Por Lida Prypchan
Me hubiese gustado escribir una telenovela cuya actriz principal hubiese tenido cuatro gemelas, para representar los cinco “yo” de su personalidad, aunque la pobre sufriría de graves conflictos psicológicos.
Lástima que en la vida real sean pocas las veces que participamos en situaciones realmente novelescas. Por ejemplo, asistir al momento en que dos hermanas gemelas (una buena y otra mala), se encuentren en un banco o en la gasolinera.
No creo que existan gemelas donde una es buena y la otra es mala. Además la representación de la buena, no es de buena, sino de boba. Ambas son buenas y malas a la vez, es más, mientras más calladitas… más tremendas. Las personas no son lo que aparentan.
En mi caso yo no podría ser actriz, ya que tengo dificultad para distinguir la realidad de la irrealidad. No podría ser actriz, porque si me llegara a gustar mucho algún rol que me otorgaran, terminaría comportándome en la vida real de la misma manera que en la obra.
No hay hora del día para manifestar dualidad en el comportamiento. Sé de un señor que es un ogro en su casa, y todo el tiempo cuenta chistes en la calle; sé de otro, que es un santo varón delante de su esposa, y un perfecto seductor detrás de ella.
En el caso de la infidelidad es interesante que a menudo muchas personas perciben la dualidad de las personas menos quien debería percibirlo: su pareja. Sucede a menudo cuando el cornudo es el hombre: tiene unos hermosos cuernos con ramificaciones y demás yerbas.
Como creo que algunos quedaron interesados por el tema de la infidelidad, les copié una cita de uno de los grandes estudiosos de la materia, se llama Charles Fourier (1772-1837) y dice: “Se puede distinguir en el mundo cornudo nueve grados de cornudez, tanto entre los hombres como entre las mujeres, pues las mujeres son mucho más cornudas que los hombres; y si el marido los lleva tan altos como las astas del ciervo, puede decirse, que los de las mujeres se elevan a la altura de las ramas de los árboles”.
Nota: Lo del título fue porque recordé a mi madrastra Valencia (madrastra, pues no fui concebida en ella y por tanto no es mi tierra madre), en criollo lo llaman no precisamente madrastra, sino madre adoptiva. (Hay un término aun más exacto que ahora no recuerdo). Recordaba sus dos caras: una de día y otra de noche. Por eso… Santa de día…