Por Lida Prypchan
Tuve la oportunidad de visitar un país, una ciudad, para ser más específica, cuyo sistema educativo me llamó mucho la atención por su peculiaridad: la Universidad interrumpía sus actividades por un período de seis meses debido a una huelga y durante los siguientes seis meses reanudaba sus actividades.
Aunque el calendario universitario incluía actividades académicas para todo el año, poco a poco se iban presentando los más variados tipos de dificultades que entorpecían su cumplimiento.
En ciertas ocasiones suspendían las actividades porque no había presupuesto; en otras ocasiones aunque hubiese presupuesto los empleados estaban de huelga pidiendo mejoras salariales; también podía suceder que sus trabajadores hicieran llamado a huelga porque los recursos económicos asignados y transferidos a las cuentas bancarias de la institución habían desaparecido insólitamente.
En una oportunidad, tras una parada de actividades administrativas y académicas de tres meses, cuando los estudiantes pensaban que era hora de reiniciar sus actividades académicas, unas extrañas confrontaciones ocurrieron: empezó un día un enfrentamiento entre policías y estudiantes.
En ella, un joven que nunca había querido inmiscuirse en los problemas de la Universidad, resultó herido de un balazo y, al día siguiente, ya había muerto. El gobernador regional fue inculpado de esta muerte, ya que según los estudiantes había sido el principal promotor de una confrontación que no tenía razón de ser.
Como respuesta, los estudiantes llenos de ira y dolor crearon un monumento para resumir lo que sucedió aquel día en que murió su compañero ¡qué lástima que ustedes no lo hayan visto! Era una patrulla de la policía quemada, con unas cuerdas de extremo a extremo, en las que estaban colgadas unas peloticas negras que se llaman bombas lacrimógenas, pero lo más impresionante era ver lo que estaba en la parte trasera de la patrulla: una urna que parecía obsequiada por una persona con calidad humana y misericordiosa que nada tenía que ver con el suceso.
Sobre el féretro se veía una fotografía en la que aparecían dos hombres: uno delgado y otro robusto, ambos sonriendo. Al verlos pensé por su aspecto que podrían ser políticos, especialmente por su forma de sonreír, que no es una sonrisa sino un estiramiento de labios.
Mientras tanto, los problemas en la Universidad de esa ciudad siguen y parece que no cesarán hasta destituir al gobernante regional responsabilizados por los estudiantes. Seguirán los problemas y la situación se tornará insoportable, pero dudo que logren hacer aplicar la justicia a la gente relacionada con el gobierno.
Es peculiar, pero así es: las leyes parecen haber sido hechas para los que carecen de influencias, por lo visto quien esté amparado por el poder – sobre todo en ese país que visité – no debe temerle a nada y puede por medio de su posición hacer lo que le venga en gana.