EL PRÍNCIPE QUE MURIÓ DE AMOR

Por Lida Prypchan

“La pasión no puede comprenderla quien no la experimenta”.
Dante Alighieri

 

Uno debería apartarse del amor cuando ha muerto la pasión. La pasión motiva la atracción, el acercamiento, la compenetración, sin ella no hay complicidad en las miradas. Por lo general, las relaciones pasionales son escasas. Porque tanta emoción en la vida de una persona acaba por perturbar de alguna manera. Debe ser por esto que encontramos tantas parejas aferradas a la costumbre y a la calma.

La pasión no solo se refiere al plano sentimental sino también al resto de actividades del quehacer humano: la pasión por el arte, por la comida, por los pájaros, por el trabajo…   Esto me hace recordar la creencia según la cual quien se frustra en el amor busca su compensación en el trabajo.

No hay que olvidar, al referirnos a este tema, la teoría de Freud sobre Leonardo Da Vinci, cuando decía que debido al hecho de no dar rienda suelta a su sexualidad quedaba en él acumulada una energía que utilizaba en sus creaciones artísticas y científicas. Sin embargo yo creo que se rinde mejor en el trabajo cuando se está satisfecho sentimentalmente.

La razón sería la siguiente: el hombre depende de su estado de ánimo. La soledad puede ser su amiga en muchos momentos pero uno necesita compañía humana, dialogar, entregarse, recibir caricias y darlas. Si este aspecto de nuestra vida está satisfecho el ánimo mejora porque hay nuevos deseos, deseos de producir, deseos de satisfacer las inquietudes.

El príncipe que murió de amor se refiere a la vida del hermano de Doña Juana La Loca, el príncipe don Juan quien se casó con la archiduquesa Margarita. Sucedió en una época conservadora. La duquesa tardó en reunirse con su novio un año por retraso del barco, y al llegar ya estaba dada la orden -la dio la madre del príncipe – de no tocarse mutuamente ni siquiera la mano para saludarse.

Una vez casados tal fue la eficacia de la prohibición, que al unirse lo hicieron con tanto afán e insistencia que los médicos vieron peligrar la salud del príncipe, y le aconsejaron como único remedio la separación temporal de los cónyuges incontinentes.

La madre de don Juan estuvo en desacuerdo alegando: “no deben separar los hombres lo que Dios ha unido”. Aparentemente consumido en los excesos físicos del amor, el príncipe muere a los pocos meses. Por supuesto que ésa no fue la causa de la muerte ya que el instinto se agota por su propia saciedad antes de que pueda producir daño.

Este acontecimiento marcó a su padre Don Fernando quien antes de cualquier matrimonio aconsejaba tener templanza para no morir como su hijo. La vida y muerte de Don Juan no se convirtieron en leyenda porque uno cree que el entusiasmo amoroso satisfecho no puede tener efectos letales.

Uno debería apartarse del amor cuando ha muerto la pasión. Pero también apartarse cuando la pasión conduce a la muerte: porque hay pasiones que matan.

Sea como sea, todo esto explica porqué las pasiones cuando se viven duran poco: porque conducen a los extremos.