DANTE Y LA DIVINA COMEDIA

Por Lida Prypchan

El gran agente del progreso en el mundo es el dolor y el ser descontento
que quiere desenvolverse y no encuentra un medio fácil para ello
Renán

 

Hace más de seiscientos años, un florentino alejado de su tierra y al final de la jornada de una vida plena de amarguras, luchas y desgracias, escribió una de las obras más extraordinarias del ingenio humano.  Este hombre fue Dante Alighier y la obra es “La Divina Comedia”.

La Divina Comedia produjo un verdadero deslumbramiento, un deslumbramiento de una luminosidad que fue más allá de las lindes de lo que se creía alcanzable por la inteligencia humana.  Dante, quien dejó esta obra antes de morir, alcanzó una glorificación extraordinaria.  Las sucesivas generaciones en estos seis siglos han ido encontrando cada vez nuevos motivos para considerarlo un ser sobrenatural.

Pero esta visión que se tiene de él no coincide con la del Dante real porque, después de todo, fue un hombre y un hombre que tomó parte en las pugnas y las luchas de su época, que amó, sufrió, desesperó e hizo todo, no solamente como lo hacemos todos los demás hombres, sino con la intensidad con que tenía que hacerlo y sentirlo un ser dotado de ese don extraordinario que le hizo crear aquella obra casi sobrehumana.

Dante nace en 1265 y muere en 1321, es decir, nace en el momento en que la Edad Media parece llegar a sus frutos más maduros y en el que comienza a asomar el vasto movimiento espiritual que va a constituir más tarde el Renacimiento.

Pertenece a una familia acomodada, pero no de la nobleza.  Es procedente de Florencia, ciudad tradicionalmente culta y sensible al tiempo y los cambios.  Cuando estaba muy joven pierde a sus padres.

A los nueve años asiste a una fiesta dada por un rico comerciante llamado Portinaria, en su palacio de Florencia, y entre flores, luces y músicas, Dante no tenía ojos sino para admirar la gentil y bella figura de una niña: la hija de Portinaria llamada Beatriz.  ¿Era acaso un lazo misterioso y simpático entre dos corazones y una especial influencia del cielo o era más bien, como algunas veces la experiencia nos lo demuestra, que en medio de la armonía de la música y la alegría del bullicio, dos corazones juveniles fácilmente se inflaman y se encuentran en un común afecto?  “¡Qué nos importa!  Lo cierto es que Dante, en edad tan temprana, quedó sumiso y esclavo del amor…”

Sin embargo, Beatriz nunca será de Dante: se casa con otro hombre y muere a los veinticuatro años.  Ella muere y Dante confiesa más tarde que había pensado hacer por aquella mujer lo que ningún hombre había hecho por ninguna otra, que dirá de ella lo que jamás se ha dicho de ninguna y  es lo que hace en La Divina Comedia, la cual es la glorificación más extraordinaria de una mujer que nunca antes se había hecho en la Historia Universal.

Se casa con otra mujer y tiene hijos, lleva una vida aparentemente normal y se involucra en la vida política de su tiempo y su ciudad.  La lucha política de su tiempo consistía en que el Imperio Romano había desaparecido y, en sucesivas tentativas, príncipes germanos habían tratado de resucitar dicho Imperio, es decir, crear la unidad política de Europa en torno a una corona de la cual dependieran los demás reinados y principados en calidad de vasallos.

Frente a esa pretensión imperial, se alzaba la idea papal, que consistía en que el Papa debía ser tanto el señor espiritual como el temporal, y que los reyes y el Emperador debían ser ejecutores de la voluntad del Papa.  Esa pugna divide toda la Edad Media en dos grandes partidos: “El de los güelfos, que eran los papistas, y el de los gibelinos, que eran los partidarios del Emperador”.

