LA VISIONARIA

Por Lida Prypchan

La Mujer Visionaria es intuitiva, puede ver el futuro que revela mensajes, a veces oscuras profecías, a veces visiones luminosas que resultan insospechadas a la mente racional. Su conocimiento y percepción proceden de fuentes misteriosas que trascienden la lógica y los métodos empíricos.

Es una amenaza para el pensamiento jerárquico porque sus visiones no se pueden entender por el sólo raciocinio y en consecuencia, a menudo es temida y/o ridiculizada, e incluso condenada porque tiene acceso a un plano de percepción que muchos se niegan a experimentar.

Los poetas, místicos, santos, chamanes, artistas, actrices, maestros y curadores incluyendo algunos psicoterapeutas son algunos de los canalizadores tradicionales y contemporáneos de la sabiduría visionaria.

La visionaria recibe el conocimiento directamente del inconsciente por medio de imágenes, sueños, voces, palabras y frases internas o sensaciones corporales que repentinamente le sobrevienen y que en algunas ocasiones la atemorizan y en otras la llenan de éxtasis. Funciona como un conductor con un canal directo a un terminal psíquico.

La analista junguiana Toni Wolff, colega y musa de Carl Jung, fue la primera persona que dio un nombre formal a este arquetipo femenino, la llamó “Mediadora”. La mujer Mediadora – escribió Wolff – está inmersa en el inconsciente colectivo. Tiene un don especial de visión beneficiosa para el género humano de totalidad y armonía en el mundo. Pero, como su relación con la psique funciona sobre todo a nivel universal, su vida personal puede sufrir.

La mujer Mediadora que no conoce su relación especial con el inconsciente, puede ser abrumada por el poder que éste ejerce sobre ella y convertirse en su mero agente, actuando lo que “está en el aire”.  Toma así el papel del chivo expiatorio que carga con las proyecciones negativas de aquellas personas que niegan lo que ella ve en relación a su devenir o a de la sociedad.

Como es portadora de los aspectos oscuros que pueden perturbar los valores prevalecientes, la mujer Mediadora es una amenaza para los demás. Juana de Arco fue una visionaria, un chivo expiatorio y, sin embargo, llevo esperanza a toda una cultura y se convirtió en un ícono y un símbolo de salvación.

Los talentos y la naturaleza de la visionaria con frecuencia son llamados esotéricos, pero en realidad la intuición es una característica inherente al ser humano.

Referencias Bibliográficas

  • Leonard L. La Locura Femenina: Un Reto Interior para el Espíritu Femenino. Centro de Estudios Junguianos. Caracas. 1999.

LA SEÑORA DE LAS BOLSAS

Por Lida Prypchan

Bajo la superficie de la mujer cuidadosamente arreglada, de la profesional altamente calificada, del ama de casa de los suburbios, de la viuda rica, con frecuencia acecha “el temor de la Señora de las Bolsas”.

Muchas mujeres temen secretamente que su entorno cuidadosamente edificado podría desmoronarse  si se quedaran solas del todo. Temen que se hagan realidad sus más temidas fantasías sobre su posible incapacidad de sostenerse material y emocionalmente. Temen deteriorarse, no poder continuar en la lucha cotidiana, y con ello abandonarlo todo y terminar pobres y viviendo en la calle.

Estas fantasías reflejan el temor a “perderlo todo”, un temor bien asentado en una cultura que mide nuestro éxito por la cantidad de posesiones que atesoramos a lo largo de nuestras vidas.

El temor de la Señora de las Bolsas con frecuencia surge cuando una mujer está a punto de hacer un cambio importante en su vida. El cambio puede ser geográfico, como mudarse de casa; o psicológico, como romper o iniciar una relación, cambiar de profesión o comprometerse con un estilo nuevo de vida. Algunas veces estos cambios son voluntarios, pero otras veces son forzados.

El temor a convertirse en la Señora de las Bolsas a menudo impide que una mujer tome los riesgos necesarios para lograr una vida creativa y espiritual.

Referencias Bibliográficas

  • Leonard L. La Locura Femenina: Un Reto Interior para el Espíritu Femenino. Centro de Estudios Junguianos. Caracas. 1999.

