El concepto de la timidez, dijo severamente el doctor Flaminio S. – psiquiatra mundialmente conocido por sus extraordinarios estudios psicoanalíticos sobre las películas eróticas de Ornella Muti – y su definición, han variado a través de los años. Existen los extrovertidos y los introvertidos. El asunto está en la gama de variaciones transitorias entre un estado y otro.
Es frecuente observar en el ambiente, individuos que pareciesen ser extrovertidos y realmente son unos introvertidos que luchan con ello. Lo cierto es que, en la actualidad no se puede decir a ciencia cierta, qué significa ser tímido y cuáles son sus características clínicas. Cada tímido es único.
Este párrafo lo leyó Alejandra al salir del baño, mientras esperaba la cena. Lo extrajo de la revista “Locos estamos todos”, cuyo lema era “No son todos los que están, ni están todos los que son”. Alejandra estaba obsesionada con la locura. Sentía que de un momento a otro, por extrañas influencias, y sobre todo a causa de su timidez, podía traspasar los límites de la cordura. Esta sensación se había acentuado de un tiempo para acá. Fue a raíz de que conoció a Clemente.
Cuando se lo encontraba en algún lugar las manos le empezaban a sudar, igualmente los pies, las medias se le deslizaban solas, la piel se le palidecía, los labios se le resecaban, el corazón se le paraba por unos segundos y luego comenzaba a latir a ritmo de galope, las piernas le temblaban, sentía las cosas girando, se le dilataban las pupilas, las orejas se le ponían de color púrpura, se le erizaba la piel, se volvía mentalmente confusa, llegando a veces a perder la conciencia, por lo cual se le practicaba un examen de fondo de ojo en el que le encontraban el retrato de un hombre que, después de intensas averiguaciones, resultó ser Clemente.
Afortunadamente, Alejandra sabía alejarse de lo que para ella constituía una zona de peligro, que era precisamente verlo a él. Inteligentemente nuestra protagonista decidió tratarse este trastorno con un psiquiatra que tenía un consultorio sentimental. El experto en asuntos del corazón y otras patologías amorosas, le hizo hincapié en que debía buscar a ese hombre y hablarle, para poder vencer su problema. Pero, lamentablemente, el psiquiatra no la instruyó sobre qué temas podría tratar con él y cuál debía ser su actitud.
Un día, Alejandra y él coincidieron en un centro comercial y sin mucho preámbulo ella lo invitó a tomar un café. En esa ocasión – y otras más -, Alejandra le habló de variados temas, como los problemas cardíacos de una tribu indígena ecuatoriana en el siglo XVI; de la historia del peinado a través de los siglos; de la influencia del rock pesado en los crímenes pasionales; de los suicidios colectivos ocurridos en época de guerra; de las propiedades curativas del limón y la cebolla; de las concesiones del mayordomo de Julio Iglesias; de las campañas antidrogas; de la formación de las nubes; de las predicciones astrológicas para el año siguiente. Por supuesto que Alejandra, debía nutrirse intelectualmente en las noches para poder desarrollar semejantes discursos.
Hasta que un día, Clemente tocó el tema del amor. Alejandra le comentó las opiniones de José Ortega y Gasset, de Mirá y López, también de Schopenhauer. Dijo, que prefería las apreciaciones de Mirá y López. Habló del demonio de los celos y, comentó el egoísmo que ellos reflejaban. Se refirió a la novela “Carmen” de Mérimée. Mientras ella hablaba, Clemente se le iba acercando provocativamente.
A un cierto punto Alejandra le declamó: “si a la lucha me provocas, dispuesta estoy a luchar”. Clemente, la invitó a un río y, Alejandra le respondió con una canción de Simón Díaz: “Mercedes se está bañando en las orillas de un río / mis ojos la están mirando / pero es de un amigo mío / yo no quisiera mirarla pero no tengo la culpa / ella parece una esmeralda con flores de chupa-chupa / que yo le avise a mi amigo / muy difícil me resulta”. Clemente, desesperado le pidió un beso y Alejandra empezó a cantar: “Aja, aja, aja, ajaaa / que no me podrás apartar de tu mente cuando vayas a besar”. Clemente, hastiado, se levantó y se fue.
Y Alejandra se quedó cantando: “Amor, tranquilo no te voy a molestar / mi carta estaba echada, ya lo sé, y sé que hay un torrente dando vueltas por tu mente / Ya lo ves, la vida es así, tú te vas y yo me quedo aquí / lloverá y ya no seré tuya, seré la gata bajo la lluvia y maullaré por ti / Amor, tranquilo no te voy a molestar, si ves alguna lágrima perdón / ya sé que no has querido hacer llorar a un gato”.