras él la examinaba en Anatomía, ella lo incitaba y lo alentaba en sus ansias de destrucción sociológica. Tal fue esa fusión que él terminó graduado en Anatomía y ella resultó ser la máxima expresión de la destrucción social. Sus padres llenos de vergüenza la fueron matando suavemente con su canción.

A ella se le pusieron los nervios de punta, brotándole de la piel, al punto que era imposible tocarla. La llevaron al médico quien le diagnosticó una gravísima enfermedad: “culpitis aguda”. Era una enfermedad tan común como decir que todos la sufrimos, unos de manera latente e insospechada, otros al tanto del asunto. Dicen que comienza con el nacimiento. Ya, a partir de ese momento sentimos el peso de un crimen no cometido que nos persigue sin cesar. El resto, sucede por añadidura. Por miles y diversos mecanismos una observa su aislamiento por medio de la culpa. Es el estigma imborrable, inentendible e inevitable.

Ella nunca se recuperó de esa enfermedad porque dicho padecimiento tiene la particular y desagradable característica que una vez declarado el período agudo se convierte en crónico sin distinción de clase social o raza.

Socialmente cada cosa tiene su slogan y cada slogan tiene su cancioncita. Ella tuvo que morir rodeada de canciones aburridas y repetitivas que las sentía como alfileres que le clavaban en las sienes. Y fue así como murió.

Él, una vez graduado en Anatomía cayó en el hastío. Quiso reparar su hastío con placer y se olvidó que todo placer muere cuando se repite demasiado.

Se dedicó a la arqueología y en sus ratos libres visitaba cementerios. Inconscientemente buscaba la muerte. No se había percatado que la muerte y él habían comenzado una caminata desde extremos opuestos y tarde o temprano se tropezarían. Desde que ella había muerto él desafiaba la muerte.

Un día paseando por un cementerio encontró su tumba, cuya lápida rezaba: “Aquí está ella, la estudiante de Anatomía de la Moral quien se enamoró y unió a un estudiante de Sociología de la Vergüenza, quien la llevó a la tumba”…       él se arrancó el corazón y al lado de ella lo encontraron muerto al día siguiente.

La tumba decía: “Este fue un amor negro, un humor ciego”.

UN SENTIMIENTO INJUSTIFICADO

Por Lida Prypchan

La envidia es la peor de las pasiones. El envidioso no es frontal. Ante las calumnias de los envidiosos la gente suele encolerizarse, lo mejor es pensar que la envidia incluye reconocerse inferior, ser sombra de algo o de alguien, encontrarse en desventaja. Hasta podríamos inferir que debe ser muy triste no generar envidia.

Creo que a mayor superación personal, menos probabilidades hay de sentir envidia y, más probabilidades de admirar las capacidades ajenas: el hombre grande huele, presiente o intuye lo grande.

La calidad humana impregna todas las acciones de la vida. Quien sólo tiene vileza en su interior sólo puede dar en retorno lo mismo. Por más que la disimule ella contamina su forma de mirar, también el logro de sus objetivos.

Entre W. A. Mozart y Antonio Salieri existía la típica relación envidiado-envidioso. El primero era un genio infantil: obraba con la inconsciencia, la rebeldía de un niño, desconocía  las trabas mentales de los seres viles; Salieri en vez de dedicarse a su trabajo, se obsesionó con Mozart, se comparaba contantemente con él y se aliaba con otros para entorpecer su camino; hasta llegó a aprovecharse de su enfermedad y pobreza para matarlo con un Réquiem, que a mi juicio es lo mejor de su obra.

Pero también su envidia lo condujo a la mediocridad, al sufrimiento y a la locura, que no era locura sino complejo de culpa. Lo mató  su conciencia. La envidia es una pasión tan oculta, tan irracional, que por más que se trate de esconder siempre surge.

Por haber sido víctima de un envidioso, voy a relatarles mi experiencia.

Las circunstancias nos reunieron. No me lo explicaba, pero yo sentía que él rabiaba al escuchar mi voz, pero no se atrevía  a intervenir. Al cabo de un tiempo empezó  a crear descontento a mí alrededor. A partir de ese momento, no hice más que evitarlo.

Su mirada se tornó recelosa. En cada uno de mis actos veía una canallada. En una oportunidad, llegó a hacerse amigo de la mujer que sería mi suegra, para desvirtuar en ella mi imagen. Desde entonces, esa señora pasó a la historia de mi vida, junto a su hijo.

Lamenté esa pérdida: él era saxofonista y me llevaba serenatas a la luz de la luna, yo quedaba extasiada ante las melodías que brotaban de ese instrumento;  fue precisamente él, quien me estimuló para aprender a tocar las maracas. Al cabo de unos de meses de iniciar nuestra relación, habíamos formado un conjunto musical cuyo nombre era: “Amor, Rock y Maracas”.

