Por Lida Prypchan
La muerte era lo único que le faltaba experimentar a Ismael Rivera. Habría sido suficiente que renunciara a cualquier sentimiento distinto al que sus canciones le hacían sentir. Al igual que Cheo Feliciano, Ismael sabía ponerle letras tristes a canciones rítmicas y sabrosas. Tal contraste producía una sensación de alegría triste o una tristeza alegre, en definitiva un sabor agridulce, a veces un poco más agrio que dulce. Sus letras se enredan a través de su ritmo contagioso.
Igual pasa con una de las canciones de Cheo Feliciano sobre una mujer que vive para gozar de la vida, que tiene alma de prostituta. Se llama “Isabel de la noche”. Hay otra que retrata con ritmo incomparable las injusticias sociales, me refiero a esa que canta sobre el vendedor de periódicos, que ya desde tan corta edad tiene que levantarse muy de madrugada para ganarse algunos centavos.
Esa infancia que tanto se ve en Venezuela, es de las contradicciones más grandes de nuestra sociedad: los niños pobres vendiendo periódicos mientras los políticos resuelven los conflictos con tremendas borracheras. El altísimo costo de esas borracheras, ese alcoholismo de los dirigentes, es una cantidad enorme de dinero que muy bien serviría para poderle dar alimentación y educación a esos niños que por supuesto son hijos sin padre, quien se ha ido, y nunca más se sabrá de él — a menos que algún día se encuentren padre e hijo en un autobús.
Esas son las realidades que contrastan con la creencia según la cual los venezolanos son muy alegres, al contrario, diría yo, son muy tristes ¿Cómo no van a ser tristes si la mayoría no ha tenido padre, y si lo han tenido se ha comportado como si no lo fuera? Recientemente conocí un caso de un señor que violó a su hija desde los cinco hasta los quince años. Esto es peor que no tener padre, o tal vez tener algo que no puedo expresar porque debería utilizar palabras muy fuertes…
¿Cómo van a decir que el venezolano es un ser alegre? ¿Acaso ser totalmente dependientes del alcohol y ser infelices en el matrimonio es signo de alegría? Porque al venezolano lo crían para ser infeliz en el matrimonio, para vivir ensimismado. Se casa por convencionalismo, no por amor, se casa para tener hijos y no para tener familia, pues en su mayoría no son buenos padres ni tampoco buenos esposos. Viven para sí mismos, prefieren pasar su tiempo libre con los amigotes antes que compartir ese tiempo con su familia y, si tienen una familia unida, la sociedad y sus patrones los señalan llamándolos “dominados”.
El venezolano y la venezolana se presentan como personas muy liberales y son terriblemente conservadores, sólo que las leyes las aplican para juzgar a sus semejantes pero no para juzgarse a sí mismos. Hay muchos hombres que tienen varias mujeres, debido a su incapacidad de ser felices o de hacer feliz al menos a una de ellas y luego, basados en una gran incapacidad de amar, les gusta exigir lo que son incapaces de dar, es decir, exigen fidelidad.
Una anciana del llano un día me dijo una frase que aunque es fuerte, retrata muy bien la actitud de tanta subestima que tienen las mujeres venezolanas. Ella me decía: “Aquí las mujeres no comen m…porque no son cerdos”. Y lamentablemente es cierto, a la mujer venezolana tampoco le importa mucho que la amen, ella quiere alguien que esté a su lado como un maniquí, no quiere afecto, quiere ser mantenida, quiere posesiones, estatus y muebles nuevos. Es una forma de prostitución fina esto del matrimonio…