MIL RECUERDOS Y UN DOLOR (Sobre Danilo Aponte Borrás)

Por Lida Prypchan
Humildad, regia personalidad, bondad, inteligencia, discreción, don de gente, espíritu de sacrificio y estudio son las características que describen a Danilo Aponte Borrás.

En verdad, esto es muy poco para describir a un ser tan especial como él. Y en estos días en que lloramos su ausencia, pasé triste por los rincones de mi casa e hice un recuento de los momentos que tanto mi hermana Cristina, como yo, vivimos a su lado.

A pesar de este gran dolor, recuerdo con especial alegría cuando hace doce años se ennovió con Cristina. También recuerdo lo que mi hermana me contaba de él; la admiración que le tenía y en la que basaba su gran amor por él. Un amor que ambos construyeron con los años, esos nueve años de amores llenos de felicidad, palabras de estímulo para ser cada día mejores.

Recuerdo el día en que cumplieron dos años de amores y Danilo mandó a dibujar una tarjeta que decía: Cristina, ¿sabes lo que más me ha gustado de ti en estos dos años?  Y pasando a la otra hoja le respondía: TODO.

¡Y yo, que fui espectadora de esa felicidad, no concibo su desaparición!

No concibo su desaparición porque he visto lo difícil que es triunfar en el amor y ellos, que parecían haber nacido el uno para el otro, se separaron en un instante, un instante trágico marcado por el destino, la suerte ¿quién sabe?

Ahora, en cuanto a mí respecta, quisiera confesar la gran admiración que sentía por mi cuñado. En él encontré un modelo a seguir. Admiraba su personalidad: su forma de actuar, su forma de hablar, sus silencios, sus claros criterios, el poder de concentración en el estudio, su afán de mejorar y destacarse, todo lo que hizo en su corta existencia.

A pesar que en los últimos meses viajaba mucho, cuando él llegaba a mi casa yo salía a su encuentro y le mostraba algún artículo mío inédito y le pedía su opinión. Al salir de mis semestres de Medicina, le contaba lo que me había impresionado. Los libros que compraba sobre Filosofía, se los mostraba y le pedía que los hojeara.

Me causaba placer decirle cuáles eran mis planes para el futuro, quién quería llegar a ser, qué pensaba que debía yo hacer en esta vida. Y creo que me importaba lo que él pensara de mí. Me importaba lo que él pensaba de mí y por eso lo buscaba para que simplemente hiciera lo que hacía: escucharme.

Y yo que siempre reservé para mí misma mis planes, mis ideas, mis ilusiones, con él se abría mi alma gustosa porque sabía que su actitud, siempre de oyente, tenía un fino fondo lleno de sensibilidad, ternura, inteligencia y humildad.

¡Y yo que viví a su lado todas las palabras que le dije, tengo que vivir su muerte que no acepto!

Pero de algo puedes estar contento Danilo: seguirás siendo para mí el hombre virtuoso, el hombre inteligente, el hombre silencioso.