GEORGIA O’KEEFFE PARTE II

Por Lida Prypchan

¿Habla el arte visual sobre su creador, revelando aspectos de la personalidad del artista en sus obras? ¿O habla la obra acerca de su sujeto, del paisaje en la forma en que se despliega en el horizonte – en una obra pictórica, por ejemplo – a determinada hora del día con una iluminación en particular?

Georgia O’Keeffe, insistía en que sus pinturas no se referían a ella, sino que eran representaciones de lo que veía y que el observador no debía interpretarlas como si tuvieran un significado más profundo. “Los artistas pierden tiempo tratando de hacer que los observadores vean algo, de complacerlos estéticamente”, decía. “Ni siquiera entiendo por qué nos preocupamos por lo que otros piensan de lo que hacemos -realmente no importa quiénes son ellos, ¿acaso no es suficiente simplemente expresarse uno mismo?”, le comentó a una amiga en una carta.

Por ejemplo, muchas personas pensaron que sus pinturas de flores tenían una connotación sexual, de lo cual O’Keeffe se reía. “He conseguido convencerles para que se tomen su tiempo y miren lo que yo he visto, y cuando se tomaron el tiempo para ver realmente mi flor, atribuyen sus propias ideas sobre flores a mi flor y escriben sobre mi flor como si yo pensara y viera lo que ellos piensan de esa flor y reconocen en ella, pero ese no es mi caso”, dijo ella.

Un proceso natural, como partes de animales desvaneciéndose en el polvo, era para ella formas e iluminación en el momento. Ella quería lo que veía, y recordaba lo que experimentaba cuando lo veía: “Los huesos blanqueados por el sol eran más maravillosos aún recortados contra el azul, ese azul que siempre estará allí como lo está ahora después de que toda la destrucción de los hombres haya terminado”, dijo una vez.

Inicialmente los trabajos de O’Keeffe fueron el resultado del aprendizaje y las tareas realizadas cuando estaba estudiando en los programas de arte. Se dio cuenta de que no quería formarse como una artista tradicional, sino tomar forma a medida que se movía en su mundo. “Yo me decía: tengo cosas en la cabeza que nada tienen que ver con lo que me han enseñado, formas e ideas que me son tan familiares, que responden tanto a mi forma de vivir y de pensar, que no se me ha ocurrido plasmarlas. Me decidí a empezar de nuevo, a olvidar lo que me habían enseñado y a aceptar como cierta mi propia visión de las cosas (…) Estaba sola, totalmente libre, sólo trabajaba para mí misma, era todavía desconocida y no necesitaba agradar a nadie, sólo a mí misma. (…)”.

Cuando O’Keeffe vivió en la ciudad, pintó cuadros que mostraban el horizonte como arquitectura y las líneas y las sombras de los rascacielos. No pintó personas, únicamente productos de personas y los lugares en donde se encuentran. Su trabajo era detallado y específico.

Cuando se fue a vivir a Nuevo México, sus paisajes se volvieron bastante coloridos y con una mezcla de cultura: iglesias, cruces, muñecas nativas y adobe. Su obra era detallada y específica, no era abstracta. Explicó que ella mezclaba el fondo, el primer plano, el pasado y el futuro. Sus pensamientos, cuando los compartía, parecían fluir hacia adelante, hacia atrás y alrededor de sus temas.

Una vez explicó uno de los muchos cuadros famosos de flores blancas: “La gran flor blanca con el interior dorado muestra algo de lo que quiero decir sobre el tema del blanco; aquí, el blanco tiene un significado totalmente diferente para mí que antes. Si es a la flor o al color al que le corresponde la mayor importancia, eso no lo sé. Sólo sé que, si he pintado la flor tan grande, es para comunicar la experiencia que ha surgido de mi contacto con la flor; ¿y qué es mi experiencia con la flor sino una experiencia con el color? (…) El color es una de las cosas maravillosas que para mí hacen de la vida algo valioso, y como ahora reflexiono sobre la pintura, me esfuerzo en crear con el color un equivalente para el mundo, para la vida tal como yo la veo.

Aprendió a conducir en Nuevo México, adquirió un vehículo y exploró su entorno, lo cual le dio una visión más amplia del lugar en donde más se sentía como en casa. “Ustedes saben que nunca me siento en casa en el Este, como me siento aquí y, sintiéndome finalmente en el lugar correcto, siento nuevamente que soy yo misma y esto me gusta…Afuera de la gran ventana, los campos de alfalfa color verde oscuro; luego el arbusto de artemisa y más allá la montaña más perfecta; me hace sentir como si estuviera volando;  y no me importa en qué se convierte el arte”.

Empezó a volar a otros países, y pintó lo que vio en esas tierras lejanas que mucha gente nunca vería sino a través de su “lente”. O’Keeffe, pintó hasta que ya no podía ver más. Muy pocas veces concedió entrevistas o habló en público, pero sí escribió cartas y compartió su punto de vista cuando quería ser escuchada. Finalmente, eran sus pinturas lo que ella quería que hablaran por ella, comentó: “Me doy cuenta de que puedo decir cosas con colores y formas, que no podría decir de otra manera, cosas para las que no tenía palabras”.