Por Lida Prypchan
Me condujeron a la casa de un sabio. Lo primero que vi, además de él, fue un grande y hermoso salón en penumbras.
Concluido el protocolo de las presentaciones de rigor y pasado un rato, comenzamos a conversar sobre la Cábala, los estudios de Papus sobre el Tarot, la Numerología, su experiencia con los Caballeros de la Mesa Redonda, la relación entre Gengis Khan y el I Ching, su increíble sueño con un partido de ajedrez infinito y algo muy especial: el Libro Negro (Antiguo Grimorio) en el cual aparece una receta “Para hacernos amar locamente por una persona y conservar el afecto indefinidamente”.
Noté que no habló de sí mismo. Tampoco habló en demasía, pero… me hablaban sus ojos negros. Días después, durante una nueva visita, dirigiendo su expresiva mirada hacia mí, dijo:
“Lo que le sucede a usted es que vive fantasías y escribe realidades… debería ser al contrario: escribir fantasías y vivir realidades. De lograrlo sería un poco más feliz, sin tantos pensamientos, sin tantos porqués. Para ello debería aprender a pensar diferente en unos casos, pensar menos en otros y no pensar en absoluto en otros más. Derrocha usted palabras. Quédese quieta, callada, no opine si no le preguntan, deje que el silencio (origen de todas las cosas) le indique el camino a seguir”.
Desde entonces, a veces pienso en sus palabras. Era verdad, pero ese no era el problema. Admiro a esos seres que a ratos pueden ser locos y a ratos cuerdos. Compadezco a los que como yo, tienen un tercer estado: el resultante de unir la cordura con la demencia, la lógica con la fantasía, para ser más exactos un fenómeno ambivalente y contradictorio, una batalla campal entre mis sueños en vigilia y mi más cruda realidad.
O como decía Clemen Freites (comerciante afortunado, que dejó todo por dedicarse al mar y es ahora un rico magnate): “Para vivir es necesario debatirse entre la demencia y la cordura”.
En referencia a las personas como yo, la Cábala presagia: “Dice una antigua leyenda, que ustedes son ‘profetas en tierra extraña’, quiere decir, buenos orientadores en lo que respecta a las actividades de los demás, pero inconsistentes en el consejo al tratarse de las propias. Pueden esperarse, por lo tanto, dos clases de fama: una, por lo que hace en bien de los otros, y otra, por lo que hace en mal de sí mismo.”
También nos dice la Cábala: “Hay una palabra de suma importancia en sus vidas y puede convertirse en su mayor virtud, complementando lo que posee, depurando lo que le sobra y substituyendo lo que le falta: la palabra es PREVISIÓN, y al incorporarla a su cotidianidad, puede hacerle fácil lo difícil, placentero lo penoso y útil lo inservible”.