COMPLEJO DE EDIPO Y NEUROSIS “CONÓCETE A TI MISMO”

Por Lida Prypchan
En 1897 Freud inicia lo que se puede denominar el acto más heroico de su vida: el psicoanálisis de su propio inconsciente. El aforismo griego “Conócete a ti mismo” inscrito en templo de Apolo en Delfos inspiró, desde tiempos antiguos, a filósofos y pensadores a tratar de perseguir esta meta, pero sus respectivas resistencias interiores no permitió a ninguno de ellos alcanzarla tan cabalmente como lo hizo Freud.

El inconsciente, sobre cuya existencia ya se había especulado, permanecía oscuro, prácticamente inalcanzable. Las palabras de Heráclito mantenían su vigencia: “el alma del hombre es un país lejano, al que no es posible aproximarse y que no podemos explorar”. No es posible conocer el alma repentinamente; se trata de una lenta y paulatina intuición.

Freud vislumbra la necesidad de autoanalizarse para poder proseguir con sus investigaciones. Durante tres o cuatro años su sufrimiento neurótico aumenta, pero al final logra más serenidad y estabilidad, lo cual le hace sentirse libre para continuar su investigación con ánimo imperturbable.

Íntimamente relacionados con su propio análisis, surgen dos tipos de investigación: la interpretación de los sueños y el estudio de la sexualidad infantil.

A medida que Freud avanza en sus investigaciones empieza a reconocer, a través de sí mismo, la base de la existencia de la sexualidad infantil. Cree descubrir que de niño sintió un amor excesivo hacia su madre y celos por su padre. Su conocimiento de la literatura griega le hace recordar inmediatamente la tragedia de Edipo Rey, que interpreta como innegable afirmación de su tesis.

Edipo – hijo de Layo rey de Tebas y de su esposa Yocasta – es el protagonista de esta leyenda griega, en la cual él mata a su padre – sin saber que es su padre -, y se casa con su madre – sin saber que es su madre-, tiene dos hijos con ella y, al enterarse que se casó con su madre, se arranca los ojos. Para Freud, el acto de arrancarse los ojos representa la expiación de la culpa por parte de Edipo.

En el contexto del análisis freudiano, entre los tres y los seis años se vive – inclusive en las personas anormales – la fase edípica. Esta fase se caracteriza por experimentar un excesivo amor hacia la madre y celos hacia padre; estos celos son parte de una confusión, ya que en realidad la persona admira y ama a su padre, pero lo observa con celos, como un rival.

Este complejo edípico se soluciona a través del acercamiento del padre y el hijo a fin de establecer y desarrollar una mayor comunicación e identificación del niño con su padre. Por medio de este acercamiento, el niño asimila la imagen y la conducta de su progenitor, resolviendo así su conflicto.

Según Freud, todas las personas – sin excepción – pasan por esta fase y arrastran ciertas reminiscencias del complejo de Edipo hasta la vida adulta. Pero en la medida en que pueda o no resolver este complejo, el individuo se encontrará más o menos cercano al ser normal o al neurótico.

El complejo de Edipo se debe reprimir. Pero mientras una persona normal necesita hacer pocos esfuerzos para resolver este conflicto, un individuo afectado se verá forzado a desplegar la mayor parte de su energía para luchar contra él.

Freud consideraba que el complejo de Edipo constituía la base de la neurosis y la causa de gran parte de la ansiedad inconsciente de culpabilidad. Se explicaría de la siguiente manera: el niño se siente culpable de albergar sentimientos contradictorios y destructivos hacia su padre, lo cual se acentúa ya que el niño lo admira y lo ama;  en su mente él teme que en represalia, al enterarse de sus sentimientos, el padre decida castrarlo.

El niño siente, por ende, gran angustia de ser descubierto y castrado, así como de perder a su madre y el cariño y la atención de su padre. Este conflicto puede encontrar solución, dependiendo de la relación que el niño llegue a establecer con el padre; es decir, si se logra un acercamiento padre-hijo, el niño irá resolviendo esta pugna interna.

En el caso de subsistir las disensiones familiares, el niño podría refugiarse más aún en la figura materna y continuar alejándose de la figura paterna, con lo que el referido conflicto en el niño seguiría latente. Es muy importante, en esta fase, la figura paterna para el niño ya que hasta ese momento él posee solamente una conciencia primitiva: hace lo que está bien sólo por temor “al castigo proveniente del exterior”.

Así al identificarse con su progenitor el niño imita, asimila y absorbe la conducta, las normas y las prohibiciones del padre formándose de esta manera su propia conciencia. Así pues, Freud se percataba que muchas de las dificultades en el proceso del desarrollo de un niño, en una fase inicial, podían ser determinantes de la solución posterior del complejo de Edipo.

El logro de la solución adecuada del complejo de Edipo dependería de diversos factores. Es importante la formación innata del niño. Las reacciones extremas ante el comportamiento del niño durante esta fase suelen causar trastornos. Los padres excesivamente punitivos o indulgentes con los sentimientos de sus hijos no les ayudan en la solución de sus problemas emocionales.

No se pueden establecer leyes estrictas en la forma de tratar a los niños en esta época de su desarrollo.