Después de separarnos yo soñaba con dar conciertos y, pensaba incluir algunas de las canciones que juntos habíamos compuesto, como por ejemplo: “Si no se hubiese interpuesto tu madre” y, otra muy linda, “No discutamos”. Estas canciones dan prueba de la turbulencia de nuestro amor.

Fue mejor que ese romance terminara, yo no podía continuar tocando las maracas… me interrumpían mis estudios, no me dejaban escribir, ni leer. ¿Y qué mortal se puede ganar la vida tocando maracas?  El joven envidioso hizo lo imposible por sacarme de quicio y a mí, mientras tanto, me preocupa mucho su salud mental, porque de tanto convivir con pacientes psiquiátricos, he aprendido a simular cordura, aún en mis momentos de mayor locura.

¿INTROVERTIDO O EXTROVERTIDO?

Por Lida Prypchan

Existen muchas clasificaciones para agrupar los tipos de seres humanos que pueblan nuestro planeta, una de esas clasificaciones es: introvertidos y extrovertidos. En la práctica, esta clasificación podría ser ambigua y poco práctica, ya que las personas son introvertidas y extrovertidas a la vez, sólo que es un proceso alternante: la clasificación cobra su mayor importancia cuando la analizamos según la frecuencia de presentación de la introversión o la extroversión.

Si un individuo es la mayor parte de su tiempo introvertido, se le encajona con la denominación de introvertido y, si se comporta totalmente diferente se le estigmatiza definiéndolo como extrovertido. Sin embargo, he conocido a fondo a varios individuos que representan los estados intermedios de personalidad.

Son introvertidos, aparentando ser extrovertidos. Son simpáticos, sociables y a la vez, es tal su “reserva” o su “cuidado” que en el fondo son unos perfectos introvertidos. Para mí, es introvertido, aquel individuo que no comparte su vivencia interior con otros.

Pero lo cierto, es que se puede ser introvertido con la humanidad entera y, ser totalmente extrovertido con una sola persona en el mundo. Así vemos mujeres, que sólo logran compartir su vivencia interior con su madre, o con su esposo, y con más nadie en el mundo. También es cierto, que la vida la volvemos a veces, una división en compartimientos.

Compartimos unas cosas con algunas personas y, otras con personas distintas. Tenemos compañeros de trabajo, compañeros de estudio, compañeros de baile, con algunos de ellos peleamos, con otros hacemos el amor, con otros practicamos un idioma, con otros compartimos unos tragos. Es necesario reconocer que, es imposible compartirlo todo con un solo ser en el mundo.

Nos hacen falta otros muchos seres que compartan con nosotros otras actividades y funciones de la vida. Por ello, las relaciones amorosas entre personas que quieren absorberse y encarcelarse mutuamente, terminan tan pronto y tan mal, habiendo comenzado de la mejor manera. Hasta que después de muchas rupturas y, sufrimientos e incertidumbres, se dan cuenta que es necesario dejar respirar al otro, para poder amar y recibir amor recíprocamente, y no quejas y desaciertos.

La introversión influye mucho en las relaciones amorosas. Yo pienso, que el introvertido, tiene más problemas porque internaliza el amor, en muchas ocasiones es incapaz de expresar lo bello y, lo feo que le inspiramos. Siente él solo, el sentimiento lo consume. Deja una conclusión: satisfacción o frustración. Luego, al pasar los días, llega un momento límite y, posteriormente explota y todo aquello que nunca fue capaz de decir, lo dice en dos o tres horas, en estado ansioso, colérico, incontenible, llorando o disfrazado de ironía. ¡Mil formas!

Es sencillo deducir, pues, que los problemas residen en este caso en la mala comunicación. Las personas hablan de trivialidades, se ahogan en la superficialidad, en una aparente felicidad, muchas veces ni escuchan cuando les hablan. También aquí, podemos incluir la introversión y la extroversión, pero ahora vamos a emplear sus sinónimos: alteración y ensimismamiento. Son dos términos creados por el filósofo español, formado en Alemania, José Ortega y Gasset.

Vivir siempre hacia afuera, desparramado, atento a esto, a aquello y a lo de más allá, esto es ser extrovertido o alterado. Pero el hombre tiene la posibilidad contraria, que es encerrarse en sí mismo y buscar en su propia intimidad, para saber de sí y encontrar su última verdad; esa verdad que tal vez detesta o trata de esquivar.

El ensimismado, consigue desprenderse de las cosas, busca ser más genuino, se sorprende de su conducta, se ve a sí mismo como un desconocido… y va, de este modo, poco a poco conociéndose, sopesando su andadura, aprendiendo a conocer todo lo que ocurre a su alrededor. Pero el hombre es un ser destinado a la acción. Y, precisamente, la extroversión o su sinónimo, la alteración, significa alter (otro) y acción.