LA REVOLUCIONARIA

Por Lida Prypchan

¿Cómo puede ser una mujer una revolucionaria consciente en el mundo de hoy? Primero tiene que dar un paso al frente y encarar sus miedos. La revolucionaria se compromete con un valor que ella cree que humanizará al mundo y luego actúa para personificar ese valor. Esto exige una postura firme y una lucha para defenderlo.

El mayor peligro de la revolucionaria es sucumbir a un engreimiento egoísta que degenere en terrorismo o en inflexibilidad, dos caras de la misma moneda.

La asertividad de la revolucionaria exige una acción que es honesta y centrada en lo espiritual. Requiere dedicación a su causa y la voluntad de renunciar a los deseos egoístas, hacer los sacrificios necesarios, morir en un cierto tipo de vida y renacer en una nueva identidad.

La revolucionaria puede utilizar la energía de “la loca” de manera constructiva produciendo un caos creativo del cual puede nacer un nuevo vástago. Al luchar contra los sistemas represivos sociales que reducen el espíritu femenino, puede remover la tierra negra en la cual ellos germinan para sustraerlos y sembrar, y hacer nacer y crecer allí nuevas ideas y alternativas de vida.

La revolucionaria puede “re-escribir” las rígidas reglas del patriarcado que busca poder en la perfección y la victoria, y conscientemente dar a luz unas guías más flexibles para el cambio, el descubrimiento y la exploración y así añadir una visión femenina.

En la novela “El rebelde” su autor Albert Camus destaca que, cuando sobreviene el resentimiento, el rebelde corre el riesgo de convertirse en un homicida nihilista: “todos llevamos por dentro nuestros sitios de exilio, nuestros crímenes y nuestros saqueos”. Pero nuestra tarea no es soltárselos al mundo.

Nuestra tarea es combatirlos dentro de nosotros mismos y en los demás.”  Si el aspecto revolucionario de la “la loca” se sale de control puede emerger la terrorista destructiva. Siempre que comienzan a dominar los intereses del ego, la energía de “la loca” puede destruir y barrer todo, porque todo lo reduce a sus propios fines, incluso la causa en que una vez creyó.

Otra forma en que la energía de “la loca” puede degenerar es por medio de una excitación maníaca por una causa revolucionaria sin la disciplina apropiada o sin un plan de acción efectivo. Elevarse en el romanticismo de una causa puede llevarla a sentirse perdida y confundida en el caos de la excitación.

Aún cuando la causa sea importante y el entusiasmo positivo, si no se desarrolla la disciplina y el conocimiento para el logro de los objetivos, ésta podría convertirse en un cinismo amargo porque no obtendría resultados beneficiosos.

Un resentimiento con lo colectivo, con lo cual uno no puede competir, puede minar todo trabajo hacia las metas y alimentar al bandido y no a la revolucionaria. La revolucionaria consciente que defiende lo que es y no le permite a nadie que viole su integridad, puede transformar su energía de “loca” en lucha por los derechos humanos y la libertad.

Referencias Bibliográficas

  • Leonard L. La Locura Femenina: Un Reto Interior para el Espíritu Femenino. Centro de Estudios Junguianos. Caracas. 1999.
  • Camus A. The Rebel. Trns. Anthony Bower. New York. 1956.

LA MUSA

Por Lida Prypchan

Ser una musa es algo atractivo porque ha sido un rol aceptable y un ideal femenino para la mujer en nuestra cultura a lo largo del tiempo. A nivel arquetipal, al igual que el “eterno femenino”, la musa inspira el espíritu y dirige el alma en su viaje de creación. De la misma forma que lo hizo Beatrice para Dante. Inspirar significa dar el soplo de vida, encender la llama de la creatividad.

Las mujeres que están en contacto con la energía de la musa tienden a ser misteriosas y espirituales. Su inspiración surge del amor. Ellas disfrutan la creatividad de los otros y genuinamente la alientan. Son generosas, confiadas, refrescantes, receptivas y atentas y su sencillez permite el desarrollo de nuevas imágenes e ideas. Valoran la belleza y propician un ambiente recreativo mediante una lluvia especial de amor que induce a florecer la vida emocional. La principal dificultad para estas mujeres es que suelen inspirar a otros a expensas de ellas mismas. Vivir el papel de la musa puede ser difícil y frustrante como también una manera de permanecer pasiva.

