Por Lida Prypchan
Se conocieron en la Universidad. Él estudiaba Sociología de la Vergüenza y ella Anatomía de la Moral, y sin vergüenza ni moral sus anatomías se unieron para desechar la sociología. El objetivo de él era demostrarle a la humanidad que la sociología debía ser exterminada porque sus conclusiones nadie las escuchaba y mucho menos les prestaban atención.
Ella, por otro lado, pretendía demostrar que la Anatomía era una ciencia mucho más interesante, pura y sincera que la moral que tantos disfraces de honorabilidad tenía.
Mientras él la examinaba en Anatomía, ella lo incitaba y lo alentaba en sus ansias de destrucción sociológica. Tal fue esa fusión que él terminó graduado en Anatomía y ella resultó ser la máxima expresión de la destrucción social. Sus padres llenos de vergüenza la fueron matando suavemente con su canción.
A ella se le pusieron los nervios de punta, brotándole de la piel, al punto que era imposible tocarla. La llevaron al médico quien le diagnosticó una gravísima enfermedad: “culpitis aguda”. Era una enfermedad tan común como decir que todos la sufrimos, unos de manera latente e insospechada, otros al tanto del asunto. Dicen que comienza con el nacimiento. Ya, a partir de ese momento sentimos el peso de un crimen no cometido que nos persigue sin cesar. El resto, sucede por añadidura. Por miles y diversos mecanismos una observa su aislamiento por medio de la culpa. Es el estigma imborrable, inentendible e inevitable.
Ella nunca se recuperó de esa enfermedad porque dicho padecimiento tiene la particular y desagradable característica que una vez declarado el período agudo se convierte en crónico sin distinción de clase social o raza.
Socialmente cada cosa tiene su slogan y cada slogan tiene su cancioncita. Ella tuvo que morir rodeada de canciones aburridas y repetitivas que las sentía como alfileres que le clavaban en las sienes. Y fue así como murió.
Él, una vez graduado en Anatomía cayó en el hastío. Quiso reparar su hastío con placer y se olvidó que todo placer muere cuando se repite demasiado.
Se dedicó a la arqueología y en sus ratos libres visitaba cementerios. Inconscientemente buscaba la muerte. No se había percatado que la muerte y él habían comenzado una caminata desde extremos opuestos y tarde o temprano se tropezarían. Desde que ella había muerto él desafiaba la muerte.
Un día paseando por un cementerio encontró su tumba, cuya lápida rezaba: “Aquí está ella, la estudiante de Anatomía de la Moral quien se enamoró y unió a un estudiante de Sociología de la Vergüenza, quien la llevó a la tumba”… él se arrancó el corazón y al lado de ella lo encontraron muerto al día siguiente.
La tumba decía: “Este fue un amor negro, un humor ciego”.