Por Lida Prypchan
Fernando Fernández de Fernández y Fernando Fernández no eran primos. Esa es la primera aclaratoria que yo debo hacer como detective de la Republica de este país (por si acaso, porque siempre hay gente vagando por el mundo que, de repente, compran este periódico y piensan – porque a más de uno he visto – que uno quiere meterle el dedo en la boca en señal de que lo sabe todo y puede engañar hasta al más listo, les daré mis datos personales: Mi nombre es Alej Ado, nací en Rusia, me creí en Rusia… pero no descansé hasta irme de Rusia, la fecha de mi nacimiento no se las pienso dar… no insistan… ese es mi único secreto… la partida de nacimiento me la tragué en una noche de invierno cuando una novia mía se enteró de mi signo, me dio cachetadas a diestra y siniestra y me dijo: “¿Chomu te ne kachetcha scho te bula taka signu zodiakalu?
Yo le respondí: Prochu… boshemi, boshemi… Ivanna Ivanurschka: así se llamaba… recuerdo que la amé (como en cine continuado) de Moscú a Siberia… pero ya sólo eran recuerdos. Esa noche, aún estando en Rusia, me encerré en un bar y coloqué una y mil veces la canción “Samba pa ‘ti” (llamada en ruso “Samba pa ‘tuñi”) y otras más como “Cómo curar un corazón herido” (llamada en ruso: “pedrasca in cocroska”). “El retrato de mamá” (traducción: mamás bikinuyi), “Tú lo que quieres es que me coma el tigre” (“Reagan Fecalomatzz)… y unas cuantas más que me hicieron debatirme entre la risa y el llanto, entre la vida y la muerte, entre la URSS y los EE.UU., entre la cordura y la locura… hasta que un día hojeando el periódico Pravda encontré un anuncio muy sugestivo: “Hágase detective en dos años. Infórmese en el instituto”: Paranoicovich, Entrepitovich, Chismosovich y Asociutki”. Me hice, pues, detective… conseguí asilo en este país.. a través del señor Palancovich… y aqui estoy vivoski y coleandovich.
Mi primer caso es el de la Sra. Fernández de Fernández. Ella me cuenta que, de un tiempo para acá, se siente muy nerviosa. Interrumpe el relato para aclararme que su profesión es “lectora profesional de chismes por la revista Venecia Farandulera” y que esta actividad le ha dejado muchas moralejas sobre los artistas del país. Por ejemplo me dice que sus maestros en Filosofía han sido Chepa Candela y Susana Rivero y que, por lo general, siempre toma muy en cuenta sus críticas y comentarios. Hace poco vio una película. Se quedó sorprendida al ver tanta gente indeseable junta y sobre todo, gente que habían quedado mal parados en el pasado. Ahora aparecían como un mismo pueblo a intentar cambiar su imagen o quizás a confundir al público dando un extraño mensaje.
Uno de ellos logra ganarse nuevamente la simpatía que, por algo muy grave, había perdido. Y actuó también, y ayudado por este pueblo que olvida tan rápido, que logra su acometido. El mensaje era extraño. Cómo explicar. Quisieron decir: “no son todos los que están ni están todos los que son, de todas formas es muy fácil estar dentro y después salirse”. Desde entonces, continua la Sra. Fernanda, le temo a mi esposo. El es mi primer esposo, él es viudo, su primera esposa murió quemada en un horno que le regaló él, el cual, un día, por accidente, que estaba prendiendo un cigarrillo mientras ella se disponía a prender el horno, se le fue de las manos el fósforo y la pobre murió.
No lo llevaron preso porque no había pruebas.
Ahora me regala un horno… no sé con qué intenciones… después me regala la película de la que le hablé antes y ha llenado la casa de cajas de fósforos.
Fue un caso bastante simple: le aconsejé que le hiciera el contraataque. Efectivamente ella lo fue precisando. Y cuando llegó el momento lo puso a él a encender el horno y lanzó ella el fósforo mortal.
Ahora estamos los dos en la cárcel por autores, ella activa y yo pasivo, del crimen… y la psiquiatra nos indujo a hacer una obra de teatro para drenar los rencores… pero le dio, a ella, la coordinación de la misma… y la muy desgraciada decidió llamarla “La historia se repite: el fósforo mortal”. Queda resuelto así, señoras y señores, el primer caso detectivesco del ingenioso Alej Ado quien dejó bien claro que sólo los bobos se la dan de vivos y sólo los vivos se la dan de bobos.
Fernanda Fernández de Fernández y Fernando Fernández eran primos y encomendaron a un infeliz su plan infernal: un doble suicidio al frente del horno. Y lo más triste: participó en este maquiavélico plan sin saberlo.