LA CONDENA

Por Lida Prypchan

Relato de Franz Kafka

 

La Condena” es un relato del autor praguense Franz Kafka, creador de una temática decisiva para la literatura de nuestro tiempo, escritor de lo absurdo: el mundo kafkiano representado por K (protagonista en las novelas), empleado solícito que toma todo a la ligera y se queda con las manos vacías.

Si, el mundo de Kafka es el mundo de las cancillerías y las oficinas de cuartos oscuros, gastados y húmedos, el mensaje imperial que debe llevar el hombre más insignificante del pueblo hacia un castillo, pero es imposible que llegue porque tendrá que pasar puertas, escaleras, pasillos interminables y así hasta pasar a otros pasillos, puertas y escaleras. Ése es Kafka.

Quien conoce un poco sobre su vida sabe acerca de la relación con su padre, la cual influyó de manera especial en su vida y obra. Franz, niño débil y enfermizo, crece y es educado por un padre robusto y déspota cuyas exigencias son para el hijo imposibles de cumplir. Por los métodos antipedagógicos del padre, Franz se desarrolla con sentimientos de culpa y derrota.

Para finalizar esta introducción, valdría la pena preguntar el por qué de mi elección del relato “La Condena” y no otro.

Pues, sencillamente porque es en La Condena donde Kafka refleja más a fondo la relación traumática con su padre: su juez, el que le impone condenas. Y lo más importante es que el padre lo condena por un hecho insignificante, una traición que Franz no cometió.

¿De qué trata este relato?

Georg Benderman (Franz) vive en Polonia y está encargado del negocio de su padre, quien ya está viejo y además deprimido por la muerte de su esposa, ocurrida hace dos años. Él vive con su hijo, se encierra en su cuarto oscuro y casi no cuida de su salud. Georg lleva de manera inteligente el negocio, obtiene muchas ganancias y para completar su cuadro de felicidad, está comprometido con una chica de familia acomodada.

Tiene un amigo que hace muchos años se marchó a Rusia ya que no le convencían las ofertas de trabajo en su tierra natal: Polonia. Se marcha a Rusia y, aunque al principio le va maravillosamente bien, en los últimos tiempos su situación económica es terriblemente mala. Además es un joven solitario y quisquilloso que no aspira a casarse.

Georg mantiene una relación con su amigo y se decide a escribirle una carta anunciándole su boda, evitando así que él se entere por otros medios. Sella el sobre en que introdujo la carta, cruza el pasillo y entra a la habitación de su padre quien conoce al amigo desde hace muchos años y por consiguiente, Georg habla con su progenitor a fin de contarle lo que piensa hacer.

En la respuesta que obtiene el padre demuestra al hijo haber mantenido contacto con su amigo, y reprocha a Georg el modo como lleva adelante su vida: administración del negocio, elección de su prometida, su manera de llevar adelante la relación padre-hijo.

“Por un lado, traicionaste a tu amigo que te necesita y se muere de hambre en Rusia y a mí, tu padre, me dejas postrado en una cama para salir a pasear con tu prometida: esa inmunda cochina que si la veo contigo, la arrancaré de tu brazo. Hiciste lo que hiciste porque ella se levantó las faldas y claro, querías gozar con ella tranquilo, pero tenías que, primero deshacerte de todos nosotros. Y por lo tanto, escúchame: ahora te condeno a morir ahogado.

Georg salió como expulsado del cuarto, en sus oídos retumbaban las palabras de condena de su padre; tenía los ojos desorbitados. Salió de la casa, cruzó la calle y buscó el agua, de igual manera que el hambriento busca la comida. Se apoyó fuertemente en la baranda, dejó que se marchara un autobús para que no se escuchara el ruido de su caída al agua y antes de lanzarse dijo éstas sus últimas palabras: ‘Queridos padres, a pesar de todo yo siempre os he amado’. Y en ese momento una interminable fila de vehículos pasaba por el puente”.