Por Lida Prypchan
Cada día, cada vez con más frecuencia, se encontraban con esa sombra, con esa puerta. Entre ellos dos, Aristóbulo y Elisa, estaba esa sombra, esa puerta, y un abismo negro y oscuro como la muerte a solas.
Elisa le dijo, luego de una relación de más tres meses “entre tú y yo hay un abismo”. Pero luego se erigió esa puerta entre ellos; más que una puerta parecía una muralla, ahí estaba siempre ella, firme y en actitud arrogante. Aristóbulo, decidió un día patear con todas sus fuerzas la puerta que los separaba.
Elisa intentó en más de una ocasión saltar el abismo, e incluso, en algunos de sus ratos de esparcimiento, seguía haciéndolo. En esos momentos el corazón se agitaba en su pecho al punto que llegó un día a romperle la blusa – al punto de ponerse morada -; se subía las mangas, se ajustaba la correa, rezaba unas cuantas oraciones y se lanzaba con pasión. Pero al instante se percataba que había hecho otro salto en vano.
Maldecía a su profesora de educación física por no haberla enseñado a saltar como era debido. Un buen día logró hacerlo y estando del otro lado se preguntó: ¿eso era todo? Y luego se percató que el asunto no era saltar el abismo, sino borrarlo, hacerlo desaparecer.
Compró un mapa y unos días más tarde, se dio cuenta que necesitaba hacer desaparecer el abismo que llevaba Aristóbulo dentro de sí y que lo apartaba de ella y necesitaba también hacer desaparecer el que llevaba ella dentro de sí misma…. Tomó lápiz y papel, y describió con lujo de detalles la situación de dicho abismo, y movió cielo y tierra para lograr finalmente hacerlo desaparecer. La cuestión era complicada.
Y para vencer en semejante contienda, tenía que enfrentar sus propios pensamientos y esto significaba borrar esa idea de su mente. Mientras más quería olvidarlo… más lo recordaba… y cuando al fin empezaba a olvidarlo Aristóbulo le refrescaba la memoria: “recuerda mi amor que entre tú y yo hay un abismo”, le decía; no había forma ni manera de desembarazarse de ese pensamiento absurdo, fue tanto así, que se acostumbró a vivir con la idea del abismo entre ellos dos.
Posteriormente, ya ella no recordaba con precisión, cuándo se levantó esa muralla entre ellos dos. ¡Ay qué sufrimiento el de esos dos! Aristóbulo fue el primero en darse cuenta de la presencia de la muralla, y el primero, obviamente, en tratar de pasar al otro lado de la misma y sin embargo, cuando ya estaba a punto de pasarla la resistencia le falló, seguramente porque fumaba mucho, y cayó al suelo deprimido. La muralla cada día se hacía más alta, ladrillos y más ladrillos se le sumaban… y ambos, a veces juntos, a veces cada quien por su lado, intentaban realizar la hazaña de traspasarla, pero parecía imposible.
Aristóbulo, a ratos lloraba como un niño, impotente por no tener su juguete deseado. Luego de llorar, secándose las lágrimas y sonándose las narices decía: “la vida nos presenta algunas veces, desafíos tan complicados como éste ¡a quién se le ocurre! ¡quién hubiera pensado que mi destino iba a consistir en luchar contra una muralla y saltar un abismo! ¡esto es peor que Martín Valiente, el ahijado del diablo!”
Esta pareja fue tratada por un equipo de reconocidos psiquiatras, quienes confesaron sentirse incapaces para resolver su conflicto. Uno de estos psiquiatras, se interesó por el caso y cuentan, que se precipitó en el abismo que separaba a Aristóbulo y Elisa. También un policía investigó el asunto a profundidad y hasta llegó a pasar al otro lado de la muralla, pero desgraciadamente no pudo regresar.
Aristóbulo, desde que conoció a Elisa, sabía que había algo en ella que le decía que nunca podrían compenetrarse. Pero… fueron inútiles estas ideas de advertencia, desde un primer momento él fue víctima de la magia de Elisa. Era atractiva como el peligro y desafiante como una navaja, pero a la vez tierna y conmovedora cuando le tocaban la fibra más sensible de su ser.
Al poco tiempo llegaron los celos, un poco más tarde la ironía, y más lueguito apareció la ira, maldad, el rencor, los insultos, hasta que un día, loco sin saber lo que hacía, la mató a besos… y él se lanzó por el abismo, porque en vista de que no pudo con su enemigo, se unió a él.