De acuerdo a Jung, las musas tienen una capacidad especial de ser el espejo del “ánima” o el espíritu femenino o el alma del hombre. Ellas son un reflejo, una imagen del espejo de los deseos de los demás. Este tipo de mujer no sabe quién es porque no ha podido desarrollar una relación con su centro femenino. No obstante, al rol inspirador de la musa se le puede dar un mal uso, para fines destructivos. La celebrada imagen de Helena de Troya que inspiró a mil barcos a lanzarse al mar es un ejemplo. La propaganda de guerra suele presentar imágenes y canciones de mujeres idealizadas para despertar el patriotismo.

En una sociedad comercial donde prevalece el hambre del dinero, la fama, el éxito y el poder, la musa puede verse reducida a un medio para lograr ganancias y ser abusada de esta manera. El mal uso de la musa puede alimentar su lado destructor: las mujeres ávidas de amor que prácticamente se matan de hambre para verse como las modelos glamorosas y delgadas que alimentan la fantasía masculina, muchas veces sufren de anorexia y bulimia – enfermedades peligrosas en las mujeres de nuestros tiempos.

Algunas se someten a torturas físicas y psicológicas, cirugías plásticas y liposucciones. Desde el punto de vista psicológico, venden sus almas a sus amantes, por el deseo de transformarse en la musa. El resentimiento por este tipo de sacrificio, generalmente inconsciente, hace que algunas mujeres vuelquen su rabia hacia adentro, expresándose en varias formas de adicción.

Otras se rebelan ante el ideal de la mujer bella pero pasiva cuya vida gira en torno a convertirse en la pasión o la inspiración de un hombre. En vez de esto, ellas buscan ejercer el poder sobre los demás. Los hombres suelen ser musas para sus madres. Muchas veces tratan de encarnar la creatividad no expresada de sus madres. Los hombres suelen entregarse a la musa con quienes se casan en vez de forjar su propia identidad creadora. Quizás creyendo que la mujer, por su naturaleza sabe definirles mejor sus vidas o que la mujer es inherentemente más artística que el hombre.

Con frecuencia, la musa es una artista en secreto, quien valora la creatividad y la belleza. Pero para ser artista se necesita ser el agente activo de la propia vida, además exige dedicación y compromiso con su propio arte. Si una mujer permanece pasiva y no logra desarrollar su talento artístico, ella también puede odiar, consciente o inconscientemente, a las personas que la reducen a ese papel, al proyectar en ella las idealizaciones que han hecho de sí mismas.

La musa oscura o trágica es aquella mujer que encarna el lado oscuro y romántico del hombre. A menudo, le sirve al artista de modelo de las fuerzas enloquecidas. Zelda Fitzgerald, tal como fue concebida por su esposo Scott Fitzgerald en su novela “Tierna es la Noche” es un ejemplo de la musa oscura en nuestro siglo al igual que las modelos y amantes de Picasso. La musa oscura comparte y muestra su vulnerabilidad, su sufrimiento y dolor emocional y su experiencia con la depresión, la desintegración mental, el alcoholismo o las ansias sexuales y románticas frustradas. Sirve de guía propiciadora para descender a nuestro lado en el oscuro y loco viaje interno que debemos hacer para lograr la integración psicológica, la madurez y el crecimiento.

Así, ella puede acercar al observador fascinado a ese proceso atemorizante pero necesario del auto-descubrimiento y del cambio. Marilyn Monroe fue la musa trágica de toda nuestra cultura. Su vulnerabilidad y baja autoestima, su insaciable necesidad de amor y su inclinación a la adicción y al suicidio fueron inmortalizados por Arthur Miller en “Después de la Caída.”

¿Cómo puede una mujer atrapada en el rol de la musa transformarse para ser dueña de sí misma, sobre todo cuando las ganancias secundarias del rol de musa son tan seductoras? ¿Cómo puede ella trascender una cultura que glorifica la belleza y la juventud?

Al experimentar la emoción de crear desde su propio centro pese a todo el trabajo que esto significa, ella no querrá ser solamente la musa de alguien. La musa que ha comenzado el proceso de cambio sabe lo que significa ser dueña de sí misma en vez de ser el objeto de la fantasía de otro. Al comienzo, la experiencia puede ser emocionante y eufórica. Ser el propio centro de atención produce una sensación de “elevación”. Pero tal como sucede en todas las adicciones, vendrá la caída. A medida que crece, la musa siente que su belleza se desvanece.