Es lógico entonces preguntarse: ¿Cómo compaginar esta aparente incongruencia? Sencillamente teniendo en cuenta que el ensimismamiento, el camino de la introversión va seguido de una etapa de actividad práctica, de poner en obra, aquello que serenamente se ha ido elaborando en el sosiego del reposo interior.

El ensimismamiento lleva a la soledad. Y la angustia lleva al desamparo. El desamparo es una provincia muy cercana a la soledad. Y es sólo en la soledad, desde donde el hombre puede pensar en reconstruir su existencia, alejado del bullicio y de la tentación de esquivar su propio ser, para ocuparse de lo que pasa en la vida de los demás, huyendo de sí mismo. En el ensimismamiento, el hombre se desnuda y queda frente a frente consigo mismo.

La soledad hace que tomemos conciencia de que somos intransferibles. La angustia, que puede estar presente o no, en la soledad (hay soledades placenteras), vivimos la soledad, con unas notas especialmente agonizantes, como algo tenebroso que se aproxima y, flota a nuestro alrededor, hasta llegar a envolvernos con su neblina. En la angustia, el hombre se siente irremediablemente solo. En la angustia, el hombre vive el desamparo, la soledad más radical y última de todas las posibles soledades.

Parece que hoy todo está montado para que el hombre no piense, para que no reflexione, para que participe de una manada amorfa que se altera por los continuos estímulos de la sociedad moderna, que de mil modos, le piden atención para distintas y variadas cosas. Es la dispersión. Es el afán de novedad trivializada. De aquí, a vivir una vida anónima, no hay más que un paso.

Así, el hombre se va poniendo cada vez más fuera de sí mismo. Y esta forma de vida, fuera de sí mismo, no hace sino conseguir una aproximación a la forma de vida animal, haciendo descender al hombre y caer en la animalidad. El ensimismamiento, no sólo consigue lo contrario, sino que además, a medida que hay más espíritu en la naturaleza humana, hay más posibilidades de angustia. A más espíritu, más angustia. Por eso las bestias no sufren de angustia y, lamentablemente, existen seres humanos que tildarlos de bestias sería un insulto a la especie animal.

LA PEOR DE LAS PASIONES

Por Lida Prypchan

La envidia es la peor de las pasiones. El envidioso no es frontal. Ante las calumnias de los envidiosos la gente suele encolerizarse, lo mejor es pensar que la envidia incluye reconocerse inferior, ser sombra de algo o de alguien, encontrarse en desventaja. Hasta podríamos inferir que debe ser muy triste no generar envidia.

Creo que a mayor superación personal, menos probabilidades hay de sentir envidia y, más probabilidades de admirar las capacidades ajenas: el hombre grande huele, presiente o intuye lo grande.

La calidad humana impregna todas las acciones de la vida. Quien sólo tiene vileza en su interior sólo puede dar en retorno lo mismo. Por más que la disimule ella contamina su forma de mirar, también el logro de sus objetivos.

Entre W. A. Mozart y Antonio Salieri existía la típica relación envidiado-envidioso. El primero era un genio infantil: obraba con la inconsciencia, la rebeldía de un niño, desconocía  las trabas mentales de los seres viles; Salieri en vez de dedicarse a su trabajo, se obsesionó con Mozart, se comparaba contantemente con él y se aliaba con otros para entorpecer su camino; hasta llegó a aprovecharse de su enfermedad y pobreza para matarlo con un Réquiem, que a mi juicio es lo mejor de su obra.

Pero también su envidia lo condujo a la mediocridad, al sufrimiento y a la locura, que no era locura sino complejo de culpa. Lo mató  su conciencia. La envidia es una pasión tan oculta, tan irracional, que por más que se trate de esconder siempre surge.

Por haber sido víctima de un envidioso, voy a relatarles mi experiencia.

Las circunstancias nos reunieron. No me lo explicaba, pero yo sentía que él rabiaba al escuchar mi voz, pero no se atrevía  a intervenir. Al cabo de un tiempo empezó  a crear descontento a mí alrededor. A partir de ese momento, no hice más que evitarlo.

Su mirada se tornó recelosa. En cada uno de mis actos veía una canallada. En una oportunidad, llegó a hacerse amigo de la mujer que sería mi suegra, para desvirtuar en ella mi imagen. Desde entonces, esa señora pasó a la historia de mi vida, junto a su hijo.

Lamenté esa pérdida: él era saxofonista y me llevaba serenatas a la luz de la luna, yo quedaba extasiada ante las melodías que brotaban de ese instrumento;  fue precisamente él, quien me estimuló para aprender a tocar las maracas. Al cabo de unos de meses de iniciar nuestra relación, habíamos formado un conjunto musical cuyo nombre era: “Amor, Rock y Maracas”.

