EXPLOSIÓN EDUCATIVA

Por Lida Prypchan
Las recientes generaciones de estudiantes y profesores – desde finales del pasado siglo XX – tropiezan con un gravísimo problema: la explosión educativa, paralela al aumento demográfico de la población. Las aulas escolares presentan en el mundo entero un espectáculo común: abarrotamiento estudiantil, escasez de profesores e insuficiencia de tiempo para cubrir todas las asignaturas de formación profesional.

El aumento progresivo de la población trae consigo la impersonalidad, la indiferencia por lo ajeno, es decir, el “ir a lo suyo y no involucrarse en los asuntos de los demás”, situación que nos lleva a relacionarnos con un grupo pequeño de personas y es como si no existiera el resto del mundo. Al trasladar este fenómeno al ámbito escolar, nos podemos dar cuenta de que, junto al aumento de sus integrantes, aparecen divisiones y deseos de volver a “los viejos tiempos”.

Situaciones parecidas se observan en los partidos políticos, en las organizaciones científicas e incluso en las ciudades. Una institución que crece atraviesa sus crisis. Algunas de estas crisis son fatales para la institución y los individuos que pertenecen a ella.

Investigadores de las más diversas disciplinas dicen que el confinamiento de estudiantes en aulas con espacio físico insuficiente, provoca reacciones agresivas que con frecuencia se dirigen contra la infraestructura de la institución.

Reacciones agresivas como: destrucción de importantes obras de arte en algunas universidades, utilización de sus paredes como espacios para la propaganda partidista, destrucción de material de enseñanza valioso, robo de objetos y libros, es decir, daño significativo a diversos elementos que conforman el patrimonio de esas instituciones educativas.

Algunos investigadores hicieron entrevistas a estudiantes sobre el tema y ellos decían con seriedad convincente: “nos encontramos en una sociedad injusta donde una forma de desahogo emocional es dar rienda suelta a nuestras tensiones y agresividad acumulada.  Lo que seguirá pasando hasta que haya una sociedad más justa”.

Ante todo esto, me pregunto, por qué no se deshacen de su agresividad creando actividades culturales para la universidad, que buena falta hace, o haciendo deporte o promoviéndolo entre sus amigos, o simplemente dedicándose a estudiar, que es de lo que menos se ocupan. Pierden su tiempo y arrastran a otros para que lo pierdan también. Hay mucha prisa por graduarse, pero hacen de sus destinos un espacio de tiempo sin metas ni intereses.

No hay escuela psicológica que pueda pasar por alto que lo que aqueja a nuestra juventud es una gran vagancia. No se puede poner como excusa que la explosión educativa genera demasiadas manifestaciones malintencionadas en los estudiantes venezolanos, ya que por las mismas tensiones pasan todos los estudiantes del mundo y, sin embargo, no se ve lo que se ve en Venezuela, donde parece que nadie puede frenar sus impulsos destructivos. Lamentablemente en Venezuela destruir lo nacional no tiene castigo.

Que yo sepa, ninguna universidad socialista, como la cubana o la rusa, mantiene estas convicciones de dejar a los estudiantes destruir los activos de las universidades, es bien al contrario. Tampoco sucede en las universidades capitalistas como las norteamericanas, las brasileras, las mexicanas, etc.

Conclusión: la superpoblación trae como consecuencia, entre otras cosas, un gran déficit educativo. Según se pronostica, con el aumento de la población, la educación será aún más deficiente que lo que es actualmente.

Algunos preconizan como solución, la desmonetización de la sociedad y la promoción de  métodos de enseñanza más amplios. Las proposiciones de las universidades abiertas, la educación por correspondencia, por televisión, probablemente intentan cubrir algo del déficit educativo.

En cuanto al desahogo de la agresividad mal encaminada de los estudiantes, víctimas de una sociedad injusta, habrá que educarlos para que sean más civilizados y aprovechen su exceso de energía e hiperactividad en otras formas que sean más productivas para ellos mismos y la sociedad injusta, la que no podrán cambiar.