UNA JUVENTUD MEDIOCRE

Por Lida Prypchan

No existe, en mi opinión, atributo que genere mayor admiración que la creatividad, en cualquiera de sus formas de expresión. Me he tropezado con un buen número de personas que poseen muchos conocimientos y sin embargo, sólo a algunos de ellos los podría considerar creativos.

La creatividad implica algunas creencias, no sé si llamarlas populares, que considero erróneas y que por comodidad se constituyeron, tales como el tema de la inteligencia. Considero la inteligencia como un problema, cuando pienso el significado que la sociedad le ha querido dar.

Según ese significado, la inteligencia es la capacidad de resolver complejos problemas, de poseer una gran memoria y tener abundantes conocimientos. Para mí, esto no es inteligencia, ya que si no está ligada a una particular sensibilidad, no significa nada, ni sirve para mucho.

Noto que en Venezuela se llama inteligente a todo el mundo: a nivel de estudios, se puede considerar genial a un muchacho por el simple hecho que muestre facilidades en la memorización; se considera inteligente al orador que dispara discursos cargados de frases prestadas, de ideas bellamente formuladas, de oraciones en latín y más lo admirarán si no entienden ni pio de lo que el expositor plantea. Creo que la sociedad y su condicionamiento de búsqueda de aprobación de los demás, inducen al individuo común a pensar que, lo importante no es ser sino parecer.

Ese tipo de persona, de manera coloquial, se designa con el nombre de “pantallera o pantallero” (aquella persona que aparenta lo no es). Y la pantallería tiene amplias implicaciones éticas (el profesional que simula una gran destreza en su rama y sin embargo, comete graves errores en la práctica de su especialidad).

En el concepto que tengo de inteligencia, estimo que su máxima expresión se centra en la capacidad creativa. En principio, observando esta sentencia superficialmente, parece muy poco estimulante y muy limitada, sin embargo, y de manera permanente, a través de nuestro comportamiento demostramos cuán creativos somos. A través de nuestras opiniones, de la forma de vida que llevamos, de la existencia o no de ideales y de muchas otras actitudes, damos pruebas y más pruebas de si somos o no creativos.

Socialmente se confunde el significado de creatividad. Se cree o considera creativo al individuo culto. Y más aún, se comete el error de llamar a alguien culto sin conocer el significado de esa palabra. Culto, no es conocer de memoria todas las obras importantes de la Literatura Universal, eso sólo demuestra una gran capacidad de memorizar; el adjetivo culto, se refiere a las transformaciones a nivel personal que sufre la búsqueda del conocimiento y que se logra a lo largo de los años, a través de la lectura o del cultivo de algún arte.

Llevarse un alimento a la boca no implica deglutirlo; con esto quiero decir, que un individuo puede pasar por las mejores universidades del mundo y éstas no pasar por él, el mismo ejemplo, sirve aplicado a las mejores obras del mundo en materia literaria; muchos leen y sin embargo, quedan igual que antes: con el pobre espíritu que los caracteriza. Un filósofo argentino dice, que existen hombres y sombras. Todo aquel que tiende a la imitación se aleja de la creatividad y viceversa.

Encuentro una especial relación entre creatividad y firmeza en la personalidad. Si bien es cierto, que todos tenemos personalidad, también es cierto, que muy pocos la tienen desarrollada y firme a tal punto, de servirle de base para ser creativos, ya que la creatividad requiere osadía y seguridad en sí mismo.

El hombre creativo tiene frente a sí un problema: los mediocres, que al acumularse y formar una masa, se oponen a sus creaciones. Los mediocres, luchan porque todo siga como está, no quieren cambio alguno, porque las cosas, así como marchan, complacen su vida cómoda y por otro lado no les estimula la envidia. Es paradójico que un ser creativo sea frenado por uno mediocre.

El hombre mediocre, si lo encontramos solo, tiene un comportamiento lleno de miedo, ya que no tiene las bases para sustentar sus razonamientos, y si las tiene, le da miedo exponerlas, no vaya a ser que se genere una disputa y que luego no sepa salir de ella; el mediocre, generalmente necesita tener un grupo (recuerden que el hombre mientras más primitivo, más busca al grupo y su apoyo) y al formar una masa, entonces sí se torna la situación peligrosa, puesto que la sociedad se transforma en algo mediocrísimo (se busca aplastar la creación y en su lugar estimular la mediocridad).

Creo que en este sentido Venezuela está muy afectada y lo peor del asunto, a varios niveles: en la política (a nivel de dirigencia, en la forma de gobernar, en las intenciones que mueve a los hombres); todas las otras ramas del saber y del hacer también están contaminadas por la mediocridad. Por eso las pocas personas que en ese país se desenvuelven bien en su área, los consideran genios.

La mediocridad tiene su raíz en un error a nivel de las intenciones: supongo que es algo que tiene que ver con la educación. La gente quiere saber para ostentar y no para saber, para mejorarse a sí mismo; las personas mueren a causa de su vanidad. A mí este tema siempre me ha preocupado, algunas veces al punto de mortificarme, porque las sociedades son el reflejo de su gente.

Alguna vez alguien poco conocido dijo: “La generación de ahora es boba”. Estoy muy de acuerdo: sólo escuchando ciertos ritmos populares y poniendo atención a la letra  de esas canciones, encontramos que si no tienen un tema erótico central, se refieren a temas que estimulan la inercia mental.

Los jóvenes, a excepción de muy pocos, en su mayoría tienden a la inercia; parece que no les corriese sangre por las venas, no poseen ideales, no optan por desafiarse a sí mismos y intentar cambiar el sistema, o siquiera, decir alguna que otra verdad para incitar cambios en su entorno. Es impresionante la superficialidad que les rodea: ven las cosas por encimita y se conforman con todo lo establecido. Yo los entiendo pero no los admiro, no admiro los que viven bajo el sello de la mediocracia.

Es verdad que no puedo generalizar, pero es indudable que una buena parte de la juventud venezolana, es así: creo que llegaron a la conclusión, que todo en la vida es destino y todo llega, por lo tanto, no hay que mortificarse.