Como todas las mujeres, la musa tiene que soportar los sufrimientos de la vida, debe descender a las oscuridades, entrar en los miedos que no ha enfrentado para poder integrar el dolor con el placer que la vida trae. La musa dorada puede pensar que ella está por encima de los menesteres de la vida corriente, pero cuando sufre probablemente se resiente y termina por amargarse y cae en la trampa del aspecto destructivo de “la loca.”

Por el contrario, la musa oscura probablemente, haga romántica la oscuridad y desempeñe el papel de la heroína trágica. Cuando no se reconoce el dolor y el sufrimiento o se enfrentan de manera consciente, el aspecto destructivo de “la loca” domina. Al integrar la oscuridad de “la loca”, la musa puede transformarse volcándose hacia su propia belleza interna. Su fortaleza residiría en la relación creativa con el alma que no tiene por qué ser mal utilizada.

Si ella deja ir los ideales románticos que la mantenían atrapada, puede negarse a renunciar a su propia humanidad y puede sacrificar la falsa validación que ha recibido haciendo el papel de ídolo adorado.

También puede honrar la naturaleza al hacerle entrega de los procesos de envejecimiento de su cuerpo. Con la disciplina de un trabajo activo puede aprender a transformar el caos de la profundidad de su ser que trae consigo “la loca”, en una creación propia. Ella puede transformarse en su propia musa.

 

LA MADRE ENFERMA

Por Lida Prypchan

Muchas mujeres heredan a una mujer “loca” interior que ha torturado a sus madres y que las han hecho enfermar. Algunas veces, la enfermedad es física y la madre es una inhabilitada y no puede estar activa. Ciertas madres inválidas, sin embargo, usan su dolencia como un poder para atar emocional y psicológicamente a sus hijas.

La enfermedad materna puede ser emocional y, como resultado, reflejarse en una crisis nerviosa o una demencia o puede estar relacionada con una adicción al alcohol y/o a las drogas. En muchas de estas enfermedades, el ego materno está fragmentado. Ella arroja a su hija a la confusión porque vive en el caos. Vive dividida y trata de separar a los miembros de la familia para poder ser el centro.

Necesita a su hija para verse reflejada en ella y poder sentirse segura y centrada. La hija de este tipo de madre siente que debe ser ultra cuidadosa ya que le han hecho sentir culpable e insegura y tiene miedo del problema de salud de su madre o de su condición nerviosa. Y peor aún, vive con el miedo de terminar enloquecida, adicta o enferma como su madre.

Todos nosotros, hasta cierto punto, sufrimos las heridas de la locura materna. La reconciliación con la madre es esencial para nuestra curación; sin embargo, comúnmente no es posible reconciliarse con la madre real, debido a que ella puede estar atrapada en su propia locura, imposibilitada para escuchar; puede que esté muy enferma o que haya muerto.

En estos casos puede ayudar escribir una carta a la madre, ya que en la escritura se puede aportar curación de las heridas internas. Otra manera de restaurar la armonía con nuestras madres es por medio del ritual. Por ejemplo, un grupo de mujeres que se reunían una vez a la semana para trabajar el tema de lo femenino, decidió dedicar un día para hacer ciertas ceremonias, pensando que con ello podían soltar la ira acumulada que sentían hacia sus madres.

Cada mujer se hizo pasar por su madre, se vistió tal como ella lo hacía y trató de contar su vida. De esta manera estas hijas se dieron cuenta que sabían muy poco sobre sus madres. Al hablar imitando la voz de sus madres, tomaron conciencia sobre cuán atrapadas podrían encontrarse.

Al oír los mensajes de la niñez, “no refunfuñes”, “haz lo que esperamos de ti”, pudieron percatarse de lo duro que había sido liberarse del control de la generación anterior. El ritual ayudó a estas hijas a soltar el dolor y la ira, pero no de la manera que ellas esperaban.

Todo esto les dio la ocasión de ofrendar en sacrificio los recuerdos soterrados y las proyecciones dirigidas a la madre. Al encontrarse así con sus “madres locas” la mayoría de estas mujeres aumentaron su nivel de compasión hacia sus madres y estuvieron listas para sanar su madre interior.

