Por Lida Prypchan
“Quien poseyendo los rudimentos de la misantropía quisiera perfeccionarse en ella, debe frecuentar la escuela de Swift:
aprenderá así a dar a su desprecio por los hombres la intensidad de una neuralgia”
E.M. Cioran (Silogismos de la Amargura)
Al referirnos a misántropos y misóginos no podemos olvidar al escritor satírico irlandés Jonathan Swift.
Fue misántropo porque despreció más que nadie el género humano y, paradójicamente, se sentía poseído por una frenética necesidad de justicia. A esta contradicción se debe su frase: “Siempre he detestado todas las naciones, profesiones o comunidades, y solo puedo amar a los individuos. Detesto y odio especialmente el animal que lleva el nombre de hombre, pese a que amé con todo mi corazón a Juan, Pedro, Tomás, etc.”.
Fue misógino, en su vida privada se evidencian deplorables complicaciones sentimentales en las cuales él evidenciaba incapacidad de comprometerse emocionalmente: tres mujeres se disputan su amor y se destrozan entre sí, terminando como siempre terminan estas historias: ninguna se queda con él, ninguna lo perdonará jamás y él se queda más solo que un cactus en el desierto. También se le considera el creador del nombre femenino Vanessa, seudónimo que él adjudicó a una joven amante.
Además de misántropo y misógino, fue el iniciador del humor negro (termino introducido por André Breton).
Swift, en efecto, tiene todo el derecho a aparecer como el inventor de la broma feroz y fúnebre. En su escrito “Pensamientos sobre diversos temas morales y entretenidos” encontré cinco magníficas frases que nos revelan su versatilidad como humorista y sátiro.
La primera es una frase sobre los celos: “Los celos, como el fuego, pueden acortar los cuernos, pero les hacen oler mal”.
La segunda es sobre el matrimonio: “Venus, una hermosa y excelente dama, era la diosa del amor; Juno, una arpía terrible, la diosa del matrimonio, y siempre fueron mortales enemigas”.
La tercera es sobre la pobreza: “Pregunté a un hombre pobre cómo vivía y me respondió: como un jabón, disminuyendo siempre”.
La cuarta es sobre los entierros: “Quien camine atento por las calles verá, sin duda, las caras más alegres en los carruajes enlutados”.
Y la quinta frase no se las puedo transcribir; sólo les diré que es una pregunta sobre las iglesias.
Jonathan Swift nació en Dublin el 30 de noviembre de 1667 y murió en la misma ciudad el 19 de octubre de 1745. Fue poeta, hombre de ingenio, crítico, sacerdote, brillante escritor de panfletos políticos y, sobre todo, el más grande sátiro de la lengua inglesa.
En este sentido debemos reconocer nuestra indiferencia al permitir que “Los viajes de Gulliver” se convirtiera en un clásico de la literatura infantil. Esta obra constituye una crítica implacable, misantrópica y pesimista de la sociedad de su tiempo. En ella se muestra la ridiculez del hombre ahogado en la trivialidad y el vicio.
La sátira es una caricatura verbal que distorsiona deliberadamente la imagen de una persona, institución o sociedad. Su método tradicional es exagerar las características que se consideran típicas de la personalidad de la víctima y simplificar todo aquello que no sea relevante para sus propósitos. En el fondo, la sátira es la manifestación de una utopía.
En Swift, por ejemplo, observamos el elemento utópico en su frenética necesidad de justicia. No nos extrañará, además, ver la semejanza, en cuanto a fundamentos, entre Swift y Tomás Moro (el autor de “Utopía”).
En el siglo XX, cuando la utopía parecía haber desaparecido, fue publicado la novela “Un mundo feliz” de Aldous Huxley, que resultó ser una sátira excepcional sobre el alienado hombre de nuestros días, condicionado por la tecnología, desorientado, que vive semidespierto durante la noche y semidormido durante el día, superficial, poco comunicativo, que se agrupa con otros porque solo no es nadie, carente de ideales, y los socialmente conocidos como “cultos” por lo general son unos imitadores que se masturban porque Henry Miller se masturbaba y que se ahogan en alcohol porque Hemingway era un borracho.
Se dice que en sus últimos años Swift perdió la razón. Probablemente terminó siendo un loco que perdió todo menos la razón.