LA LEY DE LAS CONTRADICCIONES

Por Lida Prypchan

– Es una contradicción más – pensó Irene. Se acababa de graduar de historiadora y la única conclusión que había extraído, tras cinco años de estudios, era que la historia se contradecía una y otra vez.

– Es que, – continuaba Irene distraída – el solo hecho de estudiar historia para llegar a esta pobre conclusión es, de por sí, una grave contradicción. Estudiar cómo la irracionalidad de los hombres ha cambiado el rumbo de la historia, para luego enfrentarte a la razón que nos ha inculcado la sociedad, es una loca contradicción.

Al cabo de media hora Irene se estaba riendo sola y mientras reía, había descubierto una nueva contradicción tan inexplicable como las anteriores. Porque darse cuenta del absurdo de la historia y reírse de eso, era una contradicción. Encendió un cigarrillo, se recostó y cerró los ojos. En ese momento volvió a su niñez, visualizando todas las contradicciones de los adultos, todas las contradicciones de la vida y entonces llegó a una nueva conclusión: “La vida se rige por una ley, la Ley de las Contradicciones”.

En primer lugar está el nacimiento, el arribo a la vida, pero ¿por qué los seres humanos al nacer, en vez de reír, lloramos? Si solo hay dos posibilidades de existencia, la vida o la nada. En este sentido, la nada significaría no existir y su contrario sería la vida. Ante estas dos posibilidades, indudablemente, es preferible la vida. Aunque sufres, también gozas.

Si bien la vida no es la maravilla que le hacemos creer a los niños, tampoco es la porquería que nos hacen creer los escépticos, porque la vida es un equilibrio o, mejor dicho, una lucha entre constantes fuerzas contrarias, el bien y el mal, lo feo y lo bello, lo justo y lo injusto, el amor y el odio. Entonces, parece que la vida también es una contradicción, puesto que, para mantener el equilibrio se necesitan las contradicciones.

En segundo lugar está la educación de los hijos, ya que resulta contradictorio que siendo más fácil construir edificios y más difícil educar a un niño, no existan universidades para aprender a ser padres o madres pero si universidades para ser ingenieros o abogados.

Vemos día tras día como trágicamente una mala educación se traduce en adultos con problemas y sin embargo, nos quedamos de brazos cruzados. De esta contradicción se puede deducir otra, que tal vez, sea su consecuencia y se trata de cómo nos enseñan a enfrentar la vida.

La vida nos la pintan color rosa, en la cual supuestamente sólo existe bondad y belleza; no nos permiten observar por mucho tiempo la realidad palpitante de la calle. Y de pronto, cuando crecemos, vemos la realidad tal cual es y nos desilusionamos.

Los padres deberían educarnos para la vida, con todos sus componentes, tanto positivos como negativos, para poder aprender a enfrentarnos con criterio con todo aquello que nos rodea y no soltarnos sin herramientas, haciéndonos sentir indefensos. Deberían enseñarnos que lo único que poseemos es lo que llevamos interiormente y que no lo vamos a conseguir afuera. Enseñarnos a aceptarnos y poder mostrarnos sin miedo, así, tal cual somos.

Enseñarnos que la felicidad, aunque momentánea, es un estado de ánimo y no un premio de la lotería. Enseñarnos a guiar nuestro pensamiento hacia lo positivo para lograr nuestros propósitos, así como las ventajas de ser comunicativo y no inculcarnos que es mejor guardar silencio.

En tercer lugar, cuando somos jóvenes creemos en todo y en todos, pero cuando envejecemos nos convertimos en seres escépticos. Esto no sólo es contradictorio, sino también inútil, ¿de qué nos sirve creer tanto de jóvenes, si no sabemos nada? y ¿de qué nos sirve no creer en nada de viejos, si sabemos tanto?

En cuarto lugar, al terminar bachillerato, cuando de casualidad sabemos sumar y no nos hemos aprendido muy bien la tabla de multiplicar del siete y del nueve, nos exigen que con apenas diecisiete o dieciocho años, escojamos la carrera universitaria que cambiará el curso de nuestras vidas. Y si alegamos que nos sentimos indecisos, pues nos proponen salir a la calle a buscar trabajo, sin poder responder a la pregunta ¿qué sabe hacer usted?

También suele ocurrir que, ante la confusión, nos llevan a un psicólogo para que nos equilibre y, de paso, nos someta a un test de ochenta horas, que nos indicará para qué servimos. Por ejemplo: podría resultar que servimos para soportar malos olores y ver a los seres humanos como números, o que tenemos gran facilidad para decir mentiras, o que poseemos las habilidades necesarias para construir edificios sin base. Pero jamás nos dirán que nacimos para ser artistas o filósofos.

En quinto lugar, la universidad pasará a ser el recinto de las máximas contradicciones, primordialmente porque es guiada con fines políticos, cuando debería ser guiada con fines educativos. Allí, no son los sabios quienes dan la última palabra sino los políticos. Por otro lado, en la universidad hay muchos profesores que buscan hacer más complicadas las materias a los estudiantes en lugar de facilitarles el aprendizaje con mejores explicaciones. De igual forma, otros profesores hacen parecer todo muy sencillo en las clases y al momento del examen pretenden exigir conocimientos, planteamientos, formulas y ecuaciones que uno nunca había visto.

También puede ocurrir que uno sale de un examen creyéndose aplazado y luego resulta que sacaste una excelente calificación; o al contrario, piensas que saliste bien y sacas una calificación deficiente.

Otra gran contradicción universitaria es la dirigencia estudiantil, donde es común que los peores estudiantes guíen a los mejores estudiantes.

Y casi paso por alto otra importante contradicción, los exámenes de selección múltiple, al parecer, este tipo de pruebas hay que responderlas aleatoriamente, marcando aquellas que parecen menos probables. Aquí cabría mencionar la frase de Oscar Wilde “los tontos hacen preguntas que los inteligentes no saben responder”.

Y para finalizar, en sexto lugar, hay que mencionar la amistad, ya que a veces sucede que aquellos que quieres que sean tus amigos no lo son y viceversa. Otras veces, en cambio, pasa que cuando aprecias mucho a un amigo no te sabe valorar, pero cuando se gana tu indiferencia corre tras tu amistad.

Del amor no puedo hablar, porque el amor es una fuerza inexplicable y sería una contradicción decir que el amor es una contradicción. En todo caso, si se trata de una contradicción pues ¡que vivan las contradicciones!