LA RECLUSA

Por Lida Prypchan

Al soltero o a la soltera que viven de modo distinto a lo convencionalmente aceptado por la sociedad, con frecuencia se les trata con condescendencia, se les somete al ostracismo e incluso son considerados extraños y locos por aquellos que llevan una vida normal. La gente que ridiculiza al excéntrico solitario, secretamente puede que tenga miedo, porque el solitario rechaza y amenaza su estilo de vida establecido.

La reclusa puede tener cualquier edad – una adolescente talentosa, una mujer divorciada, soltera o viuda, una mujer saliendo de la crisis de la edad madura, una mujer joven que escoge vivir sola – pero la mayoría de las veces esta proyección negativa se dirige a la mujer madura o anciana que ha permanecido sola, la solterona.

La reclusa es vista frecuentemente como una loca y, en efecto, algunas personas aisladas que se cierran a la vida por miedo, rabia, resentimiento o paranoia, están mentalmente perturbadas. Las solteras con frecuencia temen convertirse en “solteronas,” otra figura de reclusa de la ficción y de la vida real.

Hoy en día las solteras reciben esta proyección negativa, que puede incluir sospecha de locura o de excentricidad. Un hombre soltero es visto casi siempre como un ser libre que desea disfrutar la vida, mientras que una mujer sin un hombre, socialmente despierta lástima. La presunción de que las mujeres que están solas son infelices o dignas de lástima no sólo es condescendiente sino que a menudo refleja el temor a la soledad dentro del hombre o de la mujer.

Estar sola y ser incapaz de sobrevivir por sí misma es uno de los temores más grandes de la gente que se dedica a fomentar las relaciones o que no han desarrollado una vida interior rica, o que no han logrado la paz consigo mismos. Para evitar enfrentar el desafío de dar vueltas en torno al acoso de la soledad, la cual tarde o temprano a todos nos llega, mucha gente proyecta su aversión a la soledad en la mujer sola.

Comprender la diferencia que existe entre la soledad y la desolación es esencial para el paso de la reclusa rehén del aislamiento y la paranoia hacia la mujer que valora y crece en la soledad. Cuando se escoge la soledad, ella sirve de fundamento a la vida espiritual y nutrición del alma. Tiene muchas complejidades: gentileza, intensidad salvaje, introspección y contemplación, éxtasis, serenidad, asombro, una energía divina silente, paz interior y exterior.

La soledad no nos aparta del sufrimiento. Pide el sacrificio de algunas partes de sí mismo y exige algún aspecto de nosotros para podernos conectar con algo más grande. Tal como dice el poeta Rilke “el amor no es posesión”. Más bien el amor significa “que dos soledades se protegen, se bordean y se saludan la una a la otra”. La experiencia de la soledad puede traer un sentido de unión que fortalezca las relaciones.

Al contrario, la desolación con frecuencia nos hacer sentir abandonados, rechazados o perdidos. Nos sentimos víctimas, desesperadas y en conflicto, un juguete del destino. Una persona puede sentirse en mayor soledad estando en medio de un grupo o con alguna otra persona que cuando esta sola consigo misma, cuando puede sentir con mayor intensidad las proyecciones compasivas de los otros.

Sin embargo, en la soledad encontramos las semillas de la propia curación porque la ansiedad y el terror pueden ser el umbral hacia el asombro y la auto-comprensión consciente.

Referencias Bibliográficas

  • Leonard L. La Locura Femenina: Un Reto Interior para el Espíritu Femenino. Centro de Estudios Junguianos. Caracas. 1999.
  • Rilke RM. Letters to a Young Poet, trans M. D Herter Norton. New York. 1963.

 

LA AMANTE RECHAZADA

Por Lida Prypchan

El rechazo romántico es una experiencia universal y humana. Sus aspectos trágicos se conmemoran en la cultura norteamericana con recuentos sensacionales de las venganzas de las amantes publicadas en la prensa y recreadas en las películas y en las canciones de amor trágico de “rock”, “blues” o de música “country”.