Después de separarnos yo soñaba con dar conciertos y, pensaba incluir algunas de las canciones que juntos habíamos compuesto, como por ejemplo: “Si no se hubiese interpuesto tu madre” y, otra muy linda, “No discutamos”. Estas canciones dan prueba de la turbulencia de nuestro amor.

Fue mejor que ese romance terminara, yo no podía continuar tocando las maracas… me interrumpían mis estudios, no me dejaban escribir, ni leer. ¿Y qué mortal se puede ganar la vida tocando maracas?  El joven envidioso hizo lo imposible por sacarme de quicio y a mí, mientras tanto, me preocupa mucho su salud mental, porque de tanto convivir con pacientes psiquiátricos, he aprendido a simular cordura, aún en mis momentos de mayor locura.

AMOR NEGRO, HUMOR CIEGO

Por Lida Prypchan

Se conocieron en la Universidad. Él estudiaba Sociología de la Vergüenza y ella Anatomía de la Moral, y sin vergüenza ni moral sus anatomías se unieron para desechar la sociología. El objetivo de él era demostrarle a la humanidad que la sociología debía ser exterminada porque sus conclusiones nadie las escuchaba y mucho menos les prestaban atención.

Ella, por otro lado, pretendía demostrar que la Anatomía era una ciencia mucho más interesante, pura y sincera que la moral que tantos disfraces de honorabilidad tenía.

Mientras él la examinaba en Anatomía, ella lo incitaba y lo alentaba en sus ansias de destrucción sociológica. Tal fue esa fusión que él terminó graduado en Anatomía y ella resultó ser la máxima expresión de la destrucción social. Sus padres llenos de vergüenza la fueron matando suavemente con su canción.

A ella se le pusieron los nervios de punta, brotándole de la piel, al punto que era imposible tocarla. La llevaron al médico quien le diagnosticó una gravísima enfermedad: “culpitis aguda”. Era una enfermedad tan común como decir que todos la sufrimos, unos de manera latente e insospechada, otros al tanto del asunto. Dicen que comienza con el nacimiento. Ya, a partir de ese momento sentimos el peso de un crimen no cometido que nos persigue sin cesar. El resto, sucede por añadidura. Por miles y diversos mecanismos una observa su aislamiento por medio de la culpa. Es el estigma imborrable, inentendible e inevitable.

Ella nunca se recuperó de esa enfermedad porque dicho padecimiento tiene la particular y desagradable característica que una vez declarado el período agudo se convierte en crónico sin distinción de clase social o raza.

Socialmente cada cosa tiene su slogan y cada slogan tiene su cancioncita. Ella tuvo que morir rodeada de canciones aburridas y repetitivas que las sentía como alfileres que le clavaban en las sienes. Y fue así como murió.

Él, una vez graduado en Anatomía cayó en el hastío. Quiso reparar su hastío con placer y se olvidó que todo placer muere cuando se repite demasiado.

Se dedicó a la arqueología y en sus ratos libres visitaba cementerios. Inconscientemente buscaba la muerte. No se había percatado que la muerte y él habían comenzado una caminata desde extremos opuestos y tarde o temprano se tropezarían. Desde que ella había muerto él desafiaba la muerte.

Un día paseando por un cementerio encontró su tumba, cuya lápida rezaba: “Aquí está ella, la estudiante de Anatomía de la Moral quien se enamoró y unió a un estudiante de Sociología de la Vergüenza, quien la llevó a la tumba”…       él se arrancó el corazón y al lado de ella lo encontraron muerto al día siguiente.

La tumba decía: “Este fue un amor negro, un humor ciego”.

LA LEY DE LAS CONTRADICCIONES

Por Lida Prypchan

– Es una contradicción más – pensó Irene. Se acababa de graduar de historiadora y la única conclusión que había extraído, tras cinco años de estudios, era que la historia se contradecía una y otra vez.

– Es que, – continuaba Irene distraída – el solo hecho de estudiar historia para llegar a esta pobre conclusión es, de por sí, una grave contradicción. Estudiar cómo la irracionalidad de los hombres ha cambiado el rumbo de la historia, para luego enfrentarte a la razón que nos ha inculcado la sociedad, es una loca contradicción.

Al cabo de media hora Irene se estaba riendo sola y mientras reía, había descubierto una nueva contradicción tan inexplicable como las anteriores. Porque darse cuenta del absurdo de la historia y reírse de eso, era una contradicción. Encendió un cigarrillo, se recostó y cerró los ojos. En ese momento volvió a su niñez, visualizando todas las contradicciones de los adultos, todas las contradicciones de la vida y entonces llegó a una nueva conclusión: “La vida se rige por una ley, la Ley de las Contradicciones”.