Según Dante ambos podían mandar: el Papa en el plano religioso y los emperadores y los reyes en sus respectivas jurisdicciones.  Pero este equilibrio era un poco difícil e idealista ya que ambos partidos querían el poder absoluto.

Dante pertenecía a una fracción más liberal dentro del partido güelfo, pero a fines del siglo XIII, en Florencia, una serie de conmociones políticas hacen subir un gobierno de tipo democrático, en el cual Dante desempeña algunas funciones, como la de ir con una embajada ante un Papa de muy fuerte personalidad, el Papa Bonifacio VIII.

Bonifacio VIII y Dante se encuentran frente a frente.  No se entienden, la idea de Bonifacio VIII de predominio papal absoluto está en contradicción con la de Dante y, entre tanto, el Papa logra que su gente predomine en Florencia.  A Dante no le queda otro remedio que huir y marchar al exilio, el cual será largo: en Rávena, la ciudad donde murió.

La primera cosa importante que Dante hace al concebir esta obra monumental es escribirla en lengua vulgar, la lengua que el pueblo hablaba, lengua menospreciada por la gente culta de su época.

Concibe su poema como un resumen de todos los conocimientos humanos;  también va a destilar en este poema todo lo sobrenatural y lo sobrehumano, el mundo de los muertos, la historia, las visiones de la religión y, junto a esto, todos los recuerdos y los mitos del mundo clásico.

Va a hacer un viaje que consiste en pasar a través del Infierno, el Purgatorio y el Cielo.  Tres cantos escritos en estrofas de tres versos, que es lo que se llama “la tersa rima dantesca”.

Dice, al comienzo de su poema, que un día, en mitad del camino de su vida, se encontró que había perdido la vía derecha y se había extraviado en una selva oscura, donde lo amenazan, simbólicamente, tres figuras que representan las pasiones humanas y allí viene a su encuentro Virgilio, el gran poeta del mundo latino, y le va a acompañar como guía en el viaje a través del Infierno y el Purgatorio.

Allí tenemos los círculos superpuestos por donde van las almas del Purgatorio, que están en preparación para poder pasar definitivamente al cielo y encima, en la parte alta, tenemos la visión del Paraíso, donde están las almas de los bienaventurados, los santos, las potencias, los arcángeles y, por último, como coronación final, la visión de la Divinidad.

Todo esto, sobrehumano y gigantesco, es lo que Dante narra en su poema.  Virgilio es la inteligencia que lo acompaña a través del infierno y el Purgatorio, pero en la frontera del Purgatorio viene a él Beatriz, que es la que ha enviado a Virgilio a buscarle y que se convierte casi en una mensajera de la Divinidad.

Otra cosa importante en la obra de Dante es su preocupación por la fama, el renombre.  Esto se debe a que para Dante ya había comenzado la idea renacentista que el hombre debía destacarse por algo, el horror a ser mediocre y ese horror era lo que lo llevaba a preferir destacarse, incluso por el mal, antes que permanecer en esa indiferencia estable e indistinguida.  A este respecto, en la Divina Comedia hay una parte en la que Dante se encuentra con los grandes poetas del mundo antiguo: Homero, Ovidio y Lucano, quienes lo rodean y lo reciben como a su igual.  Con eso Dante está diciendo: “Yo sé que soy uno de los seis o siete grandes espíritus que la humanidad ha tenido y, algún día, los demás lo han de saber también”.

¡Qué lástima que a muchos de los grandes hombres no se les reconoció su obra en vida, sino después de muertos!  A Dante, la muerte lo apartó de lo único que pudiese haberle causado felicidad por unos momentos: ver en la humanidad el aporte que él había dado con tan maravillosa obra.

La vida de este hombre sensible, cuyo espíritu vive aun entre los que lo conocen, se puede resumir con una sola y triste palabra: dolor.

Sus dos grandes amores: Florencia y Beatriz, fueron dos males que le causaron bien y dos cosas buenas que le causaron mal y a ellas les dedicó su existencia por completo.