En la mayoría de los libros acerca de “cómo desarrollar la memoria”, sus autores nos la representan como un archivo con muchas gavetas, para que podamos clasificar y seleccionar lo que guardaremos en cada una de ellas. Memorizamos algo de mejor o peor manera, dependiendo de la impresión favorable o desfavorable que nos produzca.
¿Cómo no nos puede interesar este tema, si casi la cuarta parte de nuestra vida se nos esfuma sentados en un escritorio? 6 años en primaria, 5 años en secundaria, 5 años durante la carrera universitaria y dos o tres años adicionales en cada postgrado. En total son unos 18 a 20 años de estudio. Sin embargo, aunque el estudio viene a ser una actividad importantísima en la vida de un joven, aún no se le presta la atención que requiere.
Precisamente acerca de temas como la enseñanza y la forma de estudio de los estudiantes universitarios, habló Juan David García Bacca en una entrevista que Ramón Hernández le hizo para el cotidiano de circulación nacional El Nacional el 15 de junio de 1980. García Bacca era vasco y para el momento de la entrevista tenía 32 años viviendo en Venezuela. Era filósofo. Estaba jubilado desde 1971.
Tradujo todas las obras de Platón desde el griego antiguo en 5 años. Son en total once tomos. Para ello, se necesita ser filósofo, conocer el griego antiguo y escribir bien.
Su primera crítica fue a los profesores. Según él, los profesores creían que al terminar su carrera no tenían que estudiar más. Criticaba la caducidad de los conocimientos que impartían. Para él, el buen profesor no era el que daba la misma clase durante veinte años, sino el que las daba con conocimientos actualizados. En este sentido, García Bacca generalizó demasiado. Hay profesores de profesores y, como en cualquier otra profesión, los hay incapaces y los hay preparados, que están al día y que se esmeran por poner a los estudiantes al tanto de todos los cambios recientes.
Sin lugar a dudas, los profesores actualizados hacen su clase más amena, caso contrario sucede con los desactualizados, harán de su clase un martirio, una muerte lenta, sobre todo para los estudiantes que aguardan el más mínimo detalle para distraerse.
Hablando de esto recuerdo que en bachillerato un profesor – un hombre ya mayor – me dio clases de Historia de Venezuela. Daba la clase con un estilo como si estuviéramos en la época de la Independencia. Cómo sería su clase de fatigosa que hasta él mismo bostezaba.
Más grave es la situación del estudiantado: siempre está apuradísimo por graduarse y aún con toda la prisa, requiere tiempo sobre todo para participar en el mercado laboral; hay cada vez más y más estudiantes que necesitan sufragar sus propios gastos.
Estudia dos o tres días antes del examen – si es posible -, además, no duerme la noche anterior a cada examen de evaluación y se siente confiado en que por las horas de desvelo, del subconsciente aflorarán los vagos conocimientos que tienen. Para desarrollar un buen método de estudio, no hay otra forma de obtenerlo que estudiando constantemente. Es como el deporte: si queremos hacerlo bien tenemos que practicarlo, de preferencia diariamente.
Hay muchos factores que hacen aborrecible el estudio.
Desde pequeños, existe la constante presión por ser el niño modelo: el que saca buenas notas. Se le enseña al niño a medir su inteligencia por sus calificaciones. Para sacar excelentes notas, la maestra le enseña a reproducir textualmente, sin entender, lo que está en los libros.
Como el método de memorizar con puntos y comas da tan buenos resultados, y los padres y compañeros los halagan y admiran por ser tan brillantes estudiantes, siguen estudiando de esa forma. En bachillerato sucede igual; pero cuando se tropiezan con un profesor que lo quiere hacer pensar ocurre la gran catástrofe: el niño genio se traumatiza.
Cuando ingresa a la Universidad y advierte que para seguir sacando las mejores calificaciones tiene que memorizar 3 tomos de mil páginas cada uno – todo en 3 meses -, más de una maldición sale de su boca, antes sagrada y pura.
Tarde o temprano se dará cuenta de su error y cambiará su forma de estudio. Este cambio cuesta, pero con insistencia se logra. Consiste en romper el hábito antiguo y afianzar el nuevo. Algunos no lo logran y se quedan estancados.
Esta evolución depende en gran medida de los padres; si les inculcan desde pequeños los hábitos correctos y los previenen contra todos estos males, los salvarán de más de una desilusión.
García Bacca habló también de la bonanza económica de la Venezuela de aquél momento. Dijo: “En Venezuela, no hay para que molestarse: llueve petróleo y el ambiente en general es de comodidad. Si un examen lo hacen difícil, lo suspenden; y si las autoridades no quieren, los estudiantes secuestran al Decano. Queman un autobús como si fueran a prender un cigarrillo”.
También dijo: “En una sociedad bien comida y bien vestida, pedirle a una persona que le preste atención a su carrera y a su trabajo, requiere de una reconversión interna, no puede ser mediante un decreto ni por mandato de nadie. Una enfermedad no se cura de golpe, sino que son las células las que van rehaciendo el organismo. Exactamente así ocurre en la sociedad, se va curando por ciertas células de personas bien formadas que se van multiplicando. Por ejemplo, si un profesor logra formar tres alumnos, realmente alumnos, estos tres formarán nueve y, así, por progresión geométrica, al cabo de unos veinte años tendremos un organismo viable. Pero no sucede así, porque estamos siempre de prisa y esperando milagros. Creemos que con decir: ¡refórmate Venezuela! Venezuela se reformará”.
¿Qué nos recomendó García Bacca en aquél momento?
Nos recomendó: paciencia. Para él, ésta es una fórmula: “aguantar una hora, dos horas; un año, varios años”. El filósofo en la entrevista, salta de una crítica fuerte (sin pelos en la lengua), a la pasibilidad que le produce el cansancio de sus palabras y, termina hablándonos de la melancólica paciencia.
En la última parte de la entrevista, se habló sobre la importancia del aislamiento y la filosofía oriental. A estos temas se llegó así: Ramón Hernández, el entrevistador, viendo toda esta situación como una crisis, le preguntó a García Bacca cuál era la razón de ella. Él respondió que no era una Enciclopedia Británica, que lo único que sabía era que, para hacer algo en este mundo, había que dedicarse a una sola cosa y el resto reducirlas al mínimo.
Entonces se llegó al tema de si hay que aislarse o no. García Bacca dijo sin vacilar: si uno no se aísla, no hace nada; lo absorbe la colectividad. En este momento la entrevista sufrió un corto circuito porque el entrevistado no quiso explicar su afirmación. Se notó su indecisión. Inteligentemente supo por dónde escapar, aclarando que uno no sólo se dedica a pensar, sino que escribe sus ideas y, los resultados de sus investigaciones tarde o temprano están en manos de la colectividad. “El aislamiento total no existe”.
Por último, se discutió sobre la filosofía oriental. Dijo, que si esta filosofía predominara en el mundo, la electrónica no existiera, nada de lo moderno existiera, no existiera ni la electricidad. En su opinión esta filosofía es un bonito cuento, pero nada más. Poesía, linda poesía.
Por todo esto, las palabras de García Bacca, no deben ir a la última gaveta de nuestra memoria.