Una amante rechazada cae en la trampa de conductas negativas y de patrones psicológicos de victimización, y es allí donde ella puede creer que es una heroína trágica. Pero bajo esa imagen oscura, romántica, depresiva, el rechazo tiende a desatar la ira de sus víctimas, la ira por la posibilidad de haber sido traicionada, ya que la infidelidad es uno de los mayores miedos del ser humano.

Cuando esto ocurre, la mujer loca puede surgir de la amante rechazada – a pesar de todos sus intentos para encubrir el dolor y de la pretensión de manejar la situación – e interrumpir su vida cotidiana, su trabajo y llegar al punto de afectarle el alma.

Con el corazón destrozado, consumidas por tal ira y lágrimas que apenas el alma y el cuerpo pueden soportarlo, algunas amantes rechazadas sienten impulsos asesinos hacia las personas que las han traicionado y puede sentir la urgencia de matarse. Otras se aferran a la relación después que ésta ha terminado y viven en una ilusión, poseídas por su propia fantasía.

Consumidas en el fuego del resentimiento estas mujeres se queman, en su creatividad y en el campo profesional. Otras compensan su rechazo mediante patrones obsesivos de trabajo, de comida o en la negación de sí mismas tales como la anorexia, el alcohol, las drogas, las compras o cualquier otra conducta adictiva.

Todos tenemos la tendencia de construir ideas y expectativas de nuestro amante perfecto, lo que proyectamos en la persona de quien nos enamoramos. Estos deseos se desarrollan a partir de experiencias infantiles en la relación con nuestros padres.

Si el padre de una niña se ausenta por muerte o enfermedad, o es demasiado distante o idealizado, suele tener mayor número de fantasías cuando llega a ser adulta. Puede imaginarse un hombre ideal que solo existe en su imaginación. La tarea de una psique saludable en una relación sana es romper con estas fantasías y proyecciones para lograr intimidad verdadera y una relación real.

 

Referencias Bibliográficas

  • Leonard L. La Locura Femenina: Un Reto Interior para el Espíritu Femenino. Centro de Estudios Junguianos. Caracas. 1999.

 

“LA SANTA O MUY BUENA MADRE”

Por Lida Prypchan

Según Linda Leonard muchas mujeres niegan la energía arquetipal de “la loca” dentro de sí porque puede ser muy potente y peligrosa. Nos asusta saber que a nivel inconsciente su existencia afecta nuestro comportamiento.

Las mujeres que han sido adoctrinadas con los enfoques de la cultura patriarcal para ser personas agradables, nutritivas, obedientes y servir de apoyo al hombre pueden tratar de actuar así en la superficie pero en los recesos escondidos de su psique, la sombra de “la loca” estará latente.

Encontramos que hay mujeres generosas, que se adaptan al entorno y aparentan estar encerradas en sus miedos; sus hijas las consideran con la capacidad necesaria de hacer el bien pero que llegan, al mismo tiempo, a lastimar a sus propias hijas porque las enseñan a reprimir sus sentimientos naturales: el dilema del disfraz de víctima indicando que una sádica escondida está controlando las relaciones.

Las hijas, con frecuencia, llevan dentro la ira no reconocida de sus madres y pueden tener conciencia de su ira pero estar inconscientes de su causa.

 

Referencias Bibliográficas

  • Leonard L. La Locura Femenina: Un Reto Interior para el Espíritu Femenino. Centro de Estudios Junguianos. Caracas. 1999.

LA REINA DE HIELO

Por Lida Prypchan

Una de las madres más enloquecidas es la Reina de Hielo: una mujer imperiosa, hambrienta de poder que tiene un sentimiento de inferioridad escondido. Si bien íntimamente desea calidez emocional, logra que quienes la rodean no se le acerquen porque responde fríamente a los sentimientos de los demás. Es una mujer que rechaza y abandona. Utiliza una racionalidad fría y valora exageradamente el orden y la perfección.

Si sus hijas carecen de sentido de la disciplina y del perfeccionismo la Reina de Hielo las castigará con observaciones humillantes. Este tipo de madre no se siente a gusto con regalos o actos de generosidad, quiere ser oída pero no quiere oír a los demás, sobre todo si se trata de asuntos relacionados con la vida emocional de quienes  la rodean.

