En dos documentos anteriores presenté igual número de análisis de la personalidad de Leonardo Da Vinci, basados en frases encontradas en su diario y en un recuerdo infantil decisivo en su desarrollo anímico. En esta ocasión, presento la consecuencia de sus recuerdos infantiles.
De la mano de Leonardo salieron dos obras pictóricas que sintetizan sus sentimientos: una de ellas es La Gioconda, mejor conocida como La Mona Lisa, obra en la que Leonardo plasma una sonrisa llena de sensualidad que le recuerda a la madre, sonrisa, que a partir de la creación de este cuadro, jamás desaparecerá en las posteriores realizaciones pictóricas de él.
La Mona Lisa dejó anonadados a los hombres del Renacimiento y esa enigmática sonrisa sigue fascinando a los hombres de la actualidad. Al presente nadie ha descifrado los pensamientos de La Mona Lisa. Sin embargo, ¡cuántos poetas y novelistas han tenido que ver con ella en el momento de grandes inspiraciones!
A propósito de La Mona Lisa el historiador alemán del arte Richard Muther escribió: “tan pronto aparece, sonríe seductoramente y deja perder en la lejanía una mirada fría y sin alma. Todo en este cuadro, incluso el paisaje, parece sumergido en una densa y ardorosa sensualidad”.
Por otro lado, son muchos los críticos que opinan que, la Mona Lisa de Da Vinci, es la reproducción más perfecta de la antítesis que domina la vida erótica de la mujer: la reserva y la seducción.
Se han dado otras interpretaciones a esa obra. La escritora austríaca Marie Herzfeld, en su monografía titulada Leonardo Da Vinci dice: “los rasgos de la Mona Lisa yacían, desde mucho tiempo atrás, en el alma de Leonardo”.
Es muy posible que la madre de Leonardo tuviera esta misma sonrisa; gesto que había caído en el olvido y que reencontró en los labios de la Gioconda. En este cuadro, Leonardo recuerda a su madre, encuentra la expresión sonriente que perdió en la infancia y, la plasma en su obra.
LA VIRGEN CON EL NIÑO Y SANTA ANA
El segundo cuadro que sintetiza los sentimientos de L. Da Vinci es La Virgen con El Niño y Santa Ana. Es la obra de Leonardo más inmediata cronológicamente a la Gioconda. Es muy posible también, que el recuerdo de su madre le impulsase a crear una glorificación de la maternidad representando a la Virgen María con el Niño Jesús y Santa Ana. En este cuadro los dos rostros femeninos muestran la sonrisa “leonardesca”.
Sobre este cuadro, algunos críticos han dicho: “sólo Da Vinci ha podido pintarlo, ya que allí se encuentra la esencia de su vida”.
Se observan dos mujeres y un niño. El niño es, por supuesto, Leonardo, y las dos mujeres son las dos madres que él tuvo; desde que nació hasta los 5 años, permaneció con su verdadera madre y, desde los 5 hasta la adolescencia, vivió con el padre y con la esposa del padre, es decir, Donna Albiera.
Vivió con el padre y la madrastra, ya que este matrimonio no pudo tener hijos y, en vista de la belleza y la poderosa inteligencia del niño, Donna Albiera permitió que Leonardo entrara en la familia. Leonardo sintió, el grave dolor de su verdadera madre, la indignación que padecía al ver que le quitaba su hijo, precisamente la misma mujer que la despojara antes, del hombre que amaba.
En la composición, las dos mujeres ocupan diferentes posiciones: una, le tiende los brazos y, la otra, lo mira relegada, con esa sonrisa leonardesca tan enigmática e indescifrable. La madre, es representada en la figura de Santa Ana y Leonardo, como para apaciguar el corazón adolorido por la doble trampa que le tendió el destino, pone en su rostro y en especial en sus labios una bienaventurada sonrisa. Lo hizo así, ya que perseguía un determinado objetivo: encubrir y negar la envidia que la infeliz Catalina, su verdadera madre, sintió al verse obligada a ceder su hijo a la noble rival, así como antes le había cedido el hombre amado.
Con respecto a este cuadro, Freud dice: “es difícil delimitar las figuras de Santa Ana y la Virgen María. Se trata de imágenes oníricas mal condensadas, que aunque artísticamente podría ser considerado un defecto de composición, no es así, ya que lo que perseguía Da Vinci, era fundir sus dos madres en una sola y única figura”.
Oscar Pfister quiso profundizar más en Leonardo, en relación a cómo interpretar este cuadro y tras largos estudios, llegó a la conclusión que se trataba de un rompecabezas inconsciente ya que, después de largo tiempo, observando y estudiando este cuadro, halló que “en las vestiduras extrañamente plegadas y difícilmente delimitables de la Virgen María, había encontrado el contorno del buitre.”
En cualquiera de los casos, y en relación a las opiniones expuestas acerca de Leonardo, es indudable la poderosa influencia que constituyó su infancia, la presencia de una madre a la que glorificó y, la ausencia del padre que en ningún sitio lo nombra, su desconocido padre.