UN PASEO POR LA CARRETERA

Por Lida Prypchan

Mentiría si dijera que conozco la razón por la cual la Sra. A. se dirigió hacia la carretera; luego me comentó que manejar la tranquilizaba, que le permitía ordenar sus pensamientos. ¿Qué había motivado ese paseo?  Intuí que de algo importante se trataba, algo como un cambio de vida. Es una ilusión esa frase que dice: “sigo siendo el mismo”. Uno nunca es el mismo, cambios diarios se producen imperceptiblemente y, cada siete años hay cambios transcendentales en la forma de sentir y pensar.

Lo que esa noche la Sra. A. experimentó, se sumó a la crisis que para ese momento vivía. Las casualidades no existen; el hecho que no podamos comprender el modo en que se entretejen ciertas situaciones no quiere decir que ellas existan. Por alguna razón, la Sra. A. debió buscar aquel lugar en la carretera. No podía ser una visión lo que experimentó la Sra. A. al presenciar aquel espectáculo.

En la carretera, a pesar de ser vieja y solitaria, no había precipicios: tierras planas sin ninguna vegetación la rodeaban, era recta e invitaba a quedarse dormido. La Sra. A. circuló sin inconvenientes; la naturaleza la acompañaba y se estaba preparando el amanecer, el color del cielo era un gris oscuro que se convertía en gris más claro y luego en azul intenso.

Durante esa transformación detuvo su carro, sentía sueño y deseaba tocar la tierra, tomó precauciones al estacionarse, se bajó y sus pies no tocaban tierra pues el suelo estaba cubierto por una cantidad enorme de cadáveres; con miedo pensó en introducirse en su automóvil y marcharse, pero una cara conocida entre los cadáveres la detuvo: era la de su esposo.

La impresión frenó su llanto, de inmediato comenzó a ver otros rostros conocidos: de su madre, de su padre, de sus hermanos, de sus compañeros de clase, de sus hijos, de sus vecinos, de sus compañeros de trabajo, de sus mejores amigos, de sus enemigos, de su suegra.

¿Qué significaba todo esto? ¿Acaso la condición sine qua non de éstas muertes era el haber estado en contacto en algún momento con ella?  ¿Pero…  podía suceder una locura semejante?

Con prisa se dirigió a su casa y allí no encontró a nadie, tampoco encontró a los vecinos y en casa de su suegra nadie respondía el teléfono, no tenía punto de referencia, todo su mundo, su círculo de acción había desaparecido. Ahora se daba cuenta de lo absurdo de su antiguo pensar, cuando se decía que se sentía sola, antes nunca estuvo sola, ahora sí que estaba sola.