Algunas hijas de las Reinas de Hielo nunca llegan a aprender a recibir la calidez de otras fuentes y, ya enfriadas por la frialdad materna, se convierten ellas mismas en Reinas de Hielo. Estas hijas aprendieron que cualquier expresión cálida que sus madres se dignaran a brindarles, venían con una etiqueta de precio psicológico o emocional.

Ellas encuentran difícil recibir el regalo del amor y constantemente buscan los motivos ocultos para explicar tales actitudes. La hija de una Reina de Hielo que repite el patrón de su madre, desea amor y adoración de amigos y parejas, pero no puede retribuir estos sentimientos de la misma manera.

Otras hijas, que buscan derretir la atmosfera glacial que heredaron de sus madres, anhelan la calidez que no recibieron cuando niñas y pueden convertirse en personas muy dependientes, siempre a la búsqueda de la nutrición emocional que sus madres les negaron.

La madre o Reina de Hielo puede ser muy controladora, ambiciosa, manipuladora, impenetrable e insensible a los sentimientos de otros; al mismo tiempo es astuta, sabe cómo venderse en el mundo para lograr lo que busca.

La curación de una Reina de Hielo requiere del deshielo de los sentimientos congelados. Si logran abandonar la atmosfera helada, el crecimiento sucederá en forma natural. Un deshielo dramático se necesita a menudo para comenzar este proceso.

Algunas mujeres atrapadas en el síndrome de la Reina de Hielo tratan de alcanzar este deshielo por medio de conductas adictivas como excesivo consumo de alcohol o a través de la promiscuidad sexual o de la ingesta exagerada de comida. Estos tipos de intento son externos y destructivos y no proporcionan cambios duraderos.

La Reina de Hielo necesita aceptar el sufrimiento y las heridas más profundas que llevan internamente debido a su  formación y lograr la disminución de la vergüenza y del sentimiento de inferioridad que siente en secreto.

Debe aprender a no equiparar lágrimas con debilidad. Necesita aprender que un grito desde el corazón puede derretir los sentimientos congelados. Las lágrimas de empatía hacia sí misma la pueden ayudar a curar su Reina de Hielo interna.

El buen humor también es un elemento curativo para la Reina de Hielo, y necesita aprender a reírse de sí misma y de sus imperfecciones.

LA DAMA DRAGÓN

Por Lida Prypchan

 

La madre que intimida a sus hijos con explosiones emocionales es una clase común de mujer “loca”.

Esta madre intimida a sus hijas por medio del miedo y las perturba con su ira. Cuando se les contraría reaccionan de manera exagerada, con una emotividad extrema, a fin de gobernar la familia con mano de hierro.

Siempre tiene la íntima convicción de que actúa correctamente, por ello permanentemente dicta clases sobre cómo deben hacerse las cosas. Si la hija es apacible, se siente avergonzada hacia la insensibilidad con que su madre trata a los demás.

La obsesión de la dama Dragón radica en ostentar la última palabra; es capaz de exigirla a gritos hasta que al fin obtiene la razón. Es abusadora y tirana, mandona, además invade a sus hijos con juicios críticos. La vergüenza y la humillación son dos de sus mejores estrategias y ella sabe cómo lograr que sus hijos se sientan culpables.

Es una experta en hacer que los otros se sientan desvalidos. A diferencia de la Reina de Hielo, la dama Dragón es apasionada, pero su ardor gira alrededor de sí misma. Su pasión es fría en su núcleo que quema como el hielo seco.

A menudo, estas madres se sienten celosas de los logros de sus hijas y son intolerantes con las diferencias que tienen con ellas. Las hijas de estas madres viven ocupadas tratando de defenderse, ya que es difícil que logren relacionarse a nivel humano entre ambas.

Debido al poder explosivo de la dama Dragón, puede tratarse de una mujer temerosa o de una niña abusada o abandonada. Por miedo a ser herida nuevamente, ella ataca. Debido a que sufre por los recuerdos de menosprecio, cualquier intento que se haga para calmarla es interpretado como si ella fuese el blanco de las críticas. Sólo se siente viva cuando está enojada. Si se removiese su ira, perdería su sentido de identidad.

Para curarse, la dama dragón debe trabajar en percatarse de lo que ella le hace a los demás. Si pudiera ver las consecuencias de su ira y reconocer que ella contribuye a tener los problemas que tiene, la dama Dragón podría cambiar.