EL MACHISMO EN VENEZUELA

Por Lida Prypchan

El machismo es un tema en Venezuela sobre el que pocos osan tratar. Tal vez sea, porque es un tema comprometedor, que involucra el pensamiento y comportamiento de cada uno. Pero a pesar de todo, hay que reconocer que es un tema importante, ya que tiene un hondo significado nacional.Vemos en la prensa, en la vida diaria, en cualquier sitio donde uno se desenvuelva – universidad, trabajo, etc. – que se habla del “macho” y se exaltan sus proezas y sus aparentes y engañosas virtudes: audacia, viveza, arrogancia y fuerza. También es evidente que las leyes, la organización social, el pensamiento político y religioso, conocen mejor que nadie el famoso machismo.

Según estudios el “macho”, definiéndolo como un supuesto hombre superdotado sexualmente, no ha existido nunca, ni puede existir; es, para decirlo más claramente, un mito creado y se refiere exclusivamente a una conducta socio-cultural. Lo que sí existe es el “machismo”,  porque es éste el sello más particular de nuestra sociedad, el trasfondo de las más variadas manifestaciones sociales, culturales y políticas.

¿Qué es el macho?

El destacado sexólogo venezolano Carrera Damas, en sus estudios sobre la realidad o mito de la superdotación sexual del hombre, dice: “El hombre no ha sido, ni podrá ser, un superdotado sexualmente como muchos creen, porque tiene barreras biológicas, que no le permiten hacer con su sexo lo que ellos quisieran. Es más, si se compara con la mujer, el hombre es notoriamente inferior, y no porque éste sea más activo, sino porque su sexualidad está disminuida por linderos biológicos”.

Por ejemplo, el hombre después de haber alcanzado el orgasmo y la eyaculación, debe esperar media hora o quizás más, para un nuevo coito satisfactorio. Puede tener un coito diario, y alcanzar de 6 a 10 coitos en un día, una que otra vez, considerándolo como una “proeza”,  mientras que una mujer puede tener muchos orgasmos en cadena (se han señalado casos de 50 orgasmos en un sólo coito)  y de 20 o más cópulas diarias, que no son posibles para la generalidad de los hombres.

Por ello, en lugar de escribir sobre el macho, debería haber escrito sobre la hembra. Pero la solución no está en ponerse a discutir ni a compararse en el aspecto sexual. El machismo no es sólo un problema de prioridades sexuales sino que, en cualquier esfera que la mujer se mueva, encuentra cierta discriminación y subestimación por el hecho de ser mujer, como si los únicos que tuvieran derecho a pensar, crear y activar la sociedad, fuesen los hombres. Se nos encasilló históricamente en el rincón “del sexo débil”,  porque son pocas las mujeres que se han destacado en el plano científico, literario y artístico.

En cualquier actividad donde participen ambos sexos podría resultar ofensivo que una mujer le gane a un hombre en un deporte o que se destaque en los estudios más que ellos. La mujer se da rápidamente cuenta, sobre todo si es inteligente, que al hombre le molesta estar con  una mujer que piense, que no sólo quiera vivir para su marido, sino que también desee realizarse profesionalmente.

Es más, probablemente en Venezuela aún existen hombres que prohíben a su mujer que trabaje, para que se muera de aburrimiento en su casa con sus hijos, que no tenga la oportunidad de respirar un aire o ambiente diferente a las cuatro paredes de su casa.

Por otra parte y, para reafirmar lo que antes digo, vemos como en materia socioeconómica, política y legal, todo ha sido elaborado para justificar y hacer efectivo el predominio del hombre. Vemos, por ejemplo, la otrora establecida prepotencia de las leyes: “La mujer debe obedecer a su marido, debe seguirlo  a donde vaya, porque es él quien representa el hogar y fija el domicilio”, gracias a la evolución del marco legal venezolano este concepto perdió vigencia.

En cuanto a la forma de actuar del macho, y más particularmente  del macho latinoamericano, éste se caracteriza por ser un hombre que se siente seguro, dominador, amo, llevándose a la mujer como si robara ganado; da la impresión que quisiera marcar su dominio. Decide casarse, pero se la pasa diciendo que la mujer con que se casó “lo atrapó”;  establece su hogar porque necesita quien le lave, le planche y le cocine, es decir, necesita una sirvienta para que lo cuide como lo cuidó su madre, y acostarse con él cuando así lo disponga.

La mujer no es compañera, no es ni siquiera mujer, pues no toma en consideración sus deseos o necesidades; pareciera que la mujer ideal es la que ve por los ojos de su esposo y padece sólo los problemas de él, porque según su criterio, ella no debería tener problemas porque es mantenida y, se olvida que la felicidad no se mide por el dinero, sino con la consideración, respeto, mutua comprensión y realización de ambos.

Además, la mujer para complacer el ego de su macho, debe dar la impresión de no haber conocido a otro hombre en su vida, ni haber sentido jamás el más mínimo disfrute sexual, porque caerá en la desconfianza por parte de él o en los más feos epítetos.

Para que el machismo desaparezca, es necesario que exista un cambio social radical.