Por Lida Prypchan
“Cuando queráis engañar al mundo, decidle la verdad”
Bismark
Lo más resaltante, físicamente, de Engaño Patraña era su cara dura, su larga y vibrátil lengua y sus dos dedos de frente que él excusaba llamándose a sí mismo la “excepción de los genios”. En cuanto a su manera de actuar, tomando al pie de la letra sus propias palabras poseía, la hoy perdida virtud de hablar siempre con la verdad. Declaraba prepotentemente “detestar la mentira”.
Pero en el fondo, en el sitio más recóndito de su pensamiento, veneraba la falsedad y el engaño. Por creerse un artista de la mentira, un día frío y tenebroso, retó al diablo, y apostaron su alma, a ver quién de los dos inventaba la mejor farsa. Como era lógico ganó el diablo y no por viejo sino por diablo. Engaño Patraña disfrutaba tanto faltando a la verdad, que su lengüezuela había desarrollado la extraña capacidad de vibrar cada vez que decía una mentira.
Era un experimentado cuentista: “Tengo 34 años; he viajado por el mundo entero; soy un aficionado de la fotografía; doy clases de matemáticas y mi sueldo es de cuatro veces el promedio; vivo con mi familia pero tengo un apartamento para ‘esos momentos en que no los soporto más’, en donde se encuentra un teléfono conectado a una sofisticada computadora que selecciona mis llamadas”.
Y la realidad de Engaño era la siguiente: tenía apenas 23 añitos, había viajado, sí, pero para un pueblo cercano y eso, obligado, era un aficionado a recortar fotos de National Geographic, ganaba el salario mínimo y, poseía un apartamento, pero en el infierno. De su vida sentimental manifestó un día, a un grupo de amigos, y además llorando y echándose en el piso, que acababa de quedar viudo. Su versión era que su esposa había abortado un mes antes y por un desangramiento había fallecido.
El Sr. Patraña vivía en un pueblo pequeño y sucio donde abundaban el monte indiferente y las mujeres ingenuas, aunque a decir verdad, más tontones eran los hombres. Le gustaban las mujeres mayores que él. Posiblemente, buscaba una nueva madre, lo cual es relativamente común en los hombres. Unas, las más inteligentes, lo descubrían y se alejaban rápidamente. Otras, a pesar de conocer sus argucias, le seguían el juego por distracción. Y a cuenta de la diversión, algunas, hasta trajeron un mentiroso al mundo. ¿O es que Uds. no creen en el poder de la genética?
Y ya que nombré la genética, que es el aporte en rasgos y conducta de padres a hijos, quiero aprovechar la ocasión, para hacer algunas consideraciones sobre la madre del señor Patraña. Se trata de una mujer amargada y avejentada para su edad, que enfocó la crianza de su hijo en hacerle notar cuán malvada era la gente. Es ésta la razón por la cual le controlaba los pasos que daba y también los que dejaba de dar. En fin, era una miedosa. Lo interesante del asunto, es que la mentira es una forma de miedo.
El embuste, que es el arma principal de la actitud hipócrita, resulta más común y tolerada que la hipocresía, incluso por los convencionalismos sociales. En verdad, existen algunos absurdos razonamientos creados por la “sociedad” que han logrado encumbrar a la mentira, éstos son:
- “De lo que se dice en sociedad, lo que importa es que tenga gracia, lo de menos es que sea verdad”
- “La sinceridad la inventó uno que quería amargarle la vida al prójimo”
- “¿Qué puede la verdad, fría y desnuda, contra la brillante apariencia de la mentira?”
Lo cierto, es que el Sr. Engaño había mentido tanto, que desconocía todas las verdades acerca de sí mismo, desconocía, quién era y qué sentía. Esto le producía una gran angustia. Una noche, cuando se encontraba solo con sus mentiras, se suicidó, dejando una nota llena de embustes. La mentira fue su distracción y su tumba, porque de tanto engañar, se engañó a sí mismo.
Su muerte me hizo reflexionar mucho. De todo este asunto – pensé – lo terrible es que los embusteros son los únicos que dicen las verdades. En definitiva, la mentira es un problema de creatividad. Se miente más de la cuenta por exceso de fantasía. También la verdad se inventa.
Y en honor a ésta última sentencia, ya que las palabras “Engaño” y “Patraña” son sinónimos de “mentira”, al protagonista de esta historia de la vida real, lo bauticé con el nombre: “El Mentiroso Señor Engaño Patraña”.