En primer lugar está el nacimiento, el arribo a la vida, pero ¿por qué los seres humanos al nacer, en vez de reír, lloramos? Si solo hay dos posibilidades de existencia, la vida o la nada. En este sentido, la nada significaría no existir y su contrario sería la vida. Ante estas dos posibilidades, indudablemente, es preferible la vida. Aunque sufres, también gozas.

Si bien la vida no es la maravilla que le hacemos creer a los niños, tampoco es la porquería que nos hacen creer los escépticos, porque la vida es un equilibrio o, mejor dicho, una lucha entre constantes fuerzas contrarias, el bien y el mal, lo feo y lo bello, lo justo y lo injusto, el amor y el odio. Entonces, parece que la vida también es una contradicción, puesto que, para mantener el equilibrio se necesitan las contradicciones.

En segundo lugar está la educación de los hijos, ya que resulta contradictorio que siendo más fácil construir edificios y más difícil educar a un niño, no existan universidades para aprender a ser padres o madres pero si universidades para ser ingenieros o abogados.

Vemos día tras día como trágicamente una mala educación se traduce en adultos con problemas y sin embargo, nos quedamos de brazos cruzados. De esta contradicción se puede deducir otra, que tal vez, sea su consecuencia y se trata de cómo nos enseñan a enfrentar la vida.

La vida nos la pintan color rosa, en la cual supuestamente sólo existe bondad y belleza; no nos permiten observar por mucho tiempo la realidad palpitante de la calle. Y de pronto, cuando crecemos, vemos la realidad tal cual es y nos desilusionamos.

Los padres deberían educarnos para la vida, con todos sus componentes, tanto positivos como negativos, para poder aprender a enfrentarnos con criterio con todo aquello que nos rodea y no soltarnos sin herramientas, haciéndonos sentir indefensos. Deberían enseñarnos que lo único que poseemos es lo que llevamos interiormente y que no lo vamos a conseguir afuera. Enseñarnos a aceptarnos y poder mostrarnos sin miedo, así, tal cual somos.

Enseñarnos que la felicidad, aunque momentánea, es un estado de ánimo y no un premio de la lotería. Enseñarnos a guiar nuestro pensamiento hacia lo positivo para lograr nuestros propósitos, así como las ventajas de ser comunicativo y no inculcarnos que es mejor guardar silencio.

En tercer lugar, cuando somos jóvenes creemos en todo y en todos, pero cuando envejecemos nos convertimos en seres escépticos. Esto no sólo es contradictorio, sino también inútil, ¿de qué nos sirve creer tanto de jóvenes, si no sabemos nada? y ¿de qué nos sirve no creer en nada de viejos, si sabemos tanto?

En cuarto lugar, al terminar bachillerato, cuando de casualidad sabemos sumar y no nos hemos aprendido muy bien la tabla de multiplicar del siete y del nueve, nos exigen que con apenas diecisiete o dieciocho años, escojamos la carrera universitaria que cambiará el curso de nuestras vidas. Y si alegamos que nos sentimos indecisos, pues nos proponen salir a la calle a buscar trabajo, sin poder responder a la pregunta ¿qué sabe hacer usted?

También suele ocurrir que, ante la confusión, nos llevan a un psicólogo para que nos equilibre y, de paso, nos someta a un test de ochenta horas, que nos indicará para qué servimos. Por ejemplo: podría resultar que servimos para soportar malos olores y ver a los seres humanos como números, o que tenemos gran facilidad para decir mentiras, o que poseemos las habilidades necesarias para construir edificios sin base. Pero jamás nos dirán que nacimos para ser artistas o filósofos.

En quinto lugar, la universidad pasará a ser el recinto de las máximas contradicciones, primordialmente porque es guiada con fines políticos, cuando debería ser guiada con fines educativos. Allí, no son los sabios quienes dan la última palabra sino los políticos. Por otro lado, en la universidad hay muchos profesores que buscan hacer más complicadas las materias a los estudiantes en lugar de facilitarles el aprendizaje con mejores explicaciones. De igual forma, otros profesores hacen parecer todo muy sencillo en las clases y al momento del examen pretenden exigir conocimientos, planteamientos, formulas y ecuaciones que uno nunca había visto.

También puede ocurrir que uno sale de un examen creyéndose aplazado y luego resulta que sacaste una excelente calificación; o al contrario, piensas que saliste bien y sacas una calificación deficiente.

Otra gran contradicción universitaria es la dirigencia estudiantil, donde es común que los peores estudiantes guíen a los mejores estudiantes.

Y casi paso por alto otra importante contradicción, los exámenes de selección múltiple, al parecer, este tipo de pruebas hay que responderlas aleatoriamente, marcando aquellas que parecen menos probables. Aquí cabría mencionar la frase de Oscar Wilde “los tontos hacen preguntas que los inteligentes no saben responder”.

Y para finalizar, en sexto lugar, hay que mencionar la amistad, ya que a veces sucede que aquellos que quieres que sean tus amigos no lo son y viceversa. Otras veces, en cambio, pasa que cuando aprecias mucho a un amigo no te sabe valorar, pero cuando se gana tu indiferencia corre tras tu amistad.

Del amor no puedo hablar, porque el amor es una fuerza inexplicable y sería una contradicción decir que el amor es una contradicción. En todo caso, si se trata de una contradicción pues ¡que vivan las contradicciones!

FUGANDONOS

Por Lida Prypchan

“Deja a los hombres en las manos del ocio y los conocerás”

Vivimos una vida a medias. Al principio este detalle nos pasa desapercibido. La ambigüedad y la indecisión nos distraen por un buen número de años. A otros la indecisión les ha distraído durante toda la vida. En el primer caso, se trata de una indecisión silente, que se traduce en quemar noches y más noches de insomnio pensando qué quiere uno en la vida.

Esa es la pregunta básica del hombre porque las demás no tienen respuesta. La vida es una enmarañada incógnita que se desarrolla en un sitio llamado Tierra, habitada por hombres ciegos que profesan una gran fe. Una vez aquí, en este espectáculo de caras y disfraces, empezamos a amar la vida y a acomodarnos según las circunstancias, las experiencias y las lecciones.

Todo nos lo entregan racionado: un poquito de cada cosa. Con la particularidad de entregárnoslo de manera continua y hasta progresiva. Somos computadoras con sentimientos incorporados. El verdadero significado de nuestras vidas, el qué hacer más relevante, lo determina cada quien; luego, lo que queda, depende de nuestra capacidad de riesgo, el aguante ante las frustraciones y de un juego de dados llamado destino. Haciendo lo que una ama se vive satisfecha, pero hay que pagar un precio.

La vida es un parque de distracciones. Tenemos un horario y un oficio, que en el mejor de los casos, nosotros escogemos. Es casi un plan predeterminado eso llamado trabajo, hasta tanto se decida dejar al hombre en manos del ocio para conocerlo.

El mundo pasaría de ser un parque de distracciones a ser un escenario de espectáculos, donde cada quien tendría que mostrar el producto de su ocio, de su soledad. Ahí, sin trabajo ni obligaciones, veríamos a qué se dedica cada quien, sobre todo, cómo resuelve su vida de relaciones con las demás personas.

Tanto que nos quejamos de las ocupaciones, del trabajo, del cansancio y no queremos reconocer que es nuestra barca de huida. Rehuimos la vida porque es muy complicada de entender. Nos resulta más fácil mandar cohetes a la luna y resolver problemas intrincados de materias abstractas, que hacer frente – sin frustrarnos – a las simplicidades de la vida. Esta simplicidad en la práctica, resulta demasiado complicada, lo cual obliga al hombre a escoger, cómo va a huir de tanta simplicidad impelente.

Unos ahogan sus penas en el alcohol y la fornicación, otros, en libros y conferencias y, hay un tercer grupo que se distrae con ambas cosas a medias, sin demasiado interés; quizás los miembros de este tercer grupo son los más prácticos y desilusionados o quizás, los más conformistas, porque la vida establece extremismo en la perseverancia, para colocarnos en algún lugar que nos caracterice y distinga.

Quienes se distraen con libros e ideas, se engañan pensando que van en busca de la verdad, siendo la esfera intelectual del hombre un simple juego de niños instintivos, por eso el intelectual tiende a convertirse en niño, más tarde en imbécil y por último en lunático y bestia. En fin, es mucho más fácil ser niño, imbécil o lunático, que ser un adulto armonioso. Esto es mucho más fácil que vivir integralmente.

El trabajo vendría a ser la anestesia que nos proporciona la sociedad, para olvidar nuestra deplorable insuficiencia en el arte de vivir.

Y si me creen una pesimista, les invito a abandonarse en las manos del ocio y a responderse las siguientes preguntas:

  • ¿He logrado la armonía?
  • ¿He logrado vivir integralmente?

PALABRAS DE SABIO

Por Lida Prypchan

Me condujeron a la casa de un sabio. Lo primero que vi, además de él, fue un grande y hermoso salón en penumbras.

Concluido el protocolo de las presentaciones de rigor y pasado un rato, comenzamos a conversar sobre la Cábala, los estudios de Papus sobre el Tarot, la Numerología, su experiencia con los Caballeros de la Mesa Redonda, la relación entre Gengis Khan y el I Ching, su increíble sueño con un partido de ajedrez infinito y algo muy especial: el Libro Negro (Antiguo Grimorio) en el cual aparece una receta “Para hacernos amar locamente por una persona y conservar el afecto indefinidamente”.

Noté que no habló de sí mismo. Tampoco habló en demasía, pero…  me hablaban sus ojos negros. Días después, durante una nueva visita, dirigiendo su expresiva mirada hacia mí, dijo:

Lo que le sucede a usted es que vive fantasías y escribe realidades… debería ser al contrario: escribir fantasías y vivir realidades. De lograrlo sería un poco más feliz, sin tantos pensamientos, sin tantos porqués. Para ello debería aprender a pensar diferente en unos casos, pensar menos en otros y no pensar en absoluto en otros más. Derrocha usted palabras. Quédese quieta, callada, no opine si no le preguntan, deje que el silencio (origen de todas las cosas) le indique el camino a seguir”.

Desde entonces, a veces pienso en sus palabras. Era verdad, pero ese no era el problema. Admiro a esos seres que a ratos pueden ser locos y a ratos cuerdos. Compadezco a los que como yo, tienen un tercer estado: el resultante de unir la cordura con la demencia, la lógica con la fantasía, para ser más exactos un fenómeno ambivalente y contradictorio, una batalla campal entre mis sueños en vigilia y mi más cruda realidad.

O como decía Clemen Freites (comerciante afortunado, que dejó todo por dedicarse al mar y es ahora un rico magnate): “Para vivir es necesario debatirse entre la demencia y la cordura”.

En referencia a las personas como yo, la Cábala presagia: “Dice una antigua leyenda, que ustedes son ‘profetas en tierra extraña’, quiere decir, buenos orientadores en lo que respecta a las actividades de los demás, pero inconsistentes en el consejo al tratarse de las propias. Pueden esperarse, por lo tanto, dos clases de fama: una,  por lo que hace en bien de los otros, y otra, por lo que hace en mal de sí mismo.”

También nos dice la Cábala: “Hay una palabra de suma importancia en sus vidas y puede convertirse en su mayor virtud, complementando lo que posee, depurando lo que le sobra y substituyendo lo que le falta: la palabra es PREVISIÓN, y al incorporarla a su cotidianidad, puede hacerle fácil lo difícil, placentero lo penoso y útil lo inservible”.

TRES FUENTES DE CONOCIMIENTO

Por Lida Prypchan

Les presento tres fuentes de conocimiento: los libros, la gente y las canciones.

De los libros se aprende que la imaginación es superada por la realidad, que la teoría es superada por la práctica, que el sentimiento supera al pensamiento y  la pasión a la dulce tranquilidad.

La gente con sus actos nos enseña que no es tan mala como parece ni tan buena como dice ser. Las personas lo llevan a uno por intrincados túneles con la promesa “conóceme” y no hay otro remedio más que caer rendido ante la última puerta con un cartel sobre ella que dice: “Cuidado, zona de peligro”. La gente da lecciones de paciencia. Necesario es ver, oír y callar. Callar es tan difícil pero se aprende con el tiempo. No por falta de espontaneidad sino de cautela.

He conocido pocas personas espontáneas, ¿será cierto que la máxima expresión de la espontaneidad es la agresividad?  La sinceridad es una agresión inoportuna, un arma de doble filo, a las personas sinceras las llaman “conflictivas”. Así las tildarán a menos que aprendan a decir verdades con una expresión dulce, o que las digan como si fuesen un chiste. En el fondo, las personas admiran los sujetos sinceros  — y hasta lo envidian.

Desatan la envidia, porque quedar callado como suele hacer todo el mundo es muy fácil, en cambio decir simples verdades – aparentemente – es difícil. A muy pocas personas les gusta ir contra la corriente, ya que no cualquier persona puede afrontar la posibilidad del rechazo…

Me parece tan peculiar la gente con miedo a los enfrentamientos, a desatar posibles polémicas, a no tener la misma opinión del grupo en que se desenvuelve, a ser criticado. Cualquier posibilidad de estas podría ser motivo de aislamiento y pienso que hay que saber estar en soledad. Una cosa es estar aislado y otra cosa, que debe ser triste, es pasar desapercibido, sin dejar huella, pasar la vida cual silla colocada en un rincón.

Las canciones, la tercera fuente, enseñan acerca del amor. Son la Biblia del amor. Hay un tipo de canción conocido como “boleros clásicos” que ilustran anteriores generaciones románticas, con individuos que se enamoraban y así cantaban: al amor, a la mujer, a la belleza. Eran canciones que mostraban todo lo que un hombre o una mujer eran capaces de hacer con tal de tener a su lado al ser amado; se hablaba de sexo pero indirectamente, no como ahora que se hace en modo descarado, casi insolente.

