Por Lida Prypchan
¿Quien dijo que los divertidos habitantes de la Ciudad del Fastidio tienen que ir a los museos capitalinos para ver muestras de arte? Día tras día, la ciudad de las mujeres bellas va convirtiéndose en uno de los mayores exponentes del arte callejero (Street Art). No hay que esperar largos ratos en interminables colas para comprar una entrada, no es necesario pertenecer a la aristocracia valenciana, ni siquiera hay que tener la intención de disfrutarlas, únicamente se deben tener los cinco sentidos afinados.
Desde la comodidad de su automóvil puede usted admirar una esplendida obra de arte cinético cuando no funciona el semáforo de Prebo; puede también disfrutar de una película mejor que Macu pues a cada rato se ven veinte policías en sus negras motocicletas cuales rayos persiguiendo a un pobre diablo que se comió el semáforo, mientras que en un esquina más allá algunos delincuentes se divierten saqueando un supermercado.
Los cineastas no se han percatado que en la Ciudad del Fastidio (mejor conocida con el nombre de Macondo o la Ciudad del Olvido, porque aquí uno se olvida hasta del olvido) acontecen sucesos más increíbles que los que se ven en la pantalla grande como por ejemplo el espectacular robo de las urnas en medio de las elecciones universitarias.
Para qué encender la radio y sintonizar “Nuestro insólito universo” si en ésta ciudad vivimos en el universo de las insólitas incoherencias, y también – cual obra de la pantalla grande – de contradicciones como la contrastante incongruencia entre lo que sus habitantes piensan, pregonan y hacen.
Aquí los hombres se muestran liberales y piensan y actúan como conservadores y las mujeres hablan como conservadoras y se comportan como liberales, tanto que critican a los estadounidenses y son una copia de ellos. Resulta de todo esto una ambigüedad y falsedad en el trato con las personas. Algo típico de una sociedad machista: todas las libertades para el hombre y muy pocas para la mujer aunque a la final todos quedan parejos.
Bellas son las muestras de arte que se observan por las calles de la ciudad: esos pipotes tan decorativos ellos, repletos de linda e higiénica basura al lado de los letreros “mantén limpia tu ciudad”. Me recuerda a un escultor que visitó nuestra Venezuela Saudita hace unos cuantos años y, en un rincón colocó una caja desbaratada y sucia y dijo: “Señores, esto es arte, puro arte”. Los presentes se quedaron boquiabiertos y exclamaron: “Entonces el país está repleto de arte escultórico”. Al afamado escultor se le pasaron por alto las bolsas con las que cuenta el país, y hay que recordar que, si el año pasado ya habían muchas a lo largos de las calles, este año hay más y mejores y de todos los tamaños.
También son arte callejero los grupos de magníficas y grandilocuentes palabrotas que los automovilistas se profieren mutuamente cuando ejecutan maniobras indebidas y todo esto con una dulce sonrisa entre los labios y a flor de piel. Esto pertenecería a una especialidad llamada “arte histriónico”.
En materia de arte visual el material disponible no se queda atrás. Hay frases bellamente estampadas en las paredes de las urbanizaciones tales como: “Estudia hasta la muerte y serás un cadáver culto” o “La justicia humana es como una telaraña: sólo las moscas pequeñas quedan atrapadas”. Estas obras son exponentes de la tragicomedia nacional que abarcan problemas sociales archiconocidos: la decadencia de los valores educativos y la injusticia a nivel judicial que ampara al poderoso y hunde al pobre.