Por Lida Prypchan
Hoy día el término “neurótico” es un asunto de moda. Ya no podemos, para expresar nuestra reprobación por alguien, utilizar los términos “caprichoso”, “pusilánime” o “suspicaz”; ahora, nuestro modernismo, nos impone llamarlos “neuróticos”.
Es difícil, y más en tres líneas, desarrollar lo que implica ser un neurótico. A veces hasta usamos este término y desconocemos lo que denota.
Para conceptuar la neurosis hace falta tomar en cuenta, y muy seriamente, las normas culturales que rigen al individuo y sus circunstancias vitales. ¿Por qué son importantes las normas culturales? Porque a través de éstas la sociedad establece sus parámetros de normalidad y anormalidad. Normalidad: lo que la mayoría hace; anormalidad: los que se salen de la raya que establece el límite. Así, en base a estas normas, tendremos a considerar neurótico al artista que gana un pequeño sueldo semanal cuando podría tener ingresos muy superiores, dedicando algún tiempo más a su labor, y que, en cambio, opte por gozar de la existencia en la medida que se lo permitan sus modestos ingresos, malgastando buena parte de su vida en compañía de mujeres.
La razón por la cual lo llamamos neurótico es porque nos dejamos guiar por las normas sociales que nos han inculcado un anhelo de progresar en el mundo, de aventajar a los otros, de ganar más dinero que el requerido para el sustento. Por sólidos motivos, como por ejemplo que unos pocos influyentes e importantes personajes sociales determinan el modo de vida de la mayoría, toda cultura se aferra a la creencia de que sus propios impulsos y sentimientos constituyen la única expresión normal de la “naturaliza humana”.
Existen dos características que se aprecian en cualquier neurosis y son: 1) cierta rigidez en las reacciones y 2) discrepancia entre las capacidades del individuo y sus realizaciones. Por rigidez en las reacciones entendemos la ausencia de flexibilidad. Por ejemplo, una persona normal abriga sospechas cuando advierte razones que las justifiquen; en cambio un neurótico podrá estar dominado por incesantes sospechas sin tener en cuenta la situación dada y tenga o no conciencia de su estado. Sin embargo, la rigidez sólo es índice de neurosis cuando discrepa de las normas culturales.
Análogamente, la discrepancia entre su capacidad y sus logros puede obedecer sólo a factores externos. En el neurótico, empero, sería índice de esa afección si el individuo continuase siendo improductivo a pesar de sus buenas dotes y contando, además, con todas las posibilidades externas favorables a su realización.
También encontramos en las neurosis un factor esencial, común a todas ellas: la angustia y las defensas levantadas contra ésta. Esa angustia es el factor que desencadena el proceso neurótico y lo mantiene en actividad. En primer lugar, las condiciones de vida imperantes en toda cultura engendran ciertos temores que pueden responder a peligros externos (la fuerza de la naturaleza) a las formas que adoptan las relaciones sociales (desencadenamiento de la hostilidad por injusticia, opresión). El neurótico no sólo comparte los temores comunes a todos los individuos de una cultura sino que sufre además otras angustias distinguidas por su cantidad o calidad de las correspondientes a su cultura. En segundo lugar, los temores suelen soslayarse mediante determinados recursos de protección como los tabúes, los ritos y las costumbres. Así, una persona normal de ordinario se hallará en condiciones de realizar todas sus capacidades y de gozar lo que la vida puede ofrecerle.
El neurótico siempre sufre más que el individuo medio pues de continuo se ve obligado a pagar un precio desorbitado por sus defensas; precio consistente en le menoscabo de su vitalidad y de su expansividad o, más específicamente, en la restricción de sus capacidades de realización y de goce.
Hemos aunado los factores psicológicos y los sociológicos para entender al neurótico. Este es el método que hemos seguido al indicar que el temor y la defensa constituyen uno de los centros dinámicos de la neurosis, pero que sólo producen neurosis cuando discrepan en cantidad y calidad frente a los temores y las defensas normales en la misma cultura.
Hay todavía otra característica esencial de la neurosis: la presencia de tendencias en conflicto, de cuya existencia el mismo neurótico no se percata y ante las cuales automáticamente procura alcanzar ciertas soluciones de compromiso. Lo que distingue los conflictos neuróticos de los que habitualmente dan en una cultura no es su contenido sino, por el contrario, la circunstancia de que esos conflictos son en el neurótico más agudos y acentuados.
El neurótico persigue y alcanza soluciones de compromiso menos satisfactorias que las obtenidas por el individuo común y establecido con gran perjuicio para la personalidad total.
Resumiendo: neurosis es un trastorno psíquico producido por temores, por defensas contra los temores y por intentos de establecer soluciones de compromiso entre las tendencias en conflicto. Sólo conviene llamar neurosis a este trastorno cuando se aparta de las normas vigentes en la cultura respectiva.