La aureola de misterio que rodeaba al sexo se ha ido perdiendo poco a poco…

ARTE, OPINIÓN Y PROPAGANDA POLÍTICA (II)

Por Lida Prypchan

La política es el arte de impedir que la gente se mezcle en lo que le concierne”
Paul Valéry

 

La propaganda política se inspiró, y captó de la poesía muchos de sus recursos, como la seducción del ritmo, el prestigio del verbo, la violencia de las imágenes, la progresión dramática; además ha creado artificios administrados racionalmente para avivar el temor o la esperanza.

Pareciera que la propaganda buscara ser más poética que política, tratando de parecer una mujer seductora y coqueta en lugar de una maquinaria gigantesca cuyo objetivo es hacer soñar al pueblo con las grandezas del pasado y un mejor mañana.

Lo que me recuerda una canción que dice: “estaba soñando con que mi suegra se había muerto y cuando me levanté me puse a llorar, pero no de remordimiento, sino por haberme dado cuenta de que estaba soñando despierto”.

Igual estamos con respecto a la política, soñando despiertos mientras las agencias de propaganda y los partidos políticos nos producen una especie de atiborramiento intelectual, tratándonos como sonámbulos, como débiles mentales o recién nacidos que necesitan ser asistidos.

La propaganda política se vale de una serie de reglas y técnicas, como la regla de simplificación, regla de exageración y desfiguración, la regla de orquestación, la regla de transfusión y la regla de unanimidad y contagio.

La regla de simplificación, es la que busca lograr la simplicidad de la campaña, con fórmulas claras y evitando largas demostraciones de habilidades, con la cual un partido podría decir “vota por tu país”, mientras que el contrincante diría que “el país necesita a determinado candidato”.

Por otro lado, la regla de exageración y desfiguración se basa en promesas y mentiras, mediante breves discursillos de lenguaje ultra sencillo, de forma tal que la mentira pueda ser fácilmente entendida por todos, desde el estrato más culto hasta el más inculto. Pero, aparte de las mentiras, también usan la exageración de los hechos, ya sea exagerando los errores del contrincante, acusándolo de corrupto o megalómano o exagerando con promesas difíciles de cumplir como ofrecer un millón de empleos.

La regla de orquestación busca la repetición incesante de los temas de la campaña y el tema central o himno del partido.

Después tenemos la regla de transfusión, con la cual la propaganda no parte de cero, sino que se apoya en el jefe político más importante, apelando a los sentimientos del pueblo.

Sin olvidar que la propaganda no puede contradecirse, es decir, tanto los propagandistas como el candidato, deben limitarse a guardar silencio en los puntos débiles pero sin demostrar falta de conocimientos o de criterio, ni mostrarse acorralados, inseguros o con miedo a opinar; tampoco es recomendable utilizar la ironía ya que podría evidenciar miedo y cobardía.

Igualmente no se puede presentar una propaganda explicando o justificando por qué hizo o no hizo algo, no se puede desmentir la imagen que ha sido creada, porque es muy difícil desmentir algo sin que parezca que uno se defiende.

Y finalmente la regla de unanimidad y contagio, apoyada en la sociología, se vale de ideas y técnicas persuasivas de propaganda política que generen emociones repletas de exageración, ensueño, euforia y miedo difuso, que calen rápidamente en el conformismo de la sociedad. Lo cual facilita la presión de los grupos en la opinión individual, gracias al instinto de las personas de compartir y hacer prevalecer su posición frente a aquellos que le rodean.

El fundamento de estas reglas es convencer y persuadir, pero sin aportar soluciones, ni llamar al pensamiento crítico ni a la decisión reflexiva, como debería ocurrir en democracia. Para que la propaganda política se considere bien llevada y justa debería mostrar abiertamente todas las intenciones, gestos y actitudes de sus candidatos.

También sería necesario que el pueblo se integrara a la construcción de su porvenir y no solamente a las controversias electorales, por lo que se debería procurar la participación activa de las masas en la vida democrática de la nación. Pero más allá de la maquinaría política, hay que ser idiota para creer que en Venezuela, gane quien gane, se vaya a acabar la corrupción. ¡Señores el problema está en nuestra idiosincrasia!

Una idiosincrasia seducida por el facilismo, el oportunismo, la viveza como medio de vida, el amiguismo para la obtención de puestos de trabajo, el despilfarro, el exceso de proyectos sin ejecutar, el culto a la bebida, el mito del machismo, el desprecio por el estudio, las pocas ganas de trabajar, la falta de identidad nacional, el culto al placer y a la vida tranquila, sin complicaciones ni grandes aspiraciones.

Siempre buscando excusas para la flojera nacional, echándole la culpa a los españoles, a los indios, al clima, a la educación, pero realmente la culpa es nuestra. O cómo se explica que existan países cuyas tierras eran áridas y ahora están convertidas en tierras fructíferas gracias al esfuerzo y trabajo mancomunado.