Por Lida Prypchan
En materia amorosa las minorías – aparentemente – hacen experimentos. La mayoría – también aparentemente – en cambio prefiere aferrarse a las formas del pasado; en cuanto a la idea convencional de matrimonio o a las formas tradicionales de estructura familiar, serán muchísimas las personas que se negarán a prescindir de ellas.
Seguirán buscando la felicidad de sus relaciones de pareja dentro del marco tradicional, basado en el modelo de uniones que se mantendrán “hasta que la muerte los separe”. Sin embargo, a medida que recorran el camino en la maduración de la relación, se verán obligados a innovar, pues las probabilidades de no tener éxito en la consolidación del tradicional modelo elegido pueden llegar a ser abrumadoras.
Estas expectativas están profundamente arraigadas en nuestra cultura occidental.
El amor se define en términos de una noción de desarrollo compartido, es una hermosa red de necesidades complementarias generadoras de satisfacción, seguridad, cariño y ternura. Esta teoría de “desarrollo paralelo” del amor dice que la calidad de las relaciones entre marido y mujer depende del “grado de coincidencia en sus fases, distintas pero comparables de desarrollo o crecimiento personal”.
Pero si el amor es acompañado por un desarrollo personal compartido, y si hemos de calibrar el éxito del matrimonio por el grado de coincidencia de los logros a nivel del crecimiento personal de ambos miembros, tendremos que hacer una firme y fatídica predicción acerca del futuro de la pareja.
Se puede demostrar que, incluso en una sociedad relativamente estable, las probabilidades estadísticas están en contra de la consecución, en cualquier pareja, de este ideal de crecimiento paralelo.
Un escritor estadounidense escribió alguna vez: “Esperar que en las actuales condiciones, un matrimonio dure indefinidamente, es esperar mucho”. Podemos agregar que esperar que el amor dure indefinidamente – hasta que la muerte los separe – podría ser demasiado ambicioso. La transitoriedad y la novedad se han aliado contra él.
Esta incidencia de probabilidades estadísticas innovadoras aliadas contra el éxito del amor explica la elevada proporción de divorcios y separaciones en nuestras sociedades tecnológicas. En realidad algo ha cambiado de manera sensible: el antiguo afán de permanencia.
Millones de hombres y mujeres adoptan hoy día una estrategia que consiste en casarse de la manera convencional, procurar que el proyecto de vida común funcione y cuando los caminos se agrietan más de lo tolerable, simplemente se divorcian o se separan.
Al hacerse las relaciones humanas más transitorias, la búsqueda del amor puede llegar a adquirir un ritmo que hasta podría hacerse frenético. En consecuencia, la gente va optando por el “matrimonio temporal” o “matrimonio en serie”.
El matrimonio en serie – conjunto de sucesivos matrimonios temporales – parece hecho a la medida de la Era de la Transitoriedad, en la que todas las relaciones humanas, todos los lazos del hombre con el medio son de duración abreviada. Este es el principal modelo de matrimonio del futuro.
Un sociólogo, especialista en estructuras de familia ha dicho: “el matrimonio plural es hoy día más común en nuestra sociedad que en aquellas que permitían la poligamia; la principal diferencia radica en que nosotros hemos institucionalizado el matrimonio plural serial o consecutivo, en vez del simultáneo”.
Esta situación se ha hecho tan común, que un empleado de la IBM refirió una vez, un curioso incidente de una mujer divorciada que, al llenar una solicitud de empleo, hizo una pausa cuando llegó a la casilla correspondiente al estado civil. Mordió el lápiz reflexionó un momento y, por fin, escribió: “no casada de nuevo”.
La idea del matrimonio temporal fue elocuentemente resumida por una revista sueca la cual después de interrogar a sociólogos y juristas acerca del futuro de la relación hombre-mujer presentó sus conclusiones en cinco fotografías. En éstas se veía a la misma linda novia en el momento de cruzar el umbral de su hogar… en brazos de cinco